VII

Cuando entraban en la pensión oyeron la campanilla del teléfono. Atendió doña Carmen, la patrona, y con un fruncimiento de la boca anunció:

– Para el joven.

Almanza recordó algo que le había dicho Gentile en el momento de la despedida: “En la ciudad te esperan sorpresas, lo que es bueno, porque el hombre despierta y vive”. Es verdad que agregó la prevención: “No dejes que nada te aparte de la huella”.

Tomó el teléfono y preguntó:

– ¿Quién habla?

Realmente se llevó una sorpresa. La conversación duró poco, pero después, en el cuarto, debió esforzarse para escuchar lo que le decía Mascardi. Éste lo recibió con un comentario burlón.

– ¡Qué tipo importante! Llega a La Plata y ya lo andan buscando por teléfono. ¿Se puede saber quién te llamó?

– Una chica. La conocí esta mañana. Hoy me acompaña a fotografiar.

– Una señorita seria, pero bien dispuesta.

– Una chica de familia. Estaba con su padre y con la propia hermana, que tiene un bebe y una nenita.

Mascardi lo oía con preocupación evidente. Habló luego sin apuro, pronunciando cada palabra por separado.

– El que viene de afuera, ande con ojo. El malandra huele de lejos al que no es de la ciudad. Oíme bien. De un tiempo a esta parte apareció lo que en la repartición llamamos una nueva figura delictiva. Una familia, que en realidad no es más que una junta de sujetos de frondoso prontuario. Entablan relación con el candidato, en este caso mi condiscípulo y amigo Nicolasito Almanza, y todo concluye en una estafa o algo peor. No sé si soy claro.

– ¿Qué me van a sacar? ¿El equipo?

– ¿Te parece poco?

– No lo suelto a dos tirones. Te aseguro que es una familia en serio. Gente de afuera. Como vos y yo. Con una diferencia: vienen de Coronel Brandsen.

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