LXIII

Abriéndose paso entre grupos de gente llegó a su lado. Vio la sorpresa y la alegría en la cara de Julia.

– Creí que no te encontraba -dijo Almanza.

– Por fin llegaste -dijo ella.

Se demoraron en recíprocas y apresuradas explicaciones.

– Llamé a la pensión. Me dieron la noticia y me dijeron que estaba invitada a cenar en El Estribo.

– Te busqué por todas partes.

– Yo por todas partes busqué esto. -Mostró un paquete, largo y angosto. -No vale nada. Quería traértelo. Ojalá fuera algo mejor.

Rompió el papel, abrió la caja y sacó un tubo de cartón, con líneas de colores, en espiral.

– Parece un anteojo de larga vista.

– Es un caleidoscopio. Quizá te recuerde los vitrales.

Miró y dijo:

– No se cansa uno de mirar.

– Te traje tu valija.

Mascardi la había llevado al Estribo, pensando que así lo obligaba a pasar por allá. Como Almanza no llegaba, se disponía a llevársela al ómnibus, cuando supo que Julia iba y le dijo: “No pesa mucho. Le va a gustar más que se la lleves vos”.

Anunciaron la salida para Balcarce, Tandil y Azul.

– Mejor que subas.

Obedeció. Golpeando el vidrio, porque no conseguía abrir la ventanilla, empezó a gritarle:

– Quería decirte…

Julia se tapaba la cara, para que no la viera llorar, y le decía algo, que no oyó.

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