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Una vez se hubo librado de la muchacha, Poirot telefoneó a Scotland Yard. Japp aún no había regresado, pero el sargento Beddoes le informó con amabilidad.

La Policía no había encontrado pruebas de que Francis Carter poseyera la pistola antes del atentado en Exsham.

Poirot, pensativo colgó el auricular. Este era un tanto a favor de Carter, pero por ahora el único... Supo también por Beddoes algunos detalles más de las declaraciones de Francis Carter, acerca de su empleo de jardinero. Se basó en su misión del Servicio Secreto. Le adelantaron dinero y dieron buenas referencias de sus habilidades al primer jardinero Mac Alister. Recibió instrucciones. Debía escuchar lo que hablaban los demás compañeros y procurar que exteriorizasen sus tendencias «rojas» fingiéndose él mismo «rojo». Fue una mujer quien le aleccionó. La llamaban Q. H. 56, y le recomendaron a ella como anticomunista. La entrevista tuvo lugar a media luz y no creía poder reconocerla. Era pelirroja e iba muy maquillada.

Poirot pensó en consultar a mister Barnes. Según él, sucedían estas cosas en la vida real. El correo le trajo algo que le confundió aún más. Un sobre ordinario dirigido a su nombre con una letra desigual y remitente en Hertfordshire. El detective la abrió y leyó:


«Muy señor mío:

Tengo la esperanza de que perdonará la molestia, pero estoy muy preocupada, y jio sé qué hacer. No quiero verme mezclada con la Policía. Sé que debí decir algo que sabía, pero dijeron que mi señor se había suicidado y creí que todo estaba aclarado. No hubiese querido complicar al novio de miss Nevill y no pensé ni por un momento que pudiera ser él. Pero ahora que sé que ha sido detenido por disparar contra un caballero en el campo, pienso que tal vez no acabe todo ahí, y debiera decirlo... Pensé en escribirle a usted que es amigo de mi señora, y que me preguntó el otro día si sabía algo de particular. Ahora desearía habérselo dicho entonces. Espero que no me veré mezclada con la Policía, porque no me gusta y a mi madre tampoco. Siempre ha sido muy especial.

Suya afectísima,

Agnes Fletcher.»


Poirot murmuró:

—Siempre creí que en todo esto tenía algo que ver un hombre. Me equivoqué de hombre... Eso es todo...

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