Hamid se quedó mirando la rasgada bandera verde y blanca de Argelia.
– ¿De dónde viene?
– Las discrepancias dentro del afl son cada vez mayores. Si no obedeces… -Walid dejó la frase sin acabar, y señaló la media luna roja suelta que abrazaba la estrella. Walid, otro mullah en su causa, parecía derrotado. Negó con la cabeza.
Los años de trabajo, los vínculos que había establecido, el movimiento que había creado… todo sería saboteado si Hamid no obedecía a su enemigo. Un enemigo tan cercano. Los franceses no tenían ni idea.
Hamid encajó con cuidado la luna roja en forma de hoz en la tela verde y blanca, y después dobló los trozos juntos. Si pudiera unir a su gente tan fácilmente…
Hizo un gesto con la cabeza a Walid; no podía ignorar la advertencia.
– Tengo que enjuagarme la boca; por favor, pásame el agua.
Después de beber un poco de agua del cuenco de bronce batido y de lavarse la cara, rezó, por primera vez, para que los sans-papiers lo perdonaran.