Norma cerró la puerta del baño y se apoyó en el lavabo. El espejo le devolvió su imagen, a mitad de camino de ninguna parte. Al menos así es como se sentía. Demasiado joven para ser mujer, demasiado mujer para ser joven.
Todas las sensaciones volvieron a ella.
En bloque, sepultándola bajo su peso.
Cuando se dejó caer sobre la taza del inodoro, para sentarse, al flaquear sus piernas, comenzó a llorar en silencio, con la cabeza echada hacia atrás y apoyada en la pared, con los ojos cerrados.
– ¿Por qué? -gimió-. ¿Por qué?
Fue lo único que pudo decir, una y otra vez, mientras pensaba en su hermana.