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(Blancas: f7)

Poli García seguía sin saber a ciencia cierta por qué corría.

Pero corría.

Con toda su alma.

Ellos eran dos, y aunque fuesen dos niñatos, tal vez ni siquiera con media torta, en su caso lo mejor era no preguntar. Aquella chica en coma lo había cambiado todo. Eso y la policía buscándole.

Tendría gracia que fuera por otra cosa.

Y que aquellos dos imbéciles…

Sólo que no creía en casualidades, y mucho menos en tantas. ¿Por qué tendría que perseguirle un chico al que la noche pasada había vendido siete pastillas? Si la que estaba en coma era una de aquellas dos niñas…

El miedo puso nuevas alas a sus pies.

Hasta dejó de pensar, aunque su mente era un caos de ideas en ebullición, cuando, de pronto, chocó contra alguien que se le puso por delante, cerca de la puerta. Otro idiota. Tuvo que derribarle. Era el último obstáculo para ganar la libertad, la calle. Allí desaparecería en un abrir y cerrar de ojos.

Salió al exterior, por fin, y la bocanada de aire fresco y puro le hizo sentir mejor, próximo a conseguirlo. Ya no tenía ninguna frontera. Dependía de sí mismo y de sus piernas.

Poli echó a correr en línea recta, hacia el aparcamiento.

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