Los ojos.
Quiero abrirlos.
Y no puedo.
Siento una voz, en alguna parte, pero no la distingo, ni sé lo que me está diciendo. Es como la suma de muchas voces, de muchos sentimientos. Me llaman, me llaman.
Sigo intentándolo.
A un paso de la rendición, de decir adiós, pero sigo, sigo intentándolo.
Necesito tan sólo hacer el último movimiento.
Parece tan fácil…