Mariano Zapata colgó el teléfono y se quedó unos segundos en suspenso.
Pensó en aquella pobre chica.
¿Habría preferido que le dijeran que estaba bien, que había salido del coma?
¿Corazón de oro?
Bien, ya no importaba. Tenía su gran exclusiva, y su portada.
Si las cosas eran así, así es como eran. Y punto.
– ¡Adelante! -ordenó-. ¡Todo sigue igual!
Después concluyó su trabajo echándose para atrás en su silla, con los brazos debajo de la nuca, y cerró los ojos mucho más tranquilo.