Vicente Espinós y Lorenzo Roca llegaron junto al cuerpo de Poli García jadeando, más el primero que el segundo. Fue este último el que se inclinó sobre el cadáver para ponerle los dedos índice y medio de su mano derecha en el cuello.
– Muerto -dijo rotundo.
El inspector miró directamente a los tres muchachos. Cinta se acercaba ya más despacio, muy lentamente, con los ojos muy abiertos ante la escena.
También Máximo miró al policía.
– Nosotros… -intentó decir.
– Ya no importa -le detuvo Espinós-. Tranquilos.
Lorenzo Roca registraba al camello. De uno de los bolsillos de la chaqueta sacó un montón de dinero. Del otro un simple papel, el ticket de una consumición cualquiera en un bar cualquiera.
– No lleva pastillas, jefe -dijo Roca-. Está limpio.
– Las arrojó a la alcantarilla -dijo Eloy en un hilo de voz-. Fue lo último que hizo antes de morir.
La sangre, buscando cauces en el suelo por los que fluir, también se dirigía ya con espesa paciencia hacia la misma alcantarilla.
Cinta llegó al lado de Santi. Se le colgó del brazo tan agotada como asustada.
Vicente Espinós cogió el dinero que llevaba encima el Mosca. Lorenzo Roca se quedó con el pequeño ticket blanco en la mano.
– Bar Restaurante La Perla -leyó en voz alta.
Su superior le miró inquisitivamente.
– ¿De cuándo es ese ticket? -preguntó.
– Lleva fecha de hoy.
Espinós arqueó las cejas.
– Hace tiempo que sabemos que es la tapadera de Alex Castro y su gente, pero nunca le hemos pillado nada -comentó-. Hasta hoy.
– ¿Cree que habrá suerte? -preguntó Roca.
El inspector de policía asintió con la cabeza un par de veces, pensativo. Empezó a sonreír.
– Sí, creo que sí -dijo.
Las «lunas» eran nuevas, tenían que estar en alguna parte. Tal vez…
Se arremolinaba gente en torno a ellos. Incluso se escuchó una sirena policial.
– Llama al departamento, Roca -se puso en marcha Vicente Espinós-. Vamos a por Castro.
– Sí, jefe.
– Y vosotros iros a casa, ¿de acuerdo? -les ordenó a ellos.
Eloy, Máximo, Cinta y Santi le obedecieron.
– Señor… -trató de hablar Eloy.
– Sé lo que buscabais y por qué, chicos. No os preocupéis. Ahora marchaos.