Máximo veía correr al camello delante de él, pero también le oía.
Su voz, la pasada noche.
– Toma, chico: con esto, Disneylandia.
– Prefiero algo un poco más emocionante.
– Lo que tú quieras, hombre. Todo está en tu mente. Disfruta.
– ¿Por dos mil pelas?
– La llave del Paraíso no siempre tiene por qué costar demasiado.
La llave del Paraíso.
Cuando Eloy hubiera conseguido aquella pastilla, ¡con qué gusto le rompería el alma a aquel hijo de mala madre!
Si lo cogían.
El camello daba la impresión de volar por entre los coches.