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Kate sólo quería ir al lavabo, pero alguien le había dejado el Post en el escritorio y no pudo evitar mirarlo.


EL ARTISTA DE LA MUERTE


El asesinato ritual del artista Ethan Stein tal vez sólo sea el tercero de una serie de asesinatos brutales. Aunque los agentes de la policía de Nueva York niegan con vehemencia cualquier rumor sobre un asesino múltiple, se han visto policías uniformados en las galerías que van de Chelsea al SoHo y de la Cincuenta y siete a Madison Avenue. Al parecer, el asesino coloca a las víctimas en poses que parodian cuadros famosos.

Un artista lo ha resumido de forma sucinta, «El tipo es un asiduo artista de la muerte». El director de una galería, que ha preferido mantenerse en el anonimato, teme que la fuerza pública de Nueva York muestre cierto desdén hacia los miembros de las comunidades artísticas. Esto ha ocurrido después de que un policía, que realizaba pesquisas sobre el asesinato de Stein, hablara de forma despectiva de los cuadros del artista fallecido.

Se rumorea que la policía de Nueva York ha solicitado los servicios de la ex agente Katherine McKinnon Rothstein, miembro de la alta sociedad, conocida sobre todo por la reciente serie televisiva Vidas de artistas. En One Police Plaza no han confirmado ni desmentido esta información y la señora McKinnon Rothstein no ha querido hacer declaraciones al respecto.


«¡Me cago en la puta!» Kate dejó caer el periódico en el escritorio. Nunca creyó que leería el New York Post con tanta frecuencia.


«¿El artista de la muerte?» Coloca el periódico con cuidado en la mesa.

¿Lo habría descubierto Kate? Contempla el rayo de luz que se cuela por entre las viejas vigas podridas. Eso espera. Si no, sería una pérdida de tiempo. Claro que había sido Kate. ¿Quién más contaba con la información?

De todos modos, no había confiado en que lo averiguara tan rápido.

«Es lista. Más lista que tú.»

Coge el walkman, se pone los cascos minúsculos, pero las voces son más poderosas que cualquier música.

«Idiota idiota idiota idiota idiota…» Se lleva las manos a las orejas. ¡Basta ya!

Diseminadas sobre la mesa, las copias que había hecho, Kate con alas y halo, reproducidas doce veces. Se calma al observarlas, e incluso aleja las voces. De momento.

Últimamente, ha intentado comprender sus sueños, sus pesadillas, a la otra persona que hay en su interior. ¿Un hermano? ¿Un gemelo? Parece que siempre le ha acompañado; al principio pedía con humildad, pero ahora se ha vuelto mucho más intransigente.

Ciclos: aletargado; activo; controlado; violento.

Piensa en ello con suma claridad. No está loco, ni hablar.

¿Cuál de ellos es él? ¿Acaso lo sabe?

Quería enviarle esas cosas. Así se sentía más unido a ella. Y ahora le enviará otra. Coge el rotulador rojo, dibuja un borde en torno a la imagen y, luego, por pura diversión, escribe HOLA en mayúsculas.

Sin embargo, esta vez se trata de un regalo. Para que sepa cuánto le importa ella a él, por haber sido tan inteligente y haber averiguado la primera parte tan rápido. Aunque tampoco era tan difícil dar con la clave, y con su ayuda.

Pero ahora comienza la segunda parte.

Se acabaron los recuerdos. Ahora llegarían las advertencias.

Recorrió la superficie plástica del walkman con los dedos.

¿Lo entendería ella?

Bueno, ése era su problema.

«Cuidado.» Sube el volumen del walkman para ahogar las voces.

¿Para qué tener cuidado cuando se es más listo y afortunado que los demás?

Está acelerado, entusiasmado ante la perspectiva de crear el trailer de los nuevos estrenos.

«Que empiece el juego.»

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