UNA SEMANA DESPUÉS

El estudio de grabación era de lo más moderno. Seis personas se movían incesantemente por la sala, y otras dos estaban dentro de una cámara insonorizada.

Era el equipo que había contratado Kate para trabajar en el cedé inacabado de Elena.

Un tipo estaba operando una enorme consola como si fuera un controlador aéreo, ajustando las palancas y niveles, apretando botones, con el ceño fruncido y los labios apretados. Hacía señales a otro tipo que estaba encorvado frente al ordenador. Llevaba unas gafas tan gruesas que sus ojos parecían pelotas de golf.

– Eh, Danny, enlaza esto con la secuencia ciento tres.

– Ya lo tengo -dijo Danny.

Una mujer más bien joven gritó:

– Esta es la última para la cinta dat.

– Vale -respondió el tipo de la consola. Se quitó los auriculares y asintió mirando hacia Kate-. Ahora estamos combinando varias pistas, todo según las notas de Elena que, gracias a Dios, están escritas con todo detalle. Danny está trabajando aquí con un increíble programa informático nuevo que te permite insertar un fragmento en cualquier lado, en cualquier momento. Se llama Protools. Es genial.

– ¿Qué es una cinta dat? -preguntó Kate.

– La grabación maestra. De la que sacaremos los cedés y las cintas cuando esté acabada. -Se volvió a poner los auriculares, comprobó el panel, ajustó una palanca y se volvió a quitar los auriculares-. ¿Quiere escucharla?

Kate se puso los auriculares. La voz cristalina de Elena trazaba escalas, deslizándose, subiendo y cayendo en picado, llena de vida. De fondo habían superpuesto la voz de Elena hablando, recitando, casi contando una historia, pero totalmente abstracta. Las dos formas de expresión se fundían en una especie de música visual por la que Elena se había hecho famosa en el mundillo artístico. Lo único que faltaba era ella en persona. Kate cerró los ojos y se imaginó a Elena en un escenario de un blanco inmaculado.

– Esta es la última pieza del cedé -dijo el técnico-. ¿Cómo le suena?

Kate estaba escuchando a Elena, pero leyó los labios del tipo.

– Bonito -le dijo-, realmente bonito.

Sonrió y les hizo a los otros técnicos la señal de la victoria.

Las palabras y la música de Elena estaban sonando en algún lugar muy dentro de la cabeza de Kate.

– ¿Tiene nombre? -preguntó.

El técnico fue a consultar al tipo del ordenador.

– Danny, esta última pieza, ¿tiene nombre?

Kate levantó uno de los auriculares mientras esperaba, escuchando aún a Elena y la increíble música que le llegaba por el otro oído.

Danny consultó una hoja de las notas de Elena.

– Sí -dijo-. Se llama Canción para Kate.

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