La muerte de Juan

Juan el Bautista había estado todo ese tiempo en prisión. El rey Herodes Antipas deseaba sentenciarlo a muerte, pero sabía que era muy popular y temía lo que el pueblo pudiera hacer como respuesta. La esposa del rey -matrimonio que Juan había criticado- se llamaba Herodías y tenía una hija llamada Salomé. Cuando la corte estaba celebrando el cumpleaños de Herodes, Salomé danzó para él, y agradó tanto a los comensales que Herodes prometió darle lo que le pidiera. Inducida por su madre, Salomé dijo:

– Quiero que me entregues la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja.

Herodes estaba muy abatido por dentro, pero había hecho la promesa delante de sus invitados y no podía echarse atrás. Así pues, ordenó al verdugo que se personara en la prisión y decapitara a Juan. El verdugo así lo hizo y, tal como Salomé había solicitado, la cabeza llegó sobre una bandeja. La muchacha se la entregó a Hero-días. En cuanto al cuerpo del Bautista, sus seguidores fueron a buscarlo a la prisión para darle sepultura.

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