El extraño habla de verdad e historia

Cristo nunca sabía cuándo vendría a verle el extraño. La siguiente vez que lo hizo era noche cerrada y su voz habló quedamente desde el otro lado de la ventana.

– Cristo, ven y cuéntame qué ha estado sucediendo.

Cristo recogió sus pergaminos y salió de la casa con sumo sigilo. El extraño se lo llevó fuera de la ciudad, hasta la ladera oscura de un monte donde poder hablar sin ser oídos.

Cristo le contó todo lo que Jesús había hecho desde el sermón en la montaña mientras el extraño escuchaba atentamente.

– Has hecho un excelente trabajo -le dijo-. ¿Cómo te enteraste de lo sucedido en Tiro y Sidón? No estabas allí, si no me equivoco.

– He pedido a un discípulo de Jesús que me mantenga informado -dijo Cristo-. Sin que Jesús lo sepa, claro. Espero no haber cometido un error.

– Posees verdadero talento para esta tarea.

– Gracias, señor, aunque hay algo que me ayudaría a hacerla aún mejor. Si conociera el motivo de tus indagaciones, podría trabajar con más determinación. ¿Eres miembro del Sanedrín?

– ¿Eso piensas? ¿Cuál crees que es la función del Sanedrín?


– Es la institución que decide sobre importantes asuntos legales y doctrinales. También se ocupa de los impuestos y los temas administrativos y… y esas cosas. No estoy insinuando, ni muchos menos, que sea mera burocracia, aunque esas cosas son, desde luego, muy necesarias en los asuntos humanos…

– ¿Qué le contaste al discípulo que te hace de informante?

– Le conté que estaba escribiendo la historia del Reino de Dios y que él estaría ayudando en tan magnífica tarea.

– Excelente respuesta. Harías bien en aplicarla a tu pregunta. Al ayudarme, estás ayudando a escribir esa parte de la historia. Pero hay más, y no es algo que todo el mundo deba saber: escribiendo sobre lo que sucedió en el pasado ayudamos a moldear el futuro. Se acercan días oscuros, tiempos turbulentos; para poder abrir el camino que conduce al Reino de Dios, quienes sabemos debemos estar dispuestos a hacer de la historia la sierva de la posteridad y no su patrona. Lo que hubiera debido ser sirve mejor al Reino que lo que fue. Estoy seguro de que me entiendes.

– Sí -dijo Cristo-. Y si lees mis manuscritos…

– Los leeré con suma atención, y agradecido por tu valiente y desinteresada labor.

El extraño se guardó los manuscritos debajo de la capa y se dispuso a marcharse.

– Recuerda lo que te dije la primera vez que nos vimos. Existe el tiempo y lo que está fuera del tiempo. La historia pertenece al tiempo, pero la verdad pertenece a lo que está fuera del tiempo. Al escribir las cosas como hubieran debido ser estás dejando entrar la verdad en la historia. Tú eres la palabra de Dios.


– ¿Cuándo volverás? -preguntó Cristo. -Cuando se me necesite, y entonces hablaremos de tu hermano.

El extraño desapareció rápidamente en la oscuridad de la ladera. Cristo se quedó un buen rato sentado, a merced del frío viento, cavilando sobre lo que el extraño le había dicho. Las palabras «quienes sabemos» le parecían lo más emocionante que había oído en su vida. Y empezó a dudar de que su sospecha de que el extraño pertenecía al Sanedrín fuera acertada; no podía decirse que lo hubiese negado, pero parecía poseer unos conocimientos y un punto de vista muy diferentes de los abogados o rabinos a quienes Cristo había escuchado.

De hecho, ahora que lo pensaba, el extraño era muy diferente de las personas que Cristo había conocido en su vida. Las cosas que decía diferían tanto de lo que Cristo había leído en la Tora o escuchado en la sinagoga, que empezó a preguntarse si era siquiera judío. Hablaba perfectamente el arameo, pero era mucho más probable, dadas las circunstancias, que fuera un gentil, quizá un filósofo griego de Atenas o Alejandría.

Cristo regresó esa noche a su cama celebrando modestamente su presciencia; ¿acaso no había hablado a Jesús, en el desierto, de la necesidad de incluir a los gentiles en la gran organización que encarnaría el Reino de Dios?

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