Los astrólogos

Mientras eso ocurría, unos astrólogos de Oriente llegaron a Jerusalén buscando, decían, al rey de los judíos, que acababa de nacer. Lo habían deducido de sus observaciones de los planetas, y habían elaborado el horóscopo del niño con el ascendente, los tránsitos y las progresiones perfectamente detalladas.

Lógicamente, primero se dirigieron al palacio, donde solicitaron ver al niño soberano. Sorprendido, el rey Herodes los hizo llamar y les pidió que se explicaran.

– Nuestros cálculos indican que cerca de aquí ha nacido un niño que será el rey de los judíos. Supusimos que habría sido trasladado al palacio, por eso hemos venido primero aquí. Traemos presentes…

– Qué interesante -dijo Herodes-. ¿Y dónde ha nacido este niño soberano?

– En Belén.

– Acercaos un poco más -dijo el rey, bajando la voz-. Vosotros lo entenderéis, sois hombres de mundo, sabéis cómo son estas cosas. Por razones de Estado debo tener cuidado con mis palabras. Fuera existen poderes de los que vosotros y yo poco sabemos y que no dudarían en matar a ese niño si dieran con él, de manera que lo más importante ahora es protegerlo. Id a Belén, haced indagaciones y en cuanto averigüéis algo, venid a contár nielo. Yo me aseguraré de que a esa adorable criatura no le pase nada malo.

Los astrólogos recorrieron los pocos kilómetros que les separaban de Belén para conocer al niño. Estudiaron sus mapas astrales, consultaron sus libros, realizaron arduos cálculos y finalmente, tras preguntar en casi todos los hogares de Belén, dieron con la familia que andaban buscando.

– ¡Así que este es el niño que reinará sobre los judíos! -dijeron-. ¿O es este otro?

María levantó con orgullo a su hijo frágil. El otro dormía plácidamente en un rincón. Los astrólogos rindieron homenaje al pequeño que la madre tenía en los brazos, abrieron los cofres y ofrecieron sus presentes: oro, incienso y mirra.

– ¿Y decís que habéis visitado a Heredes? -preguntó José.

– Ah, sí. Quiere que volvamos y le informemos de vuestro paradero para que pueda garantizar la seguridad del niño.

– Yo en vuestro lugar me iría directamente a casa -dijo José-. El rey es un hombre impredecible. A lo mejor se le mete en la cabeza castigaros. Nosotros le llevaremos al niño a su debido tiempo, no os preocupéis.

Los astrólogos lo consideraron un buen consejo y partieron. José, entretanto, recogió deprisa y corriendo todas sus pertenencias y esa misma noche partió con María y los niños hacia Egipto, pues conocía el carácter voluble del rey Heredes y temía lo que pudiera hacer.

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