El nacimiento de Juan

Zacarías, el sumo sacerdote, era de la edad de José, y su esposa Isabel también tenía una edad avanzada. Al igual que Joaquín y Ana, y pese a desearla con fervor, no habían tenido descendencia.

Un día Zacarías vio a un ángel y este le dijo: -Tu esposa te dará un hijo, y le llamarás Juan. Atónito, Zacarías replicó:

– ¿Cómo es posible? Yo ya estoy viejo y mi esposa es estéril.

– Te lo dará -dijo el ángel-. Y hasta ese momento permanecerás mudo por dudar de mis palabras.

Dicho y hecho: Zacarías perdió la voz, y al poco tiempo Isabel concibió un hijo. La mujer no cabía en sí de dicha, pues su infertilidad había constituido una deshonra difícil de soportar.

Llegado el día, dio a luz a un varón. Cuando se disponían a circuncidarlo, preguntaron cómo debía llamarse. Zacarías cogió una tablilla y escribió: «Juan».

Sus familiares le miraron atónitos, pues nadie en la familia llevaba ese nombre; pero en cuanto Zacarías lo hubo escrito, recobró el habla y el milagro constató la elección. El niño se llamaría Juan.

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