E hizo bien. Cuando Herodes comprendió que los astrólogos no iban a regresar, montó en cólera y ordenó matar de inmediato a todos los niños menores de dos años en Belén y alrededores.
Entre los niños menores de dos años estaba Juan, el hijo de Zacarías e Isabel. En cuanto se enteraron del plan de Herodes, Isabel se lo llevó a las montañas, buscando un lugar donde esconderse. Pero la mujer estaba mayor, no podía caminar mucho y, presa de la desesperación, gritó:
– ¡Oh, montaña de Dios, protege a esta madre y a su hijo!
En ese momento la montaña se abrió y le ofreció una cueva donde refugiarse.
Isabel y el niño estaban finalmente a salvo, pero no así Zacarías. Herodes sabía que había sido padre poco tiempo atrás y lo mandó llamar.
– ¿Dónde está tu hijo? ¿Dónde lo has escondido?
– ¡Soy un sacerdote atareado, Majestad! ¡Dedico todo mi tiempo a los asuntos del templo! El cuidado de los hijos es tarea de mujeres. Ignoro dónde puede estar mi hijo.
– Te lo advierto… ¡di la verdad! Puedo derramar tu sangre si lo deseo.
– Si derramas mi sangre, me convertiré en un mártir del Señor -repuso Zacarías, y sus palabras se cumplieron, porque fue asesinado en el acto.