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Sevilla. Martes, 6 de junio de 2oo6, 12:45 horas


Uno de los habitantes de los pisos le había dicho a Ferrera que había visto la Peugeot Partner el día anterior por la tarde, el lunes 5 de junio. Se había parado en la calle Los Romeros, delante de la mezquita, y dos hombres habían descargado cuatro cajas de cartón y unas bolsas de plástico azul. La única descripción que dio de los hombres es que eran jóvenes y fornidos, y que llevaban camiseta y téjanos. Las cajas eran tan pesadas que tuvieron que transportarlas de una en una. Lo metieron todo en la mezquita. Los dos hombres salieron y se alejaron en la furgoneta. Falcón le dijo que siguiera buscando testigos, y que si hacía falta acudiera al hospital.

En el aparcamiento, el alcalde y los diputados del parlamento andaluz se habían ido, y el comisario Elvira y el juez Calderón estaban rematando una improvisada conferencia de prensa. En el séptimo piso habían encontrado otro cadáver. Los equipos de rescate no habían encontrado a nadie vivo entre los escombros. Utilizaban martillos neumáticos para llegar a las mallas de acero de los suelos de cemento armado, y sopletes de oxiacetileno y cortadoras motorizadas para partir los suelos en bloques. La grúa levantaba esos bloques y los depositaba en los volquetes. Con cada información que llegaba surgían más interrogantes. Elvira estaba visiblemente irritado por todo ello, pero Calderón estaba en su salsa y los periodistas lo adoraban. Les llenó de alegría poder concentrarse en el apuesto y carismático Calderón cuando por fin Elvira se marchó para regresar a la guardería, donde había instalado el cuartel general provisional en las aulas intactas del fondo.

Los periodistas reconocieron a Falcón y fueron tras él, impidiéndole seguir a Elvira. Le metían los micrófonos en la cara. Aparecían cámaras entre las cabezas. ¿Podía repetir el nombre del explosivo? ¿De dónde procedía? ¿Seguían vivos los terroristas? ¿Hay una célula operativa en Sevilla? ¿Qué tiene que decir de las evacuaciones en el centro de la ciudad? ¿Ha estallado otra bomba? ¿Alguien ha reclamado la autoría del ataque? Falcón tuvo que abrirse paso entre aquella avalancha e hicieron falta tres policías para impedir que los periodistas entraran en la guardería. Falcón se estaba alisando la ropa en el pasillo cuando Calderón salió de entre aquella multitud vociferante rumbo a la verja de la entrada.

– Joder -dijo, arreglándose el nudo de la corbata-, parecen una manada de chacales.

– Ramírez me acaba de decir lo del explosivo.

– No hacen más que preguntarme por eso. No me he enterado de nada.

– El nombre común es RDX o hexógeno.

– ¿Hexógeno? -dijo Calderón-. ¿No es lo que los rebeldes chechenos usaron para volar un bloque de pisos en Moscú en 1999?

– Los militares lo utilizan para fabricar proyectiles.

– Recuerdo que hubo un escándalo porque los chechenos utilizaban explosivos reciclados de un instituto de investigación científica del gobierno, que habían sido comprado por la mafia, que luego lo vendió a los rebeldes. La artillería militar rusa había sido utilizada para volar a los suyos.

– Típico de los rusos.

– No lo vas a tener fácil -dijo Calderón-. El hexógeno puede venir de cualquier parte: Rusia, un grupo terrorista checheno, un depósito de armas en Irak, cualquier país del tercer mundo donde haya habido un conflicto y donde hayan dejado abandonada artillería. Incluso podría ser material estadounidense.

El móvil de Falcón vibró. Era Elvira, que los convocaba a una reunión con el Centro Nacional de Inteligencia y la Comisaría General de Información.

Había tres hombres del CNI. El jefe ya había cumplido los sesenta, tenía el pelo blanco, las cejas negras y una cara apuesta de ex atleta. Dijo que se llamaba Juan. Los dos que le acompañaban, Pablo y Gregorio, eran más jóvenes, y tenían ese aspecto anodino de mandos intermedios. Vestidos de oscuro casi no se les distinguía al uno del otro, aunque Pablo tenía una cicatriz que le bajaba de la línea del pelo a la ceja izquierda. Falcón, un tanto incómodo, se dio cuenta de que Pablo no le había quitado la vista de encima desde que entrara en la sala. Comenzó a preguntarse si se conocían.

Sólo había un representante del CGI, la unidad antiterrorista. Era el inspector jefe Ramón Barros, un hombre bajo y robusto de pelo gris cortado al cepillo y dientes perfectos, lo que añadía un elemento siniestro a su porte brutal y amenazador.

El comisario Elvira le pidió a Falcón que hiciera un resumen de lo que habían averiguado hasta ese momento. El inspector comenzó con las consecuencias de la explosión y pasó rápidamente al descubrimiento de la Peugeot Partner, su contenido y todas las veces que había sido vista por los testigos en el aparcamiento.

– Desde entonces hemos descubierto que ese fino polvo blanco de la furgoneta era un explosivo militar conocido como hexógeno, y mi colega, el juez Calderón, me ha informado de que es el mismo explosivo que utilizaron los rebeldes chechenos para volar dos bloques de pisos en Moscú en 1999.

– No crea todo lo que lee en los periódicos -dijo Juan-. Hay serias dudas de que fueran los rebeldes chechenos. No somos muy amantes de las teorías conspirativas, pero por lo que se refiere a Rusia, parece ser que todo es posible. Después de un ataque tan catastrófico como este, existe una tendencia natural a hacer comparaciones, a intentar encontrar una pauta común. Lo que hemos aprendido después de los errores del 11 de marzo es que no hay ninguna pauta. La función del gobierno es mitigar el pánico ofreciendo algún tipo de orden al público aterrorizado. Nuestro trabajo es tratar cada situación como algo único. Prosiga, inspector jefe.

A ninguno de los sevillanos les gustó ese discursito condescendiente, y se quedaron mirando al hombre del CNI, enfundado en sus mocasines caros, su traje liviano y su corbata rígida, gruesa y plateada, y decidieron que, de lo que había dicho, lo único que no le delataba como el típico visitante madrileño era haber admitido que habían cometido un error.

– Si no fueron los rebeldes chechenos, ¿quién fue? -preguntó Calderón.

– Eso no es relevante, juez Calderón -dijo Juan-. Proceda, inspector jefe.

– Podría ser interesante por lo que respecta a la procedencia del hexógeno -dijo Calderón, que no era alguien a quien se hiciera callar fácilmente-. Hemos encontrado una furgoneta con restos de explosivos y parafernalia islámica. Se sabe que los chechenos tienen acceso a la artillería militar rusa, y cuentan con las simpatías del mundo musulmán. Casi todo el mundo cree que esos rebeldes fueron los responsables de la destrucción del bloque de pisos de Moscú. Si los servicios de inteligencia han demostrado que alguna de esas relaciones es falsa, quizá el inspector jefe debería saberlo. El origen de los explosivos será una parte importante de su investigación.

– ¿Su investigación? -dijo Juan-. Dirá nuestra investigación. Esto va a ser un esfuerzo concertado. El Grupo de Homicidios no va a afrontar este caso solo. Ese hexógeno ha sido importado. El CNI cuenta con conexiones internacionales para averiguar de dónde procedía.

– No obstante -dijo Calderón, dando rienda suelta a su pomposidad-, aquí es donde comienza la investigación, y si el inspector jefe tiene que seguir una línea de investigación con información incorrecta o que pueda inducirle a error, quizá se le debería poner al corriente.

Calderón sabía que esa información era irrelevante para la investigación, pero también sabía que era necesaria una demostración de fuerza para poner en su sitio a Juan. Calderón era el principal juez de instrucción, y no iba a permitir que su autoridad quedara socavada por un forastero, y mucho menos por un madrileño.

– No podemos estar seguros -dijo Juan, exasperado por el numerito de Calderón-, pero una de las teorías más creíbles es que el Servicio de Seguridad Ruso, el FSB, fue el responsable de la explosión, y que luego consiguieron culpar a los chechenos. Justo antes de la explosión Putin había sido nombrado director del FSB. El país estaba sumido en el caos, y era la oportunidad perfecta para una maniobra como esa. El FSB provocó una guerra en Chechenia y Daguestán. El primer ministro perdió el cargo y Putin se hizo con el poder a comienzos de 1999. La voladura de los bloques de pisos de Moscú le dio la oportunidad de iniciar una campaña patriótica. Era un líder sin miedo que iba a poner a raya a los rebeldes. A principios de 2000 se comportaba como si fuera el presidente de Rusia. El hexógeno utilizado por el FSB procedía supuestamente de un instituto de investigación científica de Lubianka en el que el FSB tenía su cuartel general. Como puede ver, juez Calderón, mi explicación no es de gran ayuda, pero ilustra lo rápidamente que el mundo puede convertirse en un lugar peligroso y confuso.

Silencio mientras los sevillanos consideraban la relación de la explosión ocurrida en su ciudad con lugares como Chechenia y Moscú. A continuación Falcón les informó de la Peugeot Partner, de los dos hombres que habían descargado cajas en la mezquita, los hombres que se creía estaban en la mezquita a la hora de la explosión y de las últimas revelaciones acerca del propietario del vehículo y su sobrino, Trabelsi Amar, que se la había pedido prestada.

– ¿Algo más? -preguntó Juan, mientras el ayudante de Elvira introducía el nombre de Trabelsi Amar en la base de datos de sospechosos de terrorismo.

– Sólo quiero aclarar una cosa antes de seguir con la investigación -dijo Falcón-. ¿Tenían el CNI o el CGI la mezquita bajo vigilancia?

– ¿Qué le hace pensar en esa posibilidad? -preguntó Juan.

Falcón le habló de los misteriosos y atildados jóvenes de Informaticalidad que habían frecuentado el apartamento cercano en los últimos tres meses.

– No es así como nosotros montamos un operativo de vigilancia, y nunca había oído hablar de Informaticalidad.

– ¿Y la unidad antiterrorista, inspector jefe Barros? -preguntó Elvira.

– No teníamos la mezquita bajo vigilancia -dijo Barros, que parecía reprimir una gran cólera bajo su prodigiosa calma-. Yo he oído hablar de Informaticalidad. Son los principales suministradores de software y componentes informáticos de Sevilla. Incluso nos suministran a nosotros.

– Una última cuestión acerca del imán -dijo Falcón-. Nos han dicho que llegó procedente de Túnez en septiembre de 2004, y que pertenece a la categoría de sospechosos de terrorismo de bajo riesgo, pero para poder acceder a su historial se necesita la autorización de un superior.

– Su expediente es incompleto -dijo Juan.

– ¿Qué significa eso?

– Por lo que sabemos, está limpio -dijo Juan-. Se le ha oído manifestarse en contra de la naturaleza indiscriminada y cruel de los atentados de Madrid. De su solicitud de visado sabemos que una de las razones por las que vino a Sevilla fue para intentar curar las heridas entre las comunidades católica y musulmana. Comprendió que era su deber. Sólo nos preocupaban algunas lagunas de su expediente que no se han podido llenar. Es algo que se remonta a los años ochenta, cuando muchos musulmanes se fueron a Afganistán a luchar con los muyahidines contra los rusos. En los noventa algunos regresaron a sus casas radicalizados, y otros se hicieron talibanes. En aquella época el imán sería un treintañero, por lo que sería un óptimo candidato. Al final los estadounidenses respondieron por él y le concedimos el visado.

– De modo que la bomba ha matado a un posible simpatizante -dijo Elvira-, a cinco hombres de más de sesenta y cinco años, a otro menor de treinta y cinco que iba en silla de ruedas, a dos españoles conversos y a dos hombres de cuarenta que cobraban el subsidio de incapacidad laboral, lo que sólo nos deja a dos hombres menores de treinta y cinco años, perfectamente sanos y de origen norteafricano. ¿Puede el CNI ofrecernos alguna teoría de por qué este grupo extrañamente heterogéneo que, como se nos ha dicho, no estaba bajo vigilancia, iba a almacenar explosivo militar de alta calidad y por qué iban a detonarlo?

Silencio. Les llegó el chirrido de los engranajes de la maquinaria de fuera. El estruendo de los escombros al rodar hacia los volquetes vacíos, el siseo y los pitidos de los sistemas hidráulicos, el leve rugido del cable de la grúa al desenrollarse, todo ello puntuado por el estacazo de los martillos neumáticos: aquella música les recordó a aquellos hombres cuál era el propósito de su reunión y el desastre acaecido en esa ciudad.

– Trabelsi Amar no se encuentra en la base de datos de sospechosos de terrorismo y es un inmigrante ilegal -dijo el ayudante de Elvira, rompiendo el silencio.

– ¿Cree que los explosivos pudieron almacenarse en la mezquita sin que lo supiera el imán? -preguntó Calderón.

– Existe la remota posibilidad de que no supiera lo que era -dijo Juan-. Como saben, el hexógeno parece azúcar. El rastro que dejó en el suelo indica que el paquete no estaba herméticamente cerrado. Es posible que el explosivo se encontrara en esas cajas de cartón que el inspector jefe nos ha dicho que descargaron ayer.

– Pero para que el hexógeno explote hace falta un detonador -dijo Halcón-. Por la manera en que lo transportaron debe ser un producto estable.

– Lo es -dijo Juan.

– Lo que significa que debían de estar fabricando bombas y les explotó por accidente -dijo Falcón-. Dudo que pudieran hacerlo en secreto en una mezquita de ese tamaño, con trece personas dentro. No he visto los planos, pero no puede tener más de diez metros por veinte.

– Así que, según esta hipótesis, contaban con la complicidad del imán -dijo Juan-. Tendremos que hablar con los estadounidenses de ese Abdelkrim Benaboura y encontrar una identificación fotográfica y el historial de Trabelsi Amar.

– Si Soumaya ha identificado a Amar como su sobrino, no parece que le esté encubriendo -dijo Falcón-. Probablemente tiene fotos de él. Hemos de considerar la posibilidad de que no fuera él quien conducía la furgoneta. Podrían haberla robado, o quizá se la prestó a otra persona para que transportara productos a Sevilla. Quizá la función de Trabelsi Amar sólo era proporcionar una furgoneta cuyo robo no se denunciara.

– Nos aseguraremos de que el CGI de Canillas se ponga en contacto con la policía local de Madrid, que ahora está interrogando a Mohammed Soumaya -dijo Juan, que parecía estar desautorizando al inspector jefe Barros, que seguía a punto de explotar-. Una de las complicaciones de estas operaciones terroristas es que las personas que tenemos controladas sólo acaban haciéndonos perder tiempo y recursos. Ya ocurrió en el caso del 11 de marzo, cuando ningún miembro de los comandos operativos era un terrorista conocido ni tenía vínculos con ninguna organización terrorista radical conocida. Salieron de la nada para llevar a cabo su tarea.

– Pero ahora ustedes están más preparados que antes -comentó Elvira.

– Desde el 11 de septiembre y desde que hay evidencias de conexiones de las células terroristas islámicas en España…

– ¿Se refiere a miembros de Al-Qaeda? -dijo Elvira.

– No nos gusta utilizar el nombre de Al-Qaeda -dijo Juan- porque da a entender que existe una organización jerarquizada al estilo occidental. Resulta útil para los medios de comunicación poder adjudicarle ese nombre al terrorismo islámico, pero no lo utilizamos en el servicio. Hemos de procurar no confiarnos. Como le decía, desde el 11 de septiembre y desde que hay pruebas de las conexiones de las células terroristas islámicas en España con los autores de los atentados de las Torres Gemelas y de Washington, las actividades se han intensificado.

– Pero, como he dicho, parece haber una corriente infinita de agentes jóvenes desconocidos y que pueden organizarse a distancia para llevar a cabo actos terroristas -dijo Calderón-. Ese es el auténtico problema, ¿verdad?

– Como habrá visto por las investigaciones de los atentados de Londres -comentó Juan-, existe una extraordinaria cooperación entre todos los servicios secretos. Nuestra proximidad con el Norte de África nos hace vulnerables, pero también tiene ventajas. En los dos años transcurridos desde los atentados de Madrid hemos conseguido infiltrarnos con bastante éxito en Marruecos, Argelia y Túnez. Esperamos mejorar nuestra capacidad de detectar células durmientes interceptando las señales que pueden llegar a activarlas. No somos perfectos, pero ellos tampoco. No se oye hablar de nuestros éxitos, pero es demasiado pronto para decir que lo ocurrido obedece a uno de nuestros fracasos.

– Ha dicho antes que «según esta hipótesis contaban con la complicidad del imán» -dijo Falcón-. ¿Significa eso que se contemplan otros posibles escenarios?

– Todo lo que podemos hacer es estar preparados para cualquier eventualidad -dijo Juan-. En los dos últimos años hemos estado observando un fenómeno interno, que salió primero a la luz en internet. Dudo en llamar grupo a este fenómeno, pues no hemos encontrado pruebas de ninguna organización, ni de ninguna comunicación, si a eso vamos. Lo que hemos encontrado son boletines informativos en una página llamada www.vomit.org. Creíamos que era una página de Estados Unidos porque primero apareció en inglés, pero hace poco la CIA y el MI 5 nos han informado de que ahora creen que VOMIT significa Víctimas del Odio de Musulmanes, Islamistas y Terroristas.

– ¿Cuál es el contenido de ese boletín informativo?

– Se trata de una lista actualizada de todos los ataques terroristas llevados a cabo por los extremistas islámicos desde principios de los noventa. Ofrece un breve relato del atentado, el número de víctimas, tanto muertos como heridos, seguido del número de personas directamente afectadas por ser parientes de un muerto o un herido.

– ¿Significa eso que se ponen en contacto con las familias de las víctimas? -preguntó Elvira.

– Si lo hacen, al parecer las víctimas no se han enterado -dijo Juan-. Quienes se acercan a las víctimas son los medios de comunicación, el gobierno, los servicios sociales, la policía… y, de momento, no hemos encontrado a nadie que haya sido capaz de decirnos que VOMIT se ha puesto en contacto con ellos.

– ¿Esto empezó en 2004, después de los atentados de Madrid? -dijo Elvira.

– Los ingleses vieron por primera vez la página en junio de 2004. En septiembre ya incluía atentados musulmanes contra musulmanes, tales como atentados suicidas contra oficinas de reclutamiento de policías en Irak, y desde el comienzo de 2005 hay una sección en la que aparecen mujeres musulmanas que han sido víctimas de asesinatos por honor o violaciones en grupo. En esos casos, sólo aparece el tipo de ataque y el número de víctimas.

– Es de suponer que esas páginas web han sido colgadas de manera anónima -dijo Calderón, que sin esperar respuesta añadió-: Seguramente los musulmanes habrán reaccionado.

– El canal de noticias de Al-Yazira sacó un reportaje sobre estas páginas web en agosto de 2004, y en internet hubo una fuerte respuesta: páginas web de financiación árabe que enumeraban las víctimas árabes de las agresiones israelíes, estadounidenses, europeas, rusas, australianas y de Extremo Oriente. Algunas de ellas eran extremas y se remontaban a las cruzadas, a la expulsión de los moros de España y a la derrota del Imperio Otomano. Ninguna de ellas tenía un nombre tan llamativo como VOMIT, y muchas de ellas no pudieron resistirse a proclamar sus reivindicaciones, así que aunque fueron leídas con avidez en el mundo árabe, no penetraron en Occidente.

– ¿Y qué le hace pensar que VOMIT ha pasado de ser un fenómeno de internet pasivo y sin organización a una entidad activa y operativa? -preguntó Falcón.

– No lo pienso -dijo Juan-. Diariamente repasamos las páginas web para ver si hay incitación a la violencia, si se falta el respeto al Islam o si surgen intentos de reclutamiento a alguna causa, pero lo único que aparece es la enumeración de atentados y de víctimas.

– ¿Han hablado con las víctimas del atentado de Madrid? -preguntó Falcón.

– No hay ninguna intención de venganza que los una. Su cólera la dirigieron contra nuestros políticos, no contra los norteafricanos en general ni contra los islamistas fanáticos en especial. Casi todas las víctimas comprendieron que también habían muerto muchos musulmanes en los atentados. Lo vieron como un acto de terror indiscriminado, con un objetivo político.

– ¿Saben algo de VOMIT?

– Sí, pero ninguno dijo que intentaría afiliarse si existiera -dijo Juan-. No obstante, sabemos que existen muchos grupos fanáticos de derechas con opiniones extremadamente racistas y que están en contra de la inmigración. Los tenemos vigilados. La policía se encarga de sus actividades a nivel local. No se sabe que dispongan de organización a nivel nacional ni que hayan planeado ni llevado a cabo atentados de esta magnitud.

– ¿Y grupos religiosos?

– Algunos de estos grupos de ultraderecha tienen elementos religiosos. Si se anuncian de alguna manera, los conocemos. Lo que nos preocupa es que hayan podido aprender de los que consideran sus enemigos.

– O sea -dijo Calderón-, que hay otra hipótesis posible: un ataque organizado contra la comunidad musulmana. ¿Se basa sólo en eso? ¿En que ha llegado el momento de que haya una reacción contra el terrorismo islámico?

– Cada atrocidad terrorista es única -comentó Juan-. Porque las circunstancias de cada momento son también únicas. Cuando se produjo el atentado del 11 de marzo, el gobierno de Aznar esperaba que ocurriera un atentado de ETA poco antes de las elecciones. Un par de meses antes de Nochebuena, se descubrieron dos bombas de 25 kilos en el Intercity Irún-Madrid. Ambas bombas eran dispositivos clásicos de ETA, y estaban programadas para estallar dos minutos antes de que llegaran a la estación de Chamartín. Encontraron otra bomba de ETA en la vía de la línea Zaragoza-Caspe-Barcelona, programada para estallar en la Nochevieja de 2003. El 29 de febrero de 2004, como sabemos todos los que estamos aquí, la Guardia Civil interceptó a dos miembros de ETA en una furgoneta de transporte que contenía 536 kilos de Titadine con destino Madrid. Todo apuntaba a un importante atentado a la red ferroviaria antes de las elecciones del 14 de marzo de 2004, planeado y llevado a cabo por ETA.

– Esa era la información, y el CNI envió la extrapolación al gobierno -dijo Calderón, para remachar el clavo.

– Y era errónea, juez Calderón. Nos equivocamos -dijo Juan-. Incluso después de oír las cintas del Corán encontradas en la Renault Kangoo cerca de la estación de Alcalá de Henares, y de descubrir detonadores que ETA nunca había utilizado, y averiguar que el explosivo no era Titadine, que es el que suele usar ETA, sino Goma 2 ECO, seguíamos sin poder creer que ETA no estuviera detrás. Eso es lo que quiero destacar, y por eso en este atentado hemos de considerar todas las hipótesis posibles y no permitir que los prejuicios nos nublen el entendimiento. Debemos trabajar, paso a paso, hasta que la inflexible línea de la lógica nos lleve a los autores.

– Pero no podemos tener a la gente en ascuas mientras investigamos -dijo el juez Calderón-. Los medios de comunicación, los políticos y el público necesitan saber que se está haciendo algo, que su seguridad está garantizada. El terror alimenta la confusión…

– Esa es la responsabilidad del comisario Elvira, que está al frente de la investigación, y de los políticos -dijo Juan-. Nuestro trabajo es asegurarnos de que cuentan con la información correcta. Ya hemos comenzado a considerar este atentado desde una perspectiva histórica: las bombas en los bloques de Moscú, el descubrimiento de parafernalia islámica en la furgoneta blanca. Eso es algo que no nos podemos permitir.

– Los medios de comunicación ya están al corriente de lo que se encontró en la furgoneta -dijo Calderón-. No podemos impedir que saquen sus conclusiones.

– ¿Y cómo lo saben? -dijo Juan-. Había un cordón policial.

– No lo sabemos -dijo Calderón-, pero en cuanto sacaron el vehículo y dejaron entrar a los periodistas en el aparcamiento, el comisario Elvira y yo tuvimos que eludir preguntas acerca del hexógeno, los dos ejemplares del Corán, el pasamontañas, el fajín islámico y muchas otras cosas que ni siquiera estaban en la furgoneta.

– Había mucha gente en ese aparcamiento -dijo Falcón-. Mis agentes, la policía científica, los artificieros, los que se llevaron el vehículo, todos estaban cerca la primera vez que lo inspeccionamos. Los periodistas hacen su trabajo. Tampoco las cámaras debían acercarse a los cadáveres de los niños de la guardería, pero uno de ellos consiguió filmarlos.

– Como ya hemos visto antes -dijo Juan, conteniendo su irritación-, es muy difícil eliminar las primeras impresiones de la mentalidad de la gente. Sigue habiendo millones de estadounidenses que aún creen que Saddam Hussein fue responsable de una manera u otra del 11-S. Ahora casi todos los sevillanos creerán que han sido víctimas de un ataque islamista, y a lo mejor ni podemos acercarnos a confirmar la verdad hasta que no entremos en la mezquita, y los trabajos de demolición pueden durar días.

– Quizá deberíamos fijarnos en las circunstancias singulares que han conducido a este hecho -dijo Falcón-, y también mirar al futuro, para ver si este atentado pretende influir en algo. Por lo que a mí respecta, la única razón por la que llegué tan pronto a la escena del crimen fue porque estaba en el Instituto Forense, comentando la autopsia de un hombre que encontraron en el vertedero principal de las afueras de Sevilla.

Falcón les dio los detalles del cuerpo sin identificar.

– Por supuesto, es posible que este asesinato y el atentado no estén relacionados -dijo Falcón-. No obstante, no tiene parangón en la historia criminal de Sevilla, y no parece la obra de una sola persona, sino de un grupo de asesinos que se han tomado muchas molestias para evitar que se le identificara.

– ¿Ha habido otros asesinatos en los que se haya intentado evitar la identificación del mismo modo? -preguntó Juan.

– No este año en España, según el ordenador de la policía -dijo Falcón-. Aún no lo hemos comprobado con la Interpol. Es una investigación muy reciente.

– ¿Hay elecciones cercanas?

– Las elecciones al Parlamento Andaluz se celebraron en marzo de 2004 -dijo Calderón-. Las municipales fueron en 2003, así que no habrá votaciones hasta marzo. En la actualidad el ayuntamiento es socialista.

Juan sacó del bolsillo un papel doblado.

– Antes de salir de Madrid recibimos una llamada del CGI, que acababa de ser informado de que el director del ABC había recibido una carta con matasellos de Sevilla. En la carta había una hoja de papel y un texto impreso en español. Hemos descubierto que el texto pertenece a Abdulá Azzam, un predicador más conocido por ser uno de los principales ideólogos de la resistencia afgana durante la invasión rusa. Dice lo siguiente: «Esta misión no acabará con la victoria en Afganistán; la yihad seguirá siendo una obligación individual hasta que todas las tierras que fueron musulmanas nos sean devueltas, a fin de que el Islam vuelva a reinar: nos quedan Palestina, Bojara, Líbano, Chad, Eritrea, Somalia, Filipinas, Birmania, Yemen del Sur, Tashkent…» -Hizo una pausa, mirando a su alrededor- «y Andalucía».


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