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Sevilla. Martes, 6 de junio de 2006, 22:05 horas


Mark Flowers ya había comido. Su sistema digestivo estadounidense nunca se había habituado a la costumbre española de no pensar en la cena hasta las nueve y media. Rechazó las ofertas de Falcón de cerveza y manzanilla y optó por un whisky de malta. Falcón engulló un bocadillo preparado velozmente en la cocina y siguió con la manzanilla. Seguía haciendo mucho calor, y se sentaron bajo el cielo, en el patio.

– Así pues, ¿de qué querían hablarte «los tuyos»? -preguntó Flowers, que era de los que siempre preguntan primero.

– Intentan convencerme de que haga labores de reclutamiento para ellos.

– ¿Y qué vas a hacer?

– Tengo hasta las seis de la mañana para decidirme.

– Bueno, han sido muy amables al esperar hasta ahora, como si no tuvieras bastantes preocupaciones -dijo Flowers, que siempre estaba dispuesto a demostrarle que no a todos los norteamericanos les habían extirpado la ironía-. No sé a quién quieren que reclutes, pero si es un amigo puede que no siga siéndolo. Según mi experiencia, es lo que suele pasar.

– ¿Por qué lo dices?

– La gente reacciona de manera extraña cuando le piden que haga de espía. Cuestionan la relación anterior que tenían contigo: ¿Se hizo amigo mío sólo para reclutarme? También implica una doblez moral. Tú, en cuanto que reclutador, tienes un solo propósito, que exige pedirle a alguien que mienta y engañe en tu nombre. Es una extraña relación.

– ¿Algún consejo?

– Es como cuando sales con una chica. Todo consiste en saber cuándo actuar. Si te precipitas, la chica te acusa de ser un fresco. Si te retrasas demasiado, puedes acabar aburriéndola, mostrándole tu indecisión. Es un proceso delicado, y, al igual que salir con chicas, la única manera de hacerlo bien es practicando… mucho.

– Me has dado mucha confianza, Mark. Hace más de un año que no salgo con una chica.

– Algunos dicen que es como montar en bici -dijo Flowers-. Pero hay una gran diferencia entre un chaval de dieciocho años que aprende a montar en bici y un hombre de mediana edad que vuelve después de un tiempo. Ojalá cambiaras de whisky, Javier. Esto es como beber turba.

– A lo mejor quieres mezclarlo con un poco de Coca Cola -dijo Falcón.

Flowers se rió entre dientes.

– ¿Los tuyos saben si tu amigo marroquí es «seguro»? -le preguntó.

– ¿He mencionado que iba a reclutar a un amigo y que era marroquí?

Flowers volvió a reír entre dientes y bebió un buen lingotazo de whisky.

– No lo has dicho, pero dadas nuestras actuales circunstancias, era una apuesta segura.

– Parece que lo han investigado bastante bien -dijo Falcón, renunciando a seguir con ese juego.

– No es así como se averigua si alguien es «seguro» -dijo Flowers-. Investigar a alguien es como aprender a triunfar en los negocios con un libro de autoayuda.

– Sé que es seguro.

– Bueno, eres un policía de homicidios, así que deberías saber cuándo alguien te miente -dijo Flowers-. ¿Qué conversaciones habéis mantenido acerca del terrorismo, Irak, la cuestión palestina, que te han llevado a pensar que tu amigo es «seguro»?

– Ninguna de la que pueda sacar una conclusión definitiva, si te refieres a eso.

– Puedo encontrarte a miles de musulmanes en los cafés del norte de África que condenarían los actos de esos grupos extremistas y su violencia indiscriminada -comentó Flowers-, pero me costaría encontrar a uno que me diera información que condujera a la captura y posible muerte de un yihadista. Es una de las extrañas contradicciones de este tipo de espionaje: hace falta una profunda certeza moral para comportarse de manera inmoral. Y ahora, dime, ¿cómo sabes que es «seguro»?

– No sé muy bien qué decirte para que me creas sin parecer un idiota -dijo Falcón.

– Ponme a prueba.

– Desde el momento en que nos conocimos vimos algo el uno en el otro.

– ¿Qué significa eso?

– Hemos tenido experiencias comparables, que nos han proporcionado un grado de comprensión automática.

– Sigo sin verlo claro -dijo Flowers, cerrando un ojo sobre el vaso levantado.

– ¿Qué ocurre cuando dos personas se enamoran?

– No te embales, Javier.

– ¿Cómo esas dos personas sortean toda esa comunicación a la fuerza complicada que les permite saber que esa noche se acostarán?

– ¿Sabes cuál es el problema? Que los amantes se engañan continuamente.

– Lo que estás diciendo, Mark, es que nunca podemos tener una certeza absoluta, sino sólo aproximada.

– La analogía con el amor es acertada -dijo Flowers-. Sólo tienes que asegurarte de que no ame a otro más que a ti.

– Gracias.

– ¿De quién estás hablando, por cierto?

– Has tardado mucho en preguntarlo.

– De haber sabido que ibas a ser tan reservado, te habría sacado a cenar.

– Esto no es cosa mía, sino del CNI.

– ¿Crees que podrás salir del aeropuerto de Casablanca sin que mis chicos te vean? -preguntó Flowers.

– Me sorprende que aún no me hayáis seguido.

Silencio. Flowers sonrió.

– Lo has sabido desde el primer momento -dijo Falcón, levantando las manos-. ¿Por qué te traes estos jueguecitos conmigo?

– Para demostrarte que, en mi mundo, eres un aficionado -dijo Flowers-. ¿Qué esperas sacarle a Yacoub Diouri?

– No lo sé. Ni siquiera estoy seguro de aceptar la tarea, y, de aceptarla, si mis superiores lo permitirán.

– ¿Qué me dices de la investigación que tienes entre manos?

– Queda mucho por hacer, pero al menos sabemos lo que pasaba dentro y fuera de la mezquita en los días anteriores a la explosión.

– ¿Por eso querías que investigara I4IT?

– Esto queda en un segundo plano… muy en segundo plano -dijo Falcón, que le contó todo lo que había averiguado de Horizonte e Informaticalidad.

– I4IT no tiene, de hecho, su centro de operaciones en Indianápolis -dijo Mark Flowers-. La central de la empresa está en Columbus, Ohio, por su proximidad con Westerville, Ohio, que es donde comenzó el movimiento por la abstinencia en Estados Unidos, y donde surgió la Prohibición Nacional de bebidas alcohólicas en los años veinte.

– Lo dices como si fuese importante.

– Dos cristianos renacidos -dijo Flowers-, que descubrieron la fe a través de los excesos de su juventud son los dueños y directores activos de la empresa. Cortland Fallenbach era un programador de ordenadores que trabajaba para Microsoft hasta que «le dejaron ir» debido a sus problemas con el alcohol y otras sustancias. Morgan Havilland era vendedor de IBM, hasta que su adicción al sexo se descontroló y hubo que despedirlo antes de que la empresa acabara en un tribunal al final de un pleito por acoso sexual.

– ¿Esta pareja se conoció haciendo terapia?

– En Indianápolis -dijo Flowers-. Y como los dos habían trabajado para las empresas tecnológicas más importantes del mundo, decidieron fundar un grupo para invertir en empresas de alta tecnología. Fallenbach era el rey del software, y Havilland comprendía el hardware. Al principio solamente invertían y aprovechaban su conocimiento de los intríngulis de la industria. Luego comenzaron a comprar empresas, las fusionaban y luego o las vendían o las colocaban en grupos de su propiedad. Pero había, y todavía hay, una importante condición que cumplir si quieres formar parte de I4IT…

– ¿Tienes que creer en Dios? -preguntó Falcón.

– Tienes que creer en el dios verdadero -dijo Flowers-. Has de ser cristiano. Eso no significa que no compren empresas de capital hindú, musulmán, budista o sintoísta, si es que las llaman así, sólo significa que no pasan a formar parte de I4IT. Les sacan lo que querían, y si siguen teniendo valor, las venden, y si no, dejan que se pudran.

– Unos cristianos implacables -dijo Falcón.

– Cruzados sería una buena palabra -dijo Flowers-. Unos cruzados a los que les va muy bien. Los activos de I4IT en todo el mundo superan los 12.000 millones de dólares. En el primer trimestre de este año han declarado unos beneficios de 375 millones de dólares.

– ¿Y en el aspecto político?

– Fallenbach y Havilland son miembros de la derecha cristiana, y por tanto profundamente republicanos. Sus valores se basan en la religión. Siempre y cuando practiques la misma religión creen que puede haber entendimiento mutuo. Si uno es musulmán y el otro cristiano, siempre habrá diferencias fundamentales que impedirán una comunicación perfecta. De los ateos ya ni hablamos, lo que significa que los comunistas son inaceptables. Los agnósticos todavía podrían ser «salvados»…

– ¿Se habla de esto en la reuniones de la junta directiva antes de adquirir una empresa?

– Naturalmente. Se toman su cultura empresarial muy en serio, y la religión es la base de esa cultura. Allí donde pueden evitarlo, no emplean mujeres, y si no es posible, las mantienen en el mínimo legal. No contratan homosexuales. Dios odia a los maricas… ¿lo recuerdas, Javier?

– No recuero ese versículo de la Biblia.

– Su éxito y su rentabilidad son la prueba de que van por buen camino.

– ¿Hasta qué punto son activos fuera de su empresa?

– Que sepamos -dijo Flowers-, se limitan a no hacer negocios con gente cuyos principios no comparten. De modo que si producen muchos equipos de ultrasonidos, por ejemplo, no los venden a clínicas que practiquen abortos. Por lo que se refiere a movimientos activos antirreligiosos, no hemos oído nada.

– ¿No te parece raro que Informaticalidad utilizara ese piso para sus sesiones creativas?

– Si quieres saber lo que me parece raro, te lo diré: que las empresas y los gobiernos se gasten miles de millones de dólares y euros en consultor las de gestión, que les dan consejos tan de sentido común que mi abuela podría impartírselos gratis. Informaticalidad parece una empresa que no se anda con chorradas y que ha encontrado una solución más barata, y probablemente más productiva, que al final les da beneficios. Ahora bien, si puedes colocar a alguno de estos creativos de Informaticalidad en la mezquita, eso es otra historia…

– De momento no -dijo Falcón-. Otra cosa: ¿tienes alguna información sobre una organización llamada VOMIT?

– VOMIT… Sí, he visto su página web. Pensábamos que las siglas querían decir Victims of Muslim and Islamic Terror hasta que uno de nuestros operadores se dio cuenta de que era español. De lo único de lo que se les puede acusar es de presentar sólo un lado de la historia, pero eso es una cuestión de desequilibrio. No es un delito. No hay incitación a la venganza, ni instrucciones para fabricar bombas, ni adiestramiento con armas ni reclutamiento activo «para una causa».

– Si son sólo unos colgados con cuatro teléfonos y un ordenador es una cosa -dijo Falcón-, y otra muy distinta si se trata de una empresa con miles de millones de dólares y recursos en todo el mundo.

– En primer lugar, no veo la relación. En segundo, tendría que haber una amenaza más patente para que nos pusiéramos a escarbar en VOMIT. Y de todos modos, Javier, ¿por qué estás husmeando en los flecos más estrambóticos de este atentado en lugar de ir al meollo? Quiero decir, VOMIT, I4IT…

– En este momento el meollo de este atentado se encuentra debajo de unos miles de toneladas de escombros -dijo Falcón-. Informaticalidad era una parte del escenario exterior a la mezquita que no se puede pasar por alto. Quienes han metido a VOMIT en el asunto han sido los del CNI. En la mezquita han ocurrido algunas cosas sospechosas que no han sido adecuadamente explicadas.

– ¿Cómo qué?

Falcón le habló de los inspectores del ayuntamiento, de la caja de fusibles fundida y de los electricistas.

– Sé lo que estás pensando -dijo Flowers.

– No, no lo sabes -dijo Falcón-, porque yo todavía no me he decidido por ninguna conjetura. Sólo mantengo la mente abierta. Sabemos que dos sospechosos de terrorismo, Djamel Hammad y Smail Saoudi, hicieron varias entregas en la mezquita, que podrían ser material inofensivo o explosivos para fabricar bombas. En la parte de atrás de su furgoneta se encontró un depósito de hexógeno… o ciclonita, como vosotros lo llamáis…

– Joder, Javier -dijo Flowers, incorporándose-. ¿Y eso no te parece una prueba?

– Tiene mala pinta -dijo Falcón-, pero no estamos hablando de la pinta que tiene. Hemos de ir más allá de las apariencias.

– ¿Te queda algo más de whisky? Le estoy cogiendo el gusto a este carbón líquido.

Falcón le llenó el vaso y él se sirvió otra manzanilla. Se reclinó. Siempre que hablaba con Mark Flowers se sentía igual: estúpido y timado.

– Sabes, Mark -dijo Falcón-, todavía no me has dicho nada que no pudiera haber averiguado por mí mismo estando media hora en internet, mientras que yo te he contado… todo. Sé que te gusta tenerme siempre en ascuas, pero esta vez agradecería un poco de ayuda. ¿Por qué no me hablas de MILA, o del imán Abdelkrim Benaboura?

– Hay una buena razón para que yo no te dé tanta información como tú a mí -dijo Flowers, que dejó pasar esos nombres sin pestañear-. Yo dirijo una delegación que cubre el sur de España y sus relaciones con Marruecos, Argelia y Túnez. No tengo ni idea de lo que pasa en Madrid, el norte de España o el sur de Francia. Sólo veo una parte muy pequeña del conjunto. Londres, París, Roma y Berlín también hacen sus aportaciones, pero a mí no me llegan. Al igual que tú, yo sólo doy información.

– Lo dices como si tu trabajo fuera muy pasivo.

– Me llega información de todo tipo de fuentes -dijo Flowers-, pero he de ir con mucho cuidado con cómo la utilizo. El espionaje es un juego, pero nunca se me olvida que se juega con personas reales que pueden morir. De modo que sólo te doy información que no te ponga en peligro, ni tampoco a mis otras fuentes. Si albergo alguna duda, no te la doy. Alégrate de que no esté al frente de una delegación de alto riesgo.

– Pues no sabes cómo te lo agradezco. Y ahora, ¿por qué no me hablas de los Mártires Islámicos para la Liberación de Andalucía?

– La primera vez que oí hablar de ellos fue el año pasado, y todavía no eran Los Mártires, sino sólo El Movimiento. Mi fuente argelina me dijo que eran una facción descontenta de la GIA argelina, el Grupo Islámico Armado, que habían pasado a Marruecos y se habían unido a un grupo del país, cuya meta en aquella época era la liberación de las ciudades españolas de Ceuta y Melilla. Los argelinos aportaron una red con operativos ya instalados en Madrid, Granada, Málaga y Valencia.

– ¿Y Sevilla no?

– A eso quiero llegar -dijo Flowers-. Mi fuente me dijo que lo que los marroquíes podían aportar era dinero. Tenían mucho efectivo obtenido en sus relaciones en el comercio del hachís en las montañas del Rif, pero carecían de una red organizada y de estrategia. Ceuta y Melilla son enclaves pequeños, bien protegidos y bien abastecidos desde España. Los argelinos vieron el dinero y les dijeron que fueran más ambiciosos. Que liberaran Andalucía, cortaran la línea de abastecimiento de Ceuta y Melilla, y ese rincón occidental del reino islámico volvería a estar unido.

– Para invadir Andalucía hace falta un ejército y una flota.

– Y hay ingleses en Gibraltar -dijo Flowers-, quienes a lo mejor también tendrían algo que decir. Pero esa no es la cuestión. La liberación de Andalucía es un ideal inspirador que llena los corazones de los fanáticos islámicos con un cálido resplandor infundido por Alá. Es el sueño que atraerá seguidores a la causa. Mi fuente tampoco supo interpretar las intenciones de los argelinos. No querían acceder al tráfico de hachís por el dinero, querían introducirse en sus rutas de contrabando para introducir gente y material en España.

– ¿Y eso ha estado ocurriendo?

– No hemos cogido a nadie -dijo Flower-. Las rutas del contrabando generalmente existen porque se permiten. Hay un flujo constante de hachís que llega de Marruecos y de cocaína que viene de Suramérica y que entra en la extensísima costa española, imposible de cubrir con patrullas, y hay mucho dinero que mantiene a las autoridades felices y calladas.

Esas palabras provocaron un sudor frío en Falcón. Que hubiera dinero, organización y corrupción para llevar a cabo una devastadora campaña en Andalucía parecía más probable que disparatado.

– ¿Y qué me dices de Sevilla y el MILA? -preguntó Falcón.

– Algunos afganos llegaron a Marruecos en enero.

– ¿A qué lugar de Marruecos? ¿De dónde obtienes esa información? ¿Por qué nosotros no la tenemos?

– No tienen una sede. No hay carteles por la calle que anuncien «MILA reunión esta noche». Tengo una fuente, de las poco recomendables, que me da algunas informaciones. No te encuentras con esos grupos por la calle. Alguien tiene que responder por ti. Todo tiene que ver con lazos familiares y tribales. Tengo fe en mis fuentes de información, pero soy reacio a compartirla porque se trata de alguien periférico a la junta que dirige el grupo.

– ¿Significa eso que podría inventárselo?

– Ya ves, Javier, que aunque te den información no te haces una idea más clara de las cosas.

– Háblame de la conexión afgana.

– Llegaron unos afganos que le ofrecieron al grupo una conexión en Sevilla. Dijeron que esa persona podía llevar a cabo labores de reconocimiento y apoyo logístico, pero que no tenía capacidad para realizar un atentado.

– ¿Su nombre?

– No me lo dijo.

– Uno de los fieles que frecuentaban la mezquita me dijo que habían venido unos afganos de visita, y que el imán había hablado con ellos en pastún.

– Yo no haría encajar estas dos informaciones sin que alguien más lo corroborara -dijo Flowers.

– ¿Y qué me dices de Abdelkrim Benaboura? -preguntó Falcón-. No parece ser de alto riesgo, y sin embargo no nos permiten acceder a su historial. ¿Qué significa eso?

– Que no saben quién es a partir de cierta fecha, que normalmente suele ser finales de 2001 y comienzos de 2002, cuando Estados Unidos entró en Afganistán y el régimen talibán se desmoronó y se dispersó. Debes recordar que hasta el 11-S la red de inteligencia europea y de Estados Unidos en el mundo islámico era insignificante. En los años siguientes averiguamos quién era quién en nuestro territorio, pero todavía existen muchísimas lagunas… como sería de esperar de una religión introvertida que se extiende desde Indonesia hasta Marruecos y desde el norte de Europa al sur de África. Ten en cuenta también las dificultades de identificación, causadas por las ropas que visten, por el hecho de que se cubran la cabeza y lleven barba, y comprenderás por qué es difícil asignar biografías a los nombres.

– Aún no me has dicho nada de Abdelkrim Benaboura.

– ¿Por qué el CNI considera que es tan importante que reclutes a Yacoub ahora, justo en el momento en que se supone que debes dirigir la investigación por asesinato más importante de tu carrera?

– El CNI cree que podríamos descubrir algo todavía más importante.

– ¿Como qué?

– No están dispuestos a revelarlo.

– ¿Qué información tienen para pensar eso?

– No se te pasa nada por alto, ¿verdad, Mark? -dijo Falcón, pero Flowers no contestó. Se quedó inmerso en sus pensamientos hasta que miró su reloj, apuró su whisky y dijo que tenía que irse. Falcón lo acompañó a la puerta.

– ¿Tú has intentado reclutar a Yacoub Diouri? -preguntó Falcón.

– Algo que merece la pena recordar -dijo Flowers- es que no le gustan los estadounidenses. Y ahora dime, ¿quién era esa hermosa mujer que se marchaba cuando yo llegué?

– Mi ex mujer.

– Yo tengo dos ex mujeres -dijo Flowers-. Es curioso que las ex mujeres sean más guapas que las mujeres. Piensa en ello, Javier.

– Eso es todo lo que haces, Mark, dejarme con más cosas en qué pensar que cuando llegaste.

– Pues te voy a dejar algo más para que le des vueltas -dijo Flowers-. El CNI le ha filtrado la historia del MILA a la prensa. ¿Qué te parece?

– ¿Por qué iban a hacerlo?

– Bienvenido a mi maravilloso mundo, Javier -dijo Flowers, adentrándose en la noche.

Se detuvo al final de la breve avenida de naranjos y se volvió hacia Javier, cuya silueta se recortaba en la puerta.

– Un último consejo -dijo Flowers-. No intentes comprender todo el conjunto… no hay nadie en el mundo que lo consiga.


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