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Sevilla. Jueves, 8 de junio de 2006, 21:50 horas


– Creo que deberíamos pillar a Eduardo Rivero solo -dijo Falcón-, sin que puedan ayudarle ni Jesús Alarcón ni Ángel Zarrías. Tateb Hassani estaba en su casa, era su invitado, y fue asesinado en sus oficinas. Si podemos hacerle confesar a él primero, estoy seguro de que nos entregará a los demás.

– ¿Y el transporte? -dijo Elvira-. ¿Podemos dar con el vehículo que trasladó el cadáver desde casa de Rivero hasta los contenedores de la calle Boteros?

– La única persona que vio el vehículo es un anciano alcohólico que observaba de noche desde una altura de diez metros -dijo Falcón-. Todo lo que nos ha dicho es que se trataba de un coche familiar de color oscuro. Ramírez está allí ahora con Pérez, intentando encontrar un testigo más fiable. También estamos comprobando todos los coches que están a nombre de Rivero y de su mujer, por si alguno encaja con la descripción.

– ¿Y quién vigila la casa de Rivero?

– Serrano y Baena tienen a Ángel Zarrías bajo vigilancia las veinticuatro horas -dijo Falcón-. No se irán de allí hasta que él no se vaya. ¿Y si pedimos una orden para registrar la casa de Rivero?

– Eso me preocupa un poco, Javier -dijo Elvira-. Puede que Rivero no sea el líder de ningún partido importante, pero es un personaje muy distinguido en la sociedad sevillana. Conoce a todo el mundo. Tiene amigos destacados en todos los sectores, incluyendo la judicatura. El triunfo que ahora tiene en la manga es la sorpresa. Él no sabe que se ha identificado a Tateb Hassani ni que se está al corriente de que estuvo en su casa días antes de que lo asesinaran. Si pido una orden de registro tendré que explicar los motivos y revelárselo todo al juez. Con lo que aumentarán las posibilidades de que alguien le vaya con el cuento y estropee su sorpresa.

– ¿Prefiere que antes lo haga confesar?

– Las dos opciones tienen sus riesgos.

– Ahora celebran una reunión -dijo Falcón-, y probablemente luego cenarán. Veamos qué nos deparan las próximas horas y reunámonos antes de llevar a cabo el movimiento definitivo.

Falcón volvió a su casa para comer algo y pensar en cuál era la mejor manera de hacer hablar a Eduardo Rivero. Le llamó el inspector jefe Luis Zorrita, porque quería hablar con él del asesinato de Inés. Falcón le dijo que ese era el único momento que tenía libre.

Encarnación le había dejado un filete de solomillo de cerdo. Se preparó una ensalada y cortó unas patatas y la carne. Picó unos dientes de ajo y los echó en la sartén con el solomillo y las patatas. Vertió un poco de whisky barato encima y dejó que prendiera. Se lo comió sin pensar en la comida y bebió un vaso de rioja tinto para relajarse. En lugar de pensar en Rivero, Inés ocupó su mente, y sus pensamientos comenzaron a jugarle malas pasadas. No se acababa de creer que estuviera muerta, a pesar de que la había visto en el río. Inés había estado en su casa… ¿el día antes por la noche?

El ambiente estaba cargado en la cocina, así que cogió su vaso de vino y se sentó en el patio, al borde de la fuente, bajo el calor que aún descendía por los muros como una prensa gigante e invisible. Inés y él habían hecho el amor en esa fuente. Eran días de euforia, salvajes: los dos solos en esa casa colosal, corriendo desnudos por la galería, escaleras abajo, por el claustro. Estaba tan guapa entonces, cuando la juventud les contagiaba su locura. Él, por otro lado, ya llevaba sus cadenas, sólo que no lo sabía, no podía verlo. Se le ocurrió que probablemente era él quien la había empujado en brazos de Esteban Calderón, el hombre que había acabado matándola.

Sonó el timbre. Abrió a Zorrita, lo invitó a sentarse en el patio y le ofreció una cerveza. Falcón acababa de relatarle su matrimonio con Inés, la aventura de ella con Calderón, su separación y su divorcio, cuando le vibró el móvil. Contestó en su estudio, tras cerrar la puerta del patio.

– Hemos tenido suerte con el coche -dijo Ramírez-. Hay un bar en la calle Boteros que se llama Garlochi. Un sitio raro. Lleno de imágenes de la Virgen. El bar tiene un dosel que parece un paso de Semana Santa, iluminado con velas. Queman incienso, y te sirven el cóctel de la casa en un cáliz de cristal. Se llama «Sangre de Cristo».

– Debidamente decadente.

– Las otras veces que habíamos inspeccionado la zona estaba siempre cerrado. El propietario me ha dicho que estaba cerrando el sábado por la noche, o mejor dicho, el domingo de madrugada, cuando vio entrar un coche marcha atrás en el callejón sin salida. Su descripción encaja con la del testigo de Cristina, sólo que él lo vio perfectamente cuando entraba de culo en el callejón. Reconoció que era un Mercedes E500 porque quería comprarse uno pero no podía permitírselo. También miró la matrícula porque le pareció que esos tres tipos se comportaban de manera sospechosa, pero de eso hace casi una semana. Todo lo que recuerda es que era una matrícula de las nuevas, que comenzaba por 82 y que le parece que la última letra era una M.

– ¿Eso te sirve de ayuda?

– Baena acaba de decirme que en casa de Rivero han aparecido tres coches más -dijo Ramírez-. He comprobado las matrículas y pertenecen a Lucrecio Arenas, César Benito y Agustín Cárdenas. Los estamos investigando…

– Lucrecio Arenas fue quien introdujo a Jesús Alarcón en Fuerza Andalucía a través de Ángel Zarrías -dijo Falcón-. A los otros dos no los conozco.

– Escucha. El coche de Agustín Cárdenas es un Mercedes Estate E500 negro, y la matrícula es 8247 BHM.

– Ese es nuestro hombre -dijo Falcón.

– Te volveré a llamar cuando sepa algo más.

Falcón regresó con Zorrita y se disculpó. Zorrita dijo que no tenía importancia. Falcón le habló de la última vez que había visto a Inés. Dijo que se había presentado en su casa de manera inesperada el martes por la noche, soltando palabrotas contra su marido y sus incesantes líos de faldas.

– ¿A usted le caía bien Esteban Calderón? -preguntó Zorrita.

– Antes sí -dijo Falcón-. A la gente le sorprendía. Sólo mucho más tarde averigüé que él e Inés habían tenido una aventura durante la última etapa de nuestro breve matrimonio. Me parecía una persona inteligente, bien informada, culta, y probablemente sigue siéndolo. Pero también es arrogante, ambicioso, narcisista y muchos otros adjetivos que ahora no encuentro en mi cerebro.

– Interesante -dijo Zorrita-, porque me ha preguntado si usted podría ir a verle.

– ¿Para qué? -preguntó Falcón-. Sabe que no puedo hablar de su caso.

– Dijo que quiere explicarle algo.

– No estoy seguro de que sea una buena idea.

– Usted decide -dijo Zorrita-. A mí no me importa.

– Entre nosotros -dijo Falcón-. ¿Ha confesado?

– Casi -dijo Zorrita-. Hubo un momento en que se hundió, pero no de la manera habitual. No es que su conciencia quisiera sacar a la luz la verdad, sino que de pronto dudaba de sí mismo. Al principio fue todo arrogancia y resistencia. Rechazó un abogado, lo que significa que pude mostrarme bastante brutal con él acerca de la manera en que había maltratado a su mujer. Creo que no fue consciente de la intensidad de su rabia, de la brutalidad que había desatado ni del daño que le había hecho. Los detalles de la autopsia le afectaron mucho, y fue entonces cuando su seguridad se tambaleó y comenzó a pensar que podía haberlo hecho.

»Me relató la llegada a su apartamento como si me contara una película y no tuviera muy claro cómo se desarrollaba la historia. Al principio dijo que había visto a Inés de pie junto al fregadero, pero luego cambió su versión. Al final creo que había dos Calderones. El juez y esa otra persona, casi siempre encerrada pero que saldría y volvería a dominarle.

– Inés dijo que Calderón necesitaba la ayuda de un psicólogo -dijo Falcón-, pero no creo que pensara en algo tan grave como la esquizofrenia.

– No una esquizofrenia clínica -dijo Zorrita-. Dentro de casi todos nosotros hay una bestia, sólo que nunca consigue salir a la luz. Por alguna razón desconocida, la bestia de Calderón salió de la jaula.

– ¿Está convencido de que lo hizo él?

– Estoy seguro de que nadie más está implicado -dijo Zorrita-, de manera que lo único que me pregunto es si fue premeditado o accidental.

No creo que la amante de Calderón fuera a sacar nada de la muerte de Inés. No quería casarse con él. No es de las que se casan. Admitió que habían hecho una «broma» acerca de que «la solución burguesa a una institución burguesa» era el asesinato, pero no creo que ella pretendiera que él matara a su mujer. Calderón intentará que parezca que fue accidental, pero a ningún tribunal le gustará oír cómo la maltrataba.

Zorrita acabó la cerveza y Falcón le acompañó a la puerta. Ramírez volvió a llamar. Zorrita se perdió en la noche saludándole con la mano.

– Muy bien, escucha: César Benito es el director ejecutivo de una empresa de construcción llamada Construcciones PLM S.A. Forma parte de la junta directiva de Horizonte, al frente de su división de servicios inmobiliarios, que incluye empresas como Mejorvista y Playadoro. El otro tipo, Agustín Cárdenas, es un poco más interesante. Es un cirujano cualificado que dirige sus propias clínicas de cirugía estética en Madrid, Barcelona y Sevilla. También forma parte de la junta directiva de Horizonte, al frente de la división de servicios médicos, que cuenta con Quirurgicalidad, Ecograficalidad y Optivisión.

– Parece que los conspiradores se han reunido para dar el siguiente paso ahora que la primera fase se ha llevado a cabo con éxito -dijo Falcón.

– Pero yo no estoy convencido de que los tengamos a todos -dijo Ramírez-. Me imagino a Rivero, Zarrías, Alarcón y Cárdenas envenenando a Hassani, probablemente Cárdenas fue el que mutiló el cadáver, pero ninguno de ellos encaja con la descripción de los hombres que iban en el Mercedes E500 y echaron el cadáver al contenedor.

– ¿Y quién colocó la bomba o dio orden de que la colocaran?

– Nos falta algo -dijo Ramírez-. Veo el dinero y el poder, y crueldad al deshacerse de Tateb Hassani. Pero ¿cómo consigues que alguien se encargue de hacer el trabajo en el interior de la mezquita, confiando en que mantendrá la boca cerrada?

– La única manera de averiguarlo es apretándoles las tuercas en Jefatura -dijo Falcón mientras sonaba el timbre de la puerta-. Pon al corriente de todo a Elvira. Ahora tengo una reunión con el CNI. Y dile a Cristina que tiene que encontrar a alguien que viera a Tateb Hassani, lo más tarde posible el sábado por la noche. Es importante tener esa prueba antes de hablar con Rivero.

Pablo y Gregorio se dirigieron directamente al ordenador. Gregorio lo encendió y accedió a la página en clave del CNI, a través de la cual «chatearían» con Yacoub Diouri.

– Lo hemos dispuesto para que hable con Yacoub a las 23:00 cada noche, a no ser que acuerden no hacerlo de antemano -dijo Pablo-. Son las 23:00 hora española, las 21:00 hora marroquí. Evidentemente tiene que estar solo cuando lo haga, sin nadie más en la casa. La manera en que se reconocerán el uno al otro consistirá en que, cada vez que contacten, la conversación comenzará con un párrafo de conversación intranscendente que incluirá una frase de este libro…

Pablo le entregó un ejemplar de Mañana en la batalla piensa en mí, de Javier Marías.

– El primer día él escogerá una frase del primer párrafo -dijo Pablo-, y usted responderá con una frase del párrafo final de la primera página. Una vez se hayan identificado pueden hablar libremente.

– ¿Y si no utiliza la frase?

– Lo más importante es que no se lo recuerde y que no le dé ninguna información confidencial. Incluya su frase introductoria del primer párrafo, y si él no rectifica, corte la comunicación. Entonces no debe volver a comunicarse con él hasta que no hayamos verificado su situación. Y lo otro es: no imprima nada. Queda constancia de todo en nuestra página web, a la que no podrá acceder a no ser que nosotros estemos con usted.

– Sigo sin entender cómo saben que Yacoub será aceptado tan fácilmente en el GICM -dijo Falcón.

– No hemos dicho eso -dijo Pablo-. Dijimos que sería aceptado por los elementos radicales de la mezquita de Salé. Recuerde la biografía de Yacoub: lo que hizo su padre, Raúl Jiménez, y cómo se vengó su padrastro, Abdulá Diouri. Eso no ocurrió dentro de una burbuja. Toda la familia se enteró. Por ello cuenta con ciertas simpatías dentro de los elementos más radicales del Islam. No pregunte más… veamos si Yacoub Diouri se ha puesto en contacto con los elementos radicales de la mezquita y, si lo ha hecho, cuándo se pondrá en contacto con el alto mando del GICM.

– Así pues, ¿cuál es el propósito de la conversación que vamos a mantener?

– En esta fase, hacerle saber que usted está aquí.-dijo Pablo-. A4a larga, lo que queremos averiguar es qué pretendían hacer en Sevilla y si aún cuentan con capacidad para conseguirlo, pero en esta fase nos contentaríamos con que nos confirmara lo que ya sabemos.

La comunicación comenzó a las 23:02. Las presentaciones fueron correctas y Falcón hizo la primera pregunta.

– ¿Cómo ha ido tu primer día en la escuela?

– Se ha parecido más a cuando entras en un nuevo club. Todos te miran de arriba abajo, unos son amistosos, otros suspicaces y algunos hostiles. Es como cualquier otra organización, he entrado ya a cierto nivel y mis iguales me han dado la bienvenida, pero aquellos que creían que se estaban volviendo importantes me desprecian como a un usurpador. Existe una jerarquía. Tiene que haberla. Se trata de una organización con un ala militar. La diferencia más llamativa es que el comandante en jefe no es un hombre, sino Alá. Ni este grupo ni ningún otro se refiere a ninguna acción sin mencionar de dónde vienen en última instancia las órdenes. Constantemente se nos recuerda que estamos metidos en una Guerra Santa. Es algo poderoso, inspirador, y he vuelto a casa un tanto mareado. Mi propia casa me parece extraña, o mejor dicho, en extremo banal después de pasar todo el día con personas que están tan seguras de que su destino está en manos de Alá. Entiendo perfectamente cómo todo esto puede afectar la mente de un joven. También son muy inteligentes al despersonalizar al enemigo, que casi nunca es nadie concreto -a menos que cuentes a Tony Blair y George Bush-, sino más bien la decadencia y el ateísmo que invade Occidente. Supongo que es más fácil atentar contra la decadencia y el ateísmo que contra hombres, mujeres y niños.

– ¿Se ha hablado de lo que pasó en Sevilla el 6 de junio?

– No hablan de otra cosa. Miran ávidamente las noticias españolas por satélite para tener más información, pero no es fácil adivinar hasta qué punto están implicados.

– ¿Han hablado de Djamel Hammad y Smail Saoudi y de lo que hacían en Sevilla con cien kilos de hexógeno?

– No estoy seguro de hasta qué punto lo que he oído es especulación y hasta qué punto verdad. Debes comprender que esta gente no son el GICM. Apoyan las acciones del GICM, y algunos han estado involucrados en sus actividades, pero principalmente en Marruecos. No te creas que me he metido en una tienda de campaña llena de muyahidines armados con AK-47. En esta fase, sólo puedo decirte lo que ha pasado, no lo que pasará, pues eso sólo lo sabe el alto mando del GICM, quienes, que yo sepa, no están aquí. Mis amigos me han dicho que Hammad y Saoudi han trabajado para algunos grupos, no sólo el GICM. Se financian a través del fraude de los cajeros automáticos. Sólo se dedican a labores de información, logísticas y documentales. No fabrican bombas. El hexógeno procedía de Irak. Lo sacaron de un alijo de munición estadounidense capturado a principios de 2005. Viajó a través de Siria hasta Turquía, donde volvieron a embalarlo como detergente barato y lo mandaron a Alemania en contenedores para venderlo, supuestamente, a la comunidad turca de ese país. Nadie sabe cómo llegó a España. La cantidad total que se envió a Alemania embalada como detergente se cree que rondaba los trescientos kilos.

– ¿Se ha comentado algo de cómo pensaban usarlo? -preguntó Falcón.

– No. Todo lo que dicen es que lo que aparece en la prensa y las noticias españolas es un invento: el texto de Abdulá Azzam, el MILA, la intención de atacar dos escuelas y la Facultad de Biología, la idea de devolver Andalucía al redil islámico. Y no es que no quieran que Andalucía vuelva al Islam, pero aún no. De momento la prioridad es hacer de Marruecos un estado islámico donde rija la sharia, y hemos hablado de ello, aunque no es algo que te interese. La estrategia actual, por lo que se refiere a operaciones en el extranjero, no es muy concreta, aunque están furiosos con los daneses y creen que habría que castigarlos. Quieren debilitar económicamente a la Unión Europea obligándola a gastar mucho dinero en medidas antiterroristas. Planean atentar contra centros financieros de Europa del norte, como Londres, Fráncfort, París y Milán mientras llevan a cabo campañas de menor intensidad en zonas turísticas del Mediterráneo.

– Son ambiciosos.

– Se habla mucho. En cuanto a su capacidad… ¿quién sabe?

– El hexógeno de Sevilla no parece encajar en su estrategia general.

– Dicen que la explosión del hexógeno no tuvo nada que ver con ellos.

– ¿Y cómo lo saben?

– Porque el «hardware» para fabricar bombas no había llegado-escribió Yacoub-. Dado que Hammad y Saoudi hacían labores de información y logística, supongo que eran otros los que tenían que llegar con el «hardware» -los recipientes, el plástico, los detonadores, los temporizadores- procedente de otro lugar.

– ¿Hasta qué punto te lo crees? -preguntó Falcón.

– No hay duda de que algo pasa. Hay tensión e incertidumbre en el ambiente. Pero no puedo ser más concreto. Esta es la información que me ha llegado. Todavía no he empezado a hacer preguntas. Por ejemplo, no he preguntado si hay células operativas en España. Por lo que habla la gente sólo puedo deducir que hay comandos en activo haciendo algo.

El móvil de Falcón vibró en el escritorio. Contestó y habló con Ramírez mientras Pablo y Gregorio charlaban entre ellos.

– Cristina ha encontrado a un sirviente que vio a Tateb Hassani el sábado por la noche, antes de cenar. Se llama Mario Gómez. Dice que no sirvieron la cena, sino que dejaron un buffet, pero que vio a Tateb Hassani, Eduardo Rivero y Ángel Zarrías subiendo a las oficinas de Fuerza Andalucía justo antes de marcharse, que fue hacia las 9:45.

– ¿No vio a nadie más?

– Dice que cuando se fue no había llegado ningún coche.

– Creo que la cosa va bastante bien -dijo Falcón, y colgó.

– Pregúntele si ha oído mencionar algún nombre, cualquier cosa que nos dé una pista de alguna red que opere aquí -dijo Pablo.

Falcón tecleó la pregunta.

– No utilizan nombres. Lo que saben de las operaciones en el extranjero es muy vago. Saben más de lo que ocurre en la actualidad en Marruecos que de lo que pasa fuera.

– ¿Hay extranjeros? -preguntó Pablo-. ¿Afganos, paquistaníes, saudíes…?

Falcón lo tecleó.

– Se mencionó a unos afganos que vinieron a primeros de año, pero nada más.

– ¿En qué contexto?

– No sabría decirlo.

– ¿Dónde se reúne el grupo?

– En un domicilio privado de la medina de Rabat, pero a mí me llevaron, y no estoy seguro de que supiera encontrarlo.

– Busca alguna pista. Documentos. Libros. Cualquier cosa que pueda indicar que se ha hecho algún tipo de investigación.

– Me han enseñado una biblioteca, pero no me he quedado mucho rato.

– Consigue acceso a ella y dinos qué libros tienen.

– Me han entredicho y advertido que habrá un rito de iniciación, cuya finalidad es demostrar mi fidelidad al grupo. Todo el mundo tiene que pasarlo, sean cuales sean tus conexiones con los mandamases. Me han asegurado que no incluye ningún acto violento.

– ¿Saben que eres amigo mío? -preguntó Falcón.

– Desde luego, y eso me preocupa. Sé cómo funciona la mente de estos individuos. Me obligarán a mostrarles fidelidad haciendo que traicione la confianza de alguien cercano a mí.

Se acabó el «chat». Falcón se reclinó delante del ordenador, un poco inquieto por las últimas palabras de Yacoub. Los del CNI le observaron para ver cómo se tomaba ese nuevo nivel de implicación.

– Por si les interesa -dijo Falcón-, no me ha gustado cómo ha acabado la conversación.

– En este juego no podemos esperar solamente recibir información -dijo Gregorio.

– Soy inspector jefe de la policía -dijo Falcón-. No puedo comprometer mi posición divulgando información confidencial.

– Aún no sabemos qué le van a pedir que haga -dijo Pablo.

– No me gusta el sonido de la palabra «traicionar» -dijo Falcón-. No creo que se conformen con que les diga cuál es mi color favorito.

Pablo negó con la cabeza mirando a Gregorio.

– ¿Algo más? -dijo Pablo.

– Si conocen mi existencia, ¿por qué hemos de pensar que no están al corriente del paso que hemos dado? -dijo Falcón-. Que he ido a Marruecos para convertir a Yacoub en uno de nuestros espías. En su casa hay diez o quince sirvientes. ¿Cómo saben que estará a salvo, que no se volverán contra él, y que ellos siguen pensando que yo soy sólo un amigo?

– Tenemos gente nuestra dentro -dijo Pablo.

– ¿Trabajando para Yacoub?

– Esta operación no se nos acaba de ocurrir -dijo Gregorio-. Tenemos gente trabajando en su casa, en su fábrica, y le hemos vigilado en sus viajes de negocios. Y también los ingleses. Hemos investigado hasta las uñas de sus pies. Lo único que no teníamos, que no tenía nadie, era acceso. Y ahí es donde intervenía usted.

– No se obsesione con ello, Javier -dijo Pablo-. Es un territorio nuevo e iremos paso a paso. Si hay algo que se ve incapaz de hacer… no lo haga. Nadie va a obligarlo.

– Me preocupa menos la fuerza que la coacción.


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