Sevilla. Jueves, 8 de junio de 2.006, 12:18 horas
Fuera de la guardería todo el mundo llevaba mascarillas a causa del hedor, y Falcón, Ramírez y Del Rey caminaron con la mano apretada contra la boca y la nariz. En la tienda de campaña de la policía científica había una antesala, en la que todos se pusieron un mono blanco con capucha y mascarilla. En el interior de la tienda la temperatura se mantenía a 22o. Cinco equipos de la policía científica trabajaban en el lugar del atentado. Todos ellos habían interrumpido el trabajo para abrir la caja. Hay algo dentro de la psique humana que hace imposible que ni siquiera la policía científica pueda resistir el misterio de un recipiente cerrado a cal y canto.
Probaron un dictáfono y lo colocaron en mitad de la mesa. El jefe del equipo de la policía científica les hizo seña con la cabeza al juez y a los detectives reunidos en la tienda. Junto a él había una caja de cartón de poca profundidad para meter pruebas, con fecha y con la dirección del apartamento del imán en la tapa. Dentro había tres bolsitas de plástico con llaves. Una figura de traje blanco le dio un suave codazo a Falcón. Era Gregorio.
– Si estas llaves abrieran la caja la cosa se pondría interesante -dijo-. Dos de esos juegos de llaves estaban en el escritorio del apartamento del imán, y el otro en la cocina.
– ¿Estamos preparados? -preguntó el jefe del equipo de la policía científica-. Hoy es jueves, 8 de junio de 2006, y son las 12:24 horas. Tenemos una caja de metal cerrada, que ha sufrido leves daños en la tapa a causa de la explosión, aunque la cerradura parece haber aguantado perfectamente. Vamos a intentar abrir esta caja utilizando las llaves encontradas en el apartamento del imán durante un registro llevado a cabo en ese lugar el miércoles, 7 de junio de 2006.
Rechazó la primera bolsa de llaves, pero seleccionó la siguiente y dejó resbalar las llaves hasta su mano. Encajó en la cerradura una de dos que eran idénticas, la giró y la tapa saltó.
– Se ha conseguido abrir la caja gracias a una llave encontrada en el cajón de la cocina del apartamento del imán.
Abrió la tapa y sacó tres carpetas de plástico de color, llenas de papeles doblados. Con eso la caja quedó vacía, y la trasladaron a otra mesa. El jefe del equipo abrió la primera carpeta.
– Tenemos una hoja con escritura árabe, sujeta con un clip a lo que parece ser una serie de planos de arquitecto.
Desplegó los dibujos, que resultaron ser un plano detallado del instituto de secundaria de San Bernardo. Los otros eran el plano de una escuela primaria de Triana y la facultad de biología de la avenida de la Reina Mercedes.
Silencio mientras los hombres y mujeres de la policía científica contemplaban su hallazgo. Falcón sentía cómo las mentes de todos los que estaban allí dentro avanzaban hacia conclusiones más y más inquietantes. Cada atrocidad terrorista islámica había desatado nuevas cepas víricas de horror dentro del organismo de Occidente. En cuanto Occidente se hacía a la idea de que los hombres podían ser bombas, tenía que aceptar que también lo podían ser las mujeres, e incluso los niños. Ahora parecía espantosamente obvio que de los coches bombas se había pasado a utilizar los barcos y luego los aviones. Al final las atrocidades ya no se circunscribían al Oriente Próximo o Lejano o Estados Unidos, sino que habían llegado a Madrid y Londres. Y luego estaba lo inimaginable. Cosas que harían temblar a un autor de novelas de horror: ejecuciones retransmitidas a todo el mundo en las que hombres y mujeres eran decapitados con cuchillos de cocina. Y por fin Beslan: niños tomados como rehenes, sin agua ni comida, explosivos colgando sobre sus cabezas. ¿Cómo va a pensar una mente normal bajo estas condiciones de fácil contagio?
– ¿Pensaban volar esos lugares? -preguntó una voz.
– Iban a tomar rehenes -dijo una mujer-. Van a por chavales de entre cinco y veinticinco años.
– Cabrones.
– ¿Es que esta gente es capaz de todo? Cojones, ¿es que no tienen límites?
– Creo -dijo el juez Del Rey, presto a poner fin a la creciente histeria- que deberíamos esperar a tener las traducciones del texto en árabe antes de sacar ninguna conclusión.
Pero no era la voz de la razón lo que la gente quería oír. Al menos no en ese momento. Habían esperado mucho tiempo para echar mano a pruebas sólidas, y ahora que habían encontrado algo espectacular querían dar rienda suelta a parte de su cólera. Del Rey lo intuyó. Una vez más tomó la iniciativa.
– Como precaución, que se registren esos tres edificios. Si existe un plan para asaltarlos es posible que haya armas escondidas.
Todo el mundo asintió, satisfechos al ver que incluso el hombre venido de Madrid sufría la misma paranoia, tenía los mismos circuitos cerebrales corruptos.
– Que la policía científica examine estos dibujos y los textos en árabe lo antes posible. Necesitamos esas traducciones enseguida -dijo Del Rey.
– Hay algo más -dijo el jefe del equipo de la policía científica-. Los artificieros encontraron algo interesante relativo a los explosivos.
Un oficial del ejército con un mono blanco y un brazalete verde se abrió paso hasta la mesa.
– Hasta ahora sólo hemos tenido acceso a la zona que queda encima de la despensa, pues no hay restos de cadáveres ni tejido humano. Seguimos creyendo que la principal explosión fue causada por la detonación de una gran cantidad de hexógeno, pero hemos encontrado rastros de Goma 2 Eco, que es el explosivo de minería que fue utilizado en los atentados de Madrid.
– ¿Uno hizo detonar el otro?
– Desde luego es posible, pero no hay manera de probarlo.
– ¿Existe alguna razón para utilizar dos tipos de explosivos?
– Goma 2 Eco es de calidad industrial, mientras que el hexógeno es militar. Si tienes una gran cantidad de hexógeno, de mayor poder destructor que el Goma 2 Eco, no veo por qué utilizar un explosivo más flojo, a no ser que tengas intención de provocar otras explosiones de distracción, o tener a la gente atemorizada.
– Según sus cálculos, había unos ioo kilos de hexógeno almacenados en el edificio -dijo Del Rey.
– Tirando por lo bajo.
– ¿Qué daños causarían esos 100 kilos a las escuelas y a la facultad?
– Un auténtico experto, que entendiera la arquitectura de los edificios, probablemente podría arrasarlos por completo -dijo el artificiero-. Pero tendría que hacer un trabajo de demolición. Tendría que taladrar el esqueleto reforzado del edificio y conectar las cargas para una explosión simultánea.
– ¿Y cómo afectaría a los que estuvieran en el edificio?
– Si juntaran a todos en dos o tres salas de cada edificio, con 30 kilos habría muy pocos o ningún superviviente.
– ¿Puede decirme cuánta Goma 2. Eco estalló en la despensa de la mezquita?
– Yo diría que 25 kilos o menos, pero no podría declararlo en un tribunal, los restos de hexógeno son demasiado dominantes.
– ¿El hexógeno se fabrica en España?
– No. En el Reino Unido, Italia, Alemania, Estados Unidos y Rusia -dijo el artificiero-. Probablemente también en China, pero aunque los chinos lo fabriquen no lo reconocerán.
– ¿Por qué tomarse la molestia de importarlo?
– Por su disponibilidad -dijo el artificiero-. En todas las partes del mundo donde hay un conflicto, hay artillería, y de ella se puede extraer fácilmente el hexógeno. Y al final obtienes un potente explosivo que ocupa poco volumen, no deja rastro y es fácil de transportar, esconder y disimular. Los polvorines de explosivos nacionales están más estrechamente vigilados desde el 11-M, aunque ha habido robos: por ejemplo en Portugal el año pasado. También diría que las oportunidades de que se descubra el hexógeno en un transporte europeo abierto son muy pocas. Mientras que si organizaras un robo en un polvorín en España obtendrías un explosivo de menor potencia y de inmediato atraerías la atención de las autoridades.
– ¿Y qué me dice de la variedad de fabricación casera utilizada en los atentados de Londres? -preguntó Del Rey-. ¿No sería más fácil mezclar ingredientes fáciles de conseguir que correr el riesgo de traer hexógeno o robar Goma 2 Eco?
– Tiene razón -dijo el artificiero-, el triperóxido de triacetona puede fabricarse fácilmente, pero no me gustaría estar cerca de alguien que lo maneje, a menos que sea licenciado en química y opere en las condiciones de temperatura controlada propias de un laboratorio. Es volátil. También depende de qué tipo de atrocidad se quiera cometer. El TATP está bien si lo que se pretende es matar gente, pero si lo que se busca es una explosión espectacular, con mucha destrucción y pérdida de vidas, entonces el hexógeno es mucho más recomendable. Además, el hexógeno es estable y no le afecta la temperatura, algo importante en esta época del año y en un lugar como Sevilla, donde las temperaturas entre el día y la noche pueden oscilar hasta veinte grados.
Cada vez se trabajaba a más velocidad. Continuamente llegaba material del lugar del atentado. Fragmentos de tarjetas de crédito, pedazos de carnés de identidad, de carnés de conducir, de telas, de zapatos. Los hallazgos más macabros, como los fragmentos de cadáveres, se llevaban a la tienda que servía de depósito. Mientras Del Rey observaba el trabajo de la policía científica, Falcón informó a Elvira, que acababa de llegar de una reunión en el ayuntamiento con el alcalde, al comisario Lobo y al magistrado juez decano Espínola. Elvira ordenó que se registraran inmediatamente los tres edificios. La evacuación la llevaría a cabo la policía local, y del registro se encargarían los artificieros por si había bombas trampa. A Elvira le preocupaba que pudieran haberse activado otras células terroristas, cuyo fin fuera tomar esos edificios. Había que alertar al CGI. Gregorio, del CNI, ya estaba en contacto con Pablo, que pedía que le enviaran las traducciones a través de un e-mail seguro en cuanto estuvieran listas.
Falcón, Ramírez y Del Rey se quitaron sus monos en la antesala de la tienda de la policía científica y regresaron a la guardería para proseguir su reunión.
– ¿Qué le parece este último descubrimiento, inspector jefe? -preguntó Del Rey.
– Nos han pedido que llevemos a cabo esta investigación con la mente abierta -dijo Falcón-, o al menos esas fueron las palabras del agente de más rango del CNI. Y sin embargo, desde que encontramos la Peugeot Partner y lo que contenía, casi todos los hallazgos posteriores nos han llevado a creer que en esta mezquita se estaba planeando una campaña de terrorismo islámico.
– ¿Casi todos los hallazgos posteriores?
– No hemos podido explicar la presencia de los falsos inspectores del ayuntamiento ni de los falsos electricistas -dijo Falcón-, y sin embargo sus actividades nos parecen muy sospechosas. Parecen estar directamente involucrados en la explosión. Ahora que hemos escuchado a ese artificiero, parece claro que se colocó un artefacto más pequeño, que fue el que hizo detonar el hexógeno almacenado. Hemos establecido un vínculo entre Miguel Botín y los electricistas. Alguien vio cómo le entregaba la tarjeta al imán. Pero ¿para quién trabajaba?
– ¿Entonces tampoco se traga la hipótesis del CNI?
– Lo haría si hubiera alguna prueba, pero no hay ninguna.
– ¿Y qué me dice de las llaves que abrieron la caja, que encontraron en el piso del imán? -dijo Ramírez-. ¿En qué convierte eso al imán?
– En cómplice del complot -dijo Del Rey.
– Sólo que encontraron las llaves en un cajón de la cocina -comentó Falcón-. Me parece extraño que las demás llaves estuvieran en su escritorio. Y las dos llaves son idénticas. ¿Usted las guardaría juntas?
– Si hemos de creer que Botín era un agente doble y que entregó al imán al CGI en nombre de otro mando terrorista -dijo Del Rey-, como parece creer el CNI, entonces ¿qué debemos pensar de los planos que encontraron en la caja metálica?
– Las llaves del imán abrían la caja, por tanto era una operación prescindible -dijo Falcón-. El CNI se vería obligado a admitir que formaba parte de la maniobra de distracción.
– ¿Y usted qué cree, inspector jefe?
– Aún no tengo suficiente información para creer nada -dijo Falcón.
– Usted ha dicho que mantiene la mente abierta, inspector jefe. ¿Qué significa eso exactamente? ¿Que ha estado llevando a cabo otras investigaciones?
Falcón le habló de Informaticalidad, poniéndole en antecedentes de Horizonte y I4IT. Le explicó las razones aducidas por la empresa para comprar el piso y cómo lo utilizaban los representantes. También le habló de cómo Informaticalidad contrataba a sus empleados.
– Bueno, todo eso parece raro, pero no le veo nada de particular que lo relacione con nuestro caso.
– Nunca había oído nada parecido -dijo Ramírez.
– Hasta ahora, lo único ilegal que he encontrado es que utilizaron dinero negro para comprar el piso -dijo Falcón-. He intentado encontrar algo que los relacione con lo que ocurría en la mezquita.
– Y no lo ha conseguido.
– La única relación es que una de las iglesias utilizada por Informaticalidad para reclutar personal, San Marcos, es la misma a la que asistía Ricardo Gamero, el agente antiterrorista del CGI.
– Pero ¿tiene alguna prueba de que Gamero se reuniera con alguien de Informaticalidad?
– Ninguna. Hablé con el cura de San Marcos, y yo diría que sus respuestas fueron, cuando menos, cautas, pero eso es todo.
– ¿Cree que el dibujo del hombre con el que Gamero se reunió en el museo, el que está haciendo el artista de la policía, va a proporcionarle ese vínculo con Informaticalidad?
– Es un proceso que tiene su complicación: sacar un parecido de la descripción que el guardia de seguridad de un museo hace de alguien en quien no se fijó especialmente -dijo Falcón-. Se fijan en la gente que puede montar un alboroto, no en dos adultos que conversan.
– Que es la razón por la que, después de cinco horas, aún no tenemos nada -dijo Ramírez.
– También proseguimos con una investigación que iniciamos el día anterior al atentado -dijo Falcón, y describió el hallazgo del cadáver mutilado.
– Y debido al momento en que lo encontraron, ¿cree que podría tener algo que ver con la explosión? -preguntó Del Rey.
– No sólo eso; tras maltratarlo brutalmente para ocultar la identidad de la víctima, introdujeron el cuerpo en un sudario. Mi impresión es que se hizo por respeto y por motivos religiosos. El cadáver también tiene lo que se llama el marcador genético beréber, lo que significa que o había nacido en la Península Ibérica o en el norte de África.
– Dijo que fue envenenado.
– Él mismo ingirió el veneno -dijo Falcón-, lo que podría implicar que no sabía que lo estaban «ejecutando». Luego le arrancaron todo lo que pudiera ayudar a identificarlo, pero lo trataron con respeto.
– ¿Y en qué nos ayudará esto a la hora de identificar a los falsos inspectores y a los electricistas?
– No lo sabré hasta que no identifique al hombre asesinado -dijo Falcón-. Espero poder hacerlo ahora que cuento con una imagen de la cara de la víctima y una serie de radiografías dentales que he enviado a los servicios de inteligencia de todo el mundo, incluyendo la Interpol y el FBI.
Del Rey asintió y garabateó algunas notas.
– No estamos llegando a ninguna parte al buscar a esos electricistas a través de los canales convencionales -dijo Ramírez.
– Mientras el artificiero hablaba -dijo Falcón-, se me ha ocurrido que un experto en explosivos tendría que saber electrónica, y por tanto de instalaciones eléctricas. Goma 2 Eco es un explosivo utilizado en minería, de modo que quizá deberíamos sentar a nuestros testigos delante de fotografías de todos los que poseen licencia para manejar explosivos en España.
– ¿Sus testigos le han descrito a los electricistas?
– El más fiable es un converso español llamado José Duran, pero no creo que pueda describirlos muy bien. No le llamaron la atención por ningún motivo.
– Pero ha dicho testigos, en plural.
– Hay un anciano marroquí, pero ni siquiera se dio cuenta de que los ayudantes del electricista no eran españoles.
– Quizá deberíamos enviar a un artista para que trabaje con José Duran mientras mira las fotos -dijo Ramírez-. Me pondré a ello.
Falcón le entregó su móvil para que apuntara el número de Duran. Ramírez se fue.
– Me preocupa que el CNI o bien esté viendo las cosas de manera sesgada o no nos esté diciendo todo lo que deberíamos saber -dijo Del Rey-. No entiendo por qué todavía no le han dejado entrar en el piso del imán.
– Ya no les interesa lo que ha pasado aquí -dijo Falcón-. Esta explosión fue un error o un señuelo, y en cualquiera de los dos casos no tiene sentido desperdiciar energía para averiguar muy poco cuando en otra parte posiblemente se esté planeando otro ataque aún más devastador.
– ¿Pero usted no está de acuerdo con el punto de vista del CNI?
– Creo que aquí operan dos fuerzas -dijo Falcón-. Una es un grupo terrorista islámico, que al parecer estaba planeando un atentado con hexógeno, que trajeron hasta aquí en la Peugeot Partner y almacenaron en la mezquita…
– ¿Un atentado contra esas escuelas y la Facultad de Biología?
– Veamos lo que nos dice la policía científica, si nos dice algo, de los dibujos y los textos -dijo Falcón-. Y veamos también las traducciones de los textos.
– ¿Y la otra fuerza?
– No sé cuál es.
– Pero ¿cómo se manifiesta?
– Desbaratando la lógica de nuestra hipótesis -dijo Falcón-. En ella no encajan los inspectores del ayuntamiento ni los electricistas, ni podemos explicar la presencia de Goma z Eco.
– ¿Quién cree que puede ser esa fuerza?
– ¿Por qué luchan esos grupos terroristas islámicos, o contra quién cree que luchan? -preguntó Falcón.
– Es difícil decirlo. No parecen tener un programa o una estrategia coherentes. Da la impresión de que van imponiendo una serie de castigos. Lo de Londres y Madrid fue de forma aparente a causa de Irak. Nairobi, el barco estadounidense Colé y las Torres Gemelas porque creen que Estados Unidos es el imperio del mal. Bali a causa de la intervención de Australia en Timor Oriental contra la nación islámica de Indonesia. Casablanca supuestamente contra objetivos españoles y judíos. Karachi… no lo sé; ¿fue el Sheraton, verdad?
– Ese es nuestro problema -dijo Falcón-. No tenemos ni idea de quién es su enemigo. Quizás esa otra fuerza no sea más que un grupo de gente que se ha hartado y ha decidido que ya no quieren seguir aceptando que se les aterrorice de manera pasiva. Quieren devolver el golpe. Quieren preservar su modo de vida, se considere decadente o no. Podrían ser los que están detrás de la página web VOMIT. Podría tratarse de un desconocido grupo andaluz que ha oído hablar del MILA y ha percibido que se trataba de una amenaza para sus familias. Quizá sea un grupo religioso que desea mantener la santidad de la fe católica en España y devolver el Islam al norte de África. O a lo mejor somos incluso más decadentes y sabemos que esto es un puro juego de poder. Alguien ha divisado el potencial político o económico que tiene aterrorizar a la población. Cuando esos aviones impactaron en las Torres Gemelas todo cambió. La gente ahora ve las cosas de otra manera: tanto las buenas personas como las malas. Una vez se abre un nuevo capítulo en la historia humana del terror, todo tipo de gente aplica su creatividad a escribir los siguientes párrafos.