Cuando llego con la chica a nuestro destino, ella me pone la mano sobre el hombro y me va indicando el camino por la ciudad que yo tenía la intención de rodear. Me dice que además de la escuela de arte dramático hay una escuela de clowns, y que allí está también la sede de un circo muy famoso, y que además se produce un queso azul muy conocido. Giro cinco veces a la derecha hasta llegar a la casa en que vive la chica, a breve distancia del centro histórico.
– Aquí -me dice, y empieza a moverse-, ya estamos.
Cae chirimiri y tengo la peculiar sensación de estar despidiéndome de una novia, aunque desde luego carezco de experiencia directa al respecto. Ella se revuelve en el asiento, sigue teniendo la mano sobre mi hombro.
– ¿Tienes prisa? -pregunta-. ¿Tienes que llegar a tu destino a una hora determinada?
– No, en realidad no, claro que tengo por delante un largo camino -añado, para contestar de una forma más rotunda. Estoy en guardia frente a posibles sucesos inesperados, frente a un posible ruego, las mujeres siempre suelen tener algún plan y ya lo han organizado todo antes de que uno se dé ni cuenta.
– No, sólo quería invitarte a que te quedaras hoy aquí, esta noche -me dice-. Comparto piso con dos chicas que van conmigo a la escuela, pero hay sitio de sobra también para ti.
Reflexiono por un momento si puede haber algún riesgo en aceptar la oferta, si ésta podría afectar incluso a mis planes de futuro. Los que penetran en la vida de alguien por un breve tiempo pueden resultar más profundamente alterados que quienes pasan juntos años enteros, tengo la experiencia de que las casualidades pueden ser traicioneras y decisivas.
– En serio -me dice mientras se recoloca el pelo y mete un mechón debajo de la cinta. Lo cierto es que ha empezado a oscurecer y pronto será de noche.
– Bueno, pues sí, gracias -digo, decidido a compartir casa con tres actrices. En cualquier caso, me habré ido antes de que despierten.
– Sólo una cosa -me dice-, mis compañeras de piso son vegetarianas, espero que no te importe. Por la cena. Probablemente hoy habrá lasaña de espinacas.
Cuando estamos bajando del coche, me dice de pronto:
– ¿Cómo dijiste que se llamaba esa planta que era como una colchoneta de gimnasia?