Capítulo 48

Sigo trabajando en el jardín hasta después de oscurecer los días que faltan para la llegada de la niña y su madre, pero la última mañana exploro el pueblo con un objetivo distinto: tiendas de alimentación. No se tarda nada en recorrer las calles donde pueden encontrarse las cosas más necesarias. El pan se compra al lado de la carnicería, verduras y frutas, semillas, judías, mermeladas y café en la tienda de enfrente. Salchichas, aceitunas y toda clase de encurtidos están detrás de una pantalla de cristal en la carnicería. En la plaza, delante de la iglesia, venden queso, jamón curado y miel de abejas. Empiezo por la carnicería, pero no veo carne picada por ningún sitio. Así que señalo un trozo de carne de color rosado, expuesto en el mostrador.

– Es ternera -dice el carnicero. Mi mente vuela a papá y por algún motivo me siento aliviado de que no sea cerdo.

– Sí, justo, quiero un kilo -digo sin la menor vacilación.

El carnicero coloca el pedazo de carne encima de la tabla y corta ocho filetes con un cuchillo afiladísimo, lo pasa suavemente por el músculo ensangrentado sin dejar de observarme. Luego me aventuro a señalar un cuenco con alguna clase de exquisitez en escabeche que me despierta la curiosidad.

– Cien gramos -digo en el dialecto sin un solo error, porque la mujer a la que sirvieron antes que a mí había pedido cien gramos.

– ¿Cien gramos? -pregunta el tendero, levantando las cejas; tengo la sensación de que los otros tres clientes también me miran. Así que el tendero pesca tres corazones de alcachofa con un cucharón colador, los pone en un grueso papel encerado, los envuelve rapidísimamente dando vueltas al papel, y los coloca en la báscula.

Cuando estoy camino de casa con la bolsa de comida en los brazos, me encuentro a los hermanos Marcos y Pablo en el descansillo de la escalera, acarreando una cuna con barras, parecen encantados de verme. Los vecinos de los pisos de arriba y abajo han salido a la puerta a observar a los dos transportistas de hábitos blancos.

– Traemos la cuna -dicen-. ¿Dónde quieres que la pongamos?

No recordaba haberle dicho al padre Tomás que necesitaba una cuna para la niña. Meto la mano en el bolsillo y cuando encuentro la llave que abre la puerta del piso les ayudo a transportar la cuna y la colocamos en el dormitorio. Cuando el hermano Marcos y el hermano Pablo se han marchado sin aceptar siquiera el té de bolsita que les ofrezco, saco todas las compras de la bolsa y las dispongo encima de la mesa de la cocina. Un kilo de patatas, ocho filetes de ternera bien machacados, cien gramos de corazones de alcachofa en escabeche, una botella de agua, leche, aceite de oliva, un frasco de miel, queso, sal y un bote de pimienta.

La niña y su madre llegan por la tarde y en mi última visita al jardín esa mañana cojo un ramo de rosas y lo pongo en el jarrón donde estaban las flores de plástico. Luego llamo a la puerta de mi vecina del piso de arriba, una señora mayor de cabellos plateados, para pedirle prestada una plancha. Se queda un tanto extrañada, pero me la presta. Me plancho la única camisa que me traje de casa, es la misma que llevaba cuando nació mi hija Flora Sol.

La niña y su madre llegan a las cinco y a decir verdad no sé qué hacer con la carne que acabo de comprar. Al final vuelvo a la tienda y pregunto al carnicero cómo puedo preparar la carne que compré hace una hora. Llevo puesta la camisa blanca.

No da señal alguna de que mi pregunta le coja por sorpresa.

– ¿No era ternera?

– Sí, eso es. Un kilo.

– Sí, ocho filetes; bastarían para cinco adultos -me dice.

– Pues sí, eran ocho filetes -digo yo. Estoy haciendo progresos con el idioma, ya puedo formar frases cortas y sencillas y mantener conversaciones.

– Caliente la sartén -dice-, ponga cuatro cucharadas de aceite y dore los filetes en la sartén, primero por un lado, luego les da la vuelta y los dora por el otro lado. Al final le echa sal y pimienta a la carne. No se tarda nada.

– ¿Cuánto tiempo? -pregunto.

– Tres minutos por cada lado.

– ¿Y la salsa? -pregunto.

– Eche un poco de vino en la sartén después de freír la carne y deje que la salsa cueza un poco.

– ¿Cuánto tiempo?

– Dos minutos.

– ¿Y hierbas y especias?

– Sal y pimienta.

Загрузка...