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Quizá debiera explicar que cada hombre de Borthan, y lo mismo cada mujer, son prometidos al nacer o poco después a una hermana vincular y un hermano vincular. Ningún miembro de una de esas triples uniones puede ser pariente consanguíneo de ningún otro. Los vínculos son dispuestos poco después de ser concebido un niño, y suelen ser motivo de intrincadas negociaciones, ya que habitualmente se tiene más intimidad con un hermano vincular y una hermana vincular que con la propia familia de sangre; por eso un padre tiene hacia su hijo la obligación de establecer los vínculos con cuidado.

Como yo era segundo hijo de un septarca, disponer mis vínculos fue cuestión de gran ceremonia. Habría sido muy democrático, pero poco sensato, vincularme con la hija de un campesino, ya que uno debe criarse en el mismo plano social que su pariente vincular para que la relación produzca algún beneficio. Por otro lado, no se me podía vincular con pariente de algún otro septarca, ya que algún día el destino podía elevarme al trono de mi padre, y un septarca no debe enredarse en lazos vinculares con la familia real de otro distrito, so pena de que su libertad de decisión quede restringida. Era necesario entonces vincularme con hijos de nobles, pero no de reyes.

El proyecto fue manipulado por el hermano vincular de mi padre. Ulman Kotril; fue la última ayuda que proporcionó mi padre, ya que no mucho después de mi nacimiento lo mataron unos bandidos de Krell. En busca de una hermana vincular para mí, Ulman bajó a Manneran y obtuvo vínculo con el hijo aún no nacido de Segvord Helalam, Gran Juez del Puerto. Se había determinado que el hijo de Helalam sería mujer; por consiguiente, el hermano vincular de mi padre volvió a Salla y completó la triple unión pactando con Luinn Condorit, un general de la patrulla norteña, por su próximo hijo.

Noim, Halum y yo nacimos la misma semana, y mi padre. realizó en persona la ceremonia del vínculo. (Entonces, por supuesto, se nos llamaba por nuestros nombres infantiles, pero aquí lo omito para simplificar.) La ceremonia tuvo lugar en el palacio del septarca, con representantes de Noim y Halum; más tarde, cuando fuimos mayores y pudimos viajar, volvimos a jurar nuestros vínculos en presencia de los demás; yo fui a, Manneran para vincularme con Halum. De allí en adelante nos separamos con escasa frecuencia. Segvord Helalam no puso objeciones a que su hija se criara en Salla, pues tenía esperanzas de que lograra una brillante boda con algún príncipe de la corte de mi padre. En esto sufriría una desilusión, ya que Halum fue a la tumba soltera y, por cuanto sé, virgen.

Esta trama vincular nos ofrece una pequeña escapatoria de la opresiva soledad en que se espera que vivamos los habitantes de Borthan. Ya debes de saber — aunque quien lee esto sea forastero en nuestro planeta — que la costumbre nos prohíbe desde hace mucho abrir nuestras almas a los demás. Nuestros antepasados creían que hablar excesivamente de uno mismo conduce inevitablemente a la autocomplacencia, la autocompasión y la autocorrupción; por consiguiente, se nos educa para mantenernos encerrados en nosotros mismos, y para que las ligaduras del hábito sean más resistentes se nos prohíbe incluso utilizar palabras tales como «yo» o «mí» en el habla cortés. Si tenemos problemas, los resolvemos en silencio; si tenemos ambiciones, las colmamos sin anunciar nuestras esperanzas; si tenemos deseos, los perseguimos de un modo abnegado e impersonal. Sólo dos excepciones se hacen a estas duras reglas. Podemos hablar libremente de lo que sentimos a nuestros drenadores, que son funcionarios religiosos y meros asalariados; y dentro de ciertos límites, podemos abrirnos a nuestros parientes vinculares. Éstas son las reglas del Pacto.

Es permisible confiar casi cualquier cosa a una hermana vincular o un hermano vincular; pero se nos enseña a observar la etiqueta al hacerlo. Por ejemplo, la gente correcta considera impropio hablar en primera persona incluso a un pariente vincular. No se debe hacer, jamás. Por íntima que sea la confesión debemos expresarla en gramática aceptable, no con las vulgaridades de un simple exhibicionista.

(En nuestro idioma, un exhibicionista es alguien que se descubre ante otros, lo cual quiere decir que descubre su alma, no su carne. Es una acción considerada grosera, y castigada con el ostracismo social o algo peor. Los exhibicionistas utilizan los pronombres censurados del vocabulario bajo, como yo lo he hecho en todo lo que tú lees ahora Aunque está permitido mostrarse ante un pariente vincular, no se es un exhibicionista a menos que se lo haga en procaces barboteos de «yo» y «mí».)

Se nos enseña además a observar reciprocidad en nuestros tratos con parientes vinculares. Es decir que no podemos sobrecargarlos con nuestros infortunios omitiendo aliviarlos de sus propios pesares. Esto es pura cortesía: la relación depende de su carácter mutuo, y podemos utilizar a esos parientes únicamente si tenemos cuidado de dejar que ellos nos utilicen. A menudo los niños son unilaterales en sus tratos con parientes vinculares; tal vez uno domine a su hermano vincular y le hable incesantemente, sin detenerse a escuchar las penas del otro. Pero habitualmente esas cosas se equilibran pronto. Es una imperdonable falta de decoro mostrar insuficiente preocupación por un pariente vincular; no conozco a nadie, ni siquiera al más débil y descuidado de todos nosotros, que sea culpable de ese pecado.

De todas las prohibiciones relacionadas con el vínculo, la más severa es la que proscribe tener relaciones físicas con un pariente vincular. En asuntos sexuales somos generalmente bastante libres; pero en ese caso especial no nos atrevemos a hacer nada, lo cual me ha causado mucho dolor. No es que anhelara a Noim, ya que nunca tuve esas inclinaciones, ni son habituales entre nosotros; pero mi alma deseaba a Halum que nunca podría consolarme como esposa ni como amante. Pasamos largas horas sentados juntos, su mano en la mía, diciéndonos cosas que no diríamos a nadie más, y qué fácil me habría sido atraerla hacia mí, y abrir sus vestiduras, y deslizar mi carne vibrante en la suya. Yo no lo intentaría. Mi condicionamiento se mantuvo firme, y — espero sobrevivir lo suficiente como para contártelo — aun después de que Schweiz y su poción cambiaron mi alma, seguí respetando la santidad del cuerpo de Halum, si bien pude penetrarla de otros modos. Pero no negaré que la deseaba. Tampoco puedo olvidar la impresión: que sentí cuando, siendo muchacho, me enteré de que, entre todas las mujeres de Borthan, sólo me estaba negada Halum, mi amada Halum.

Estuve extraordinariamente cerca de Halum en todos los aspectos, salvo el físico; y ella fue para mí la hermana vincular ideal: abierta, generosa, cariñosa, serena, radiante, adaptable. No sólo era hermosa — piel suave, ojos y pelo oscuros, delgada y grácil —, sino que también era notable por dentro, ya que su alma era dulce, suave y dócil, una mezcla maravillosa de pureza y sabiduría. Pensando en ella veo la imagen del claro de un bosque en la montaña, con árboles perennes de hojas negras que brotan juntos, apretados, como espadas sombrías, de un lecho de nieve recién caída, y un chispeante arroyo que danza entre peñascos salpicados de sol, todo limpio, incorrupto y completo. A veces, cuando estaba con ella, me sentía imposiblemente tosco y torpe, con un cuerpo feo y velludo, y músculos estúpidamente pesados; pero Halum tenía la habilidad de mostrarme, con una palabra, con una risa, que yo era injusto conmigo mismo cuando permitía que su levedad y su belleza me llevaran a desear ser suave y etéreo como una mujer.

Por otro lado, yo estaba igualmente cerca a Noim. Noim contrastaba conmigo en muchos aspectos: él delgado y yo robusto; él mañoso y yo directo; él cauteloso y calculador y yo temerario; él de aspecto frío y yo risueño. Con él, como con Halum, me sentía torpe muchas veces; no en ningún sentido corporal, en realidad, ya que, como dije, me muevo bien para mi tamaño, sino en mi naturaleza interior. Noim, más jovial que yo, más vivaz, de ingenio más rápido, parecía saltar y brincar mientras yo avanzaba con pesadez y, sin embargo, el pesimismo que predominaba en su espíritu lo hacía aparecer más profundo que yo, y más alegre. Para hacerme justicia, diré que Noim me miraba con envidia, tanto como yo a él. Tenía celos de mi gran fortaleza, y además confesaba sentirse mezquino de alma e insignificante cuando me miraba a los ojos.

—Uno ve allí sencillez y potencia — admitía —, y se da cuenta de que uno suele hacer trampas, es perezoso, falta a su palabra, hace diariamente una docena de maldades, y para ti ninguna de estas cosas es más natural que comer tu propia carne.

Comprenderás que Halum y Noim no eran parientes vinculares entre sí, y que solamente los ligaba su común relación conmigo. Noim tenía una hermana vincular propia, una tal Thirga, y Halum estaba vinculada con una muchacha de Manneran, llamada Nald. Mediante estos lazos, el Pacto crea una cadena que une nuestra sociedad, ya que Thirga tenía también una hermana vincular, y Nald un hermano vincular, que a su vez estaban vinculados por el otro lado, y así sucesivamente hasta formar una serie vasta, si no infinita. Como es obvio, uno entra a menudo en contacto con los parientes vinculares de los suyos propios, aunque uno no está en libertad de disfrutar con ellos de los mismos privilegios que tiene con los de su propio vínculo. Yo veía con frecuencia a la Thirga de Noim y a la Nald de Halum, así como Halum veía a mi Noim y Noim a mi Halum; pero entre yo y Thirga o yo y Nald nunca hubo más que una amistad superficial, mientras que Noim y Halum se atrajeron con afecto inmediato. En verdad, por un tiempo sospeché que se casarían, lo cual habría sido poco habitual, aunque no ilegal. Pero Noim advirtió que me perturbaría que mi hermano vincular compartiese la cama con mi hermana vincular, y se cuidó de no permitir que la amistad madurara en un amor de ese tipo.

Ahora Halum duerme para siempre bajo una lápida en Manneran, y Noim se ha convertido en un extraño para mí, tal vez hasta en un enemigo mío, y la arena roja de las Tierras Bajas Abrasadas me vuela a la cara mientras escribo estas líneas.

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