44

Habíamos pasado la prueba. Nos darían lo que deseábamos. Después del amor compartido vino el regateo. Volvimos al poblado, y por la mañana los cargadores trajeron nuestros cajones de mercancía para el trueque, y los tres caciques sacaron tres rechonchas vasijas de arcilla, dentro de las cuales se veía el polvo blanco. Y amontonamos una alta pila de cuchillos, espejos y varas caloríferas, y ellos vertieron cuidadosamente un poco de polvo de dos de esas vasijas en la tercera. Schweiz hizo casi toda la negociación. El guía que habíamos traído desde la costa sirvió de poco, ya que, si bien sabía hablar el idioma de aquellos caciques, nunca había hablado con sus almas. De hecho, la negociación se invirtió súbitamente Schweiz, contento, agregaba más utensilios al precio, y los jefes respondían agregando más polvo a nuestro recipiente, riendo todos en una especie de histérico buen humor a medida que el certamen de generosidad se hacía más frenético. Al final dimos a los lugareños cuanto teníamos, guardándonos sólo unos pocos artículos para regalar a nuestro guía y a nuestros cargadores, y los lugareños nos dieron droga suficiente como para atraer a miles de mentes.

Cuando llegamos al puerto, el capitán Khrisch nos estaba esperando.

—Uno ve que les ha ido bien — comentó.

—¿Tan evidente es? — pregunté.

—Cuando fueron a ese sitio, estaban preocupados. Al volver son hombres felices. Sí, es evidente.

La primera noche de nuestro viaje de regreso a Manneran, Schweiz me llamó a su camarote. Había sacado la vasija de polvo blanco y roto el sello. Vi cómo vertía cuidadosamente la droga en pequeños sobres, semejantes a aquél en el cual había venido la primera dosis. Trabajaba en silencio, mirándome apenas, llenando unos setenta u ochenta sobres. Cuando hubo concluido, contó una docena y los apartó. Señalando los demás, dijo:

—Esos son para ti. Escóndelos bien en tu equipaje, o necesitarás todo tu poder en la Magistratura del Puerto para hacerlos pasar ante los cobradores aduaneros.

—Me has dado cinco veces más de lo que te llevas tú — protesté.

—Tú los necesitas más — me comentó Schweiz.

Загрузка...