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Pude haberle hecho caer el polvo de la mano y ordenado su arresto. Pude haberle exigido que se alejase de mí y no volviese a acercarse nunca más. Por lo menos pude haber exclamado que era imposible que yo tocase alguna vez semejante sustancia. Pero no hice nada de eso. Decidí en cambio ser fríamente intelectual, mostrar una curiosidad indiferente, conservar la calma y utilizar juegos verbales con él. Así, le alenté a que me llevase un poco más adentro de la ciénaga.

—¿Cree que uno ansía tanto contravenir el Pacto? — pregunté.

—Uno cree que usted es un hombre de firme voluntad y mente inquisitiva, que no querría perder una oportunidad de esclarecerse.

—¿Esclarecerse ilegalmente?

—Todo esclarecimiento auténtico es ilegal al principio, dentro de su contexto. Hasta la religión del Pacto: ¿acaso sus antepasados no fueron expulsados de otros mundos por practicarla?

—Uno desconfía de tales analogías. Ahora no hablamos de religión. Hablamos de una droga peligrosa. Usted pide a uno que renuncie a toda la preparación de su vida, y se abra a usted como nunca lo ha hecho ni siquiera con un pariente vincular, ni siquiera con un drenador.

—Sí.

—¿E imagina que uno podría estar dispuesto a hacerlo?

—Uno imagina que acaso usted saliera transformado y depurado, si se decidiera a probar — dijo Schweiz.

—Uno también podría salir marcado y deformado.

—Es dudoso. El saber nunca lastima el alma. Solamente elimina aquello que está incrustado en ella y la consume.

—¡Qué locuaz es usted, Schweiz! Sin embargo, mire: ¿puede creer que sería posible entregar los secretos íntimos de uno a un desconocido, a un extranjero, a uno de otro mundo?

—¿Por qué no? Mejor a un desconocido que a un amigo. Mejor a un terrestre que a un conciudadano. No tendría nada que temer: el terrestre jamás trataría de juzgarle según los cánones de Borthan. No habría críticas ni desaprobaciones de lo que usted tenga dentro del cráneo. Y en un año o dos el terrestre abandonará este planeta en un viaje de cientos de años luz, y ¿qué importará entonces que una vez su mente se haya fundido con la de él?

—¿Por qué anhela tanto que esa fusión se cumpla?

—Hace ocho lunas que uno tiene esta droga en el bolsillo, mientras busca alguien con quien compartirla. Parecía que la búsqueda iba a ser vana. Entonces uno le conoció a usted y vio su potencial, su fuerza, su rebeldía oculta…

—Uno no advierte ninguna rebeldía, Schweiz. Uno acepta totalmente su mundo.

—¿Puede uno suscitar la delicada cuestión de su actitud hacia su hermana vincular? Eso parece un síntoma de un descontento fundamental hacia las restricciones de su sociedad.

—Tal vez. Tal vez no.

—Se conocería mejor después de probar la droga sumarana. Tendría menos «tal vez» y más certezas.

—¿Cómo puede decir eso, si usted mismo no ha tomado la droga?

—Me parece, simplemente.

—Es imposible — dije.

—Un experimento. Un pacto secreto. Nadie se enteraría jamás.

—Imposible.

—¿Acaso teme compartir su alma?

—A uno se le enseña que esa comunión es impía.

—La enseñanza puede ser errónea — dijo —. ¿Nunca sintió la tentación? ¿Alguna vez saboreó tal éxtasis en un drenaje que deseó poder experimentar lo mismo con alguien a quien amara, su señoría?

Volvía a tocarme en un sitio vulnerable.

—Ocasionalmente uno ha sentido eso — admití —. Sentado frente a algún feo drenador, e imaginando que era en cambio Noim, o Halum, y el drenaje era un flujo recíproco…

—¡Entonces ya ansía esta droga sin darse cuenta!

—No. No.

—Acaso le espanta la idea de abrirse a un desconocido, y no el concepto mismo de abrirse — sugirió Schweiz —. Quizá tomaría esta droga con otro que no fuera el terrestre, ¿eh? ¿Con su hermano vincular? ¿Con su hermana vincular?

Pensé en eso. Sentarme junto a Noim, que para mí era como un segundo yo, y llegar a su mente a niveles que nunca había conocido, y él llegar a la mía. O junto a Halum…, o junto a Halum…

¡Cómo me tentaba Schweiz!

Me dejó pensar un poco y luego dijo:

—¿Le complace la idea? Tome entonces. Uno renunciará a su oportunidad de usar la droga. Llévesela, úsela, compártala con alguien a quien ame.

Me puso el sobre en la mano. Me asustó; lo dejé caer sobre la mesa como si quemara.

—Pero eso le privaría a usted de su anhelada realización — dije.

—No importa. Uno puede conseguir más droga. Uno quizá pueda encontrar otro socio para el experimento. Mientras tanto, usted, su señoría, habrá conocido el éxtasis. Hasta un terrestre puede ser altruista. Tómela, su señoría. Tómela.

Le miré con dureza.

—¿Es posible, Schweiz, que sólo fingiera cuando habló de tomar usted mismo la droga? ¿Que en realidad buscaba a alguien que se ofreciera como sujeto experimental, para así estar seguro de que la droga es inofensiva antes de arriesgarse a tomarla?

—Me interpreta mal, su señoría.

—Tal vez no. Tal vez era eso lo que buscaba. — Me vi administrando la droga a Noim, le vi caer presa de convulsiones ante mis ojos mientras yo me disponía a llevarme a los labios mi propia dosis. Empujé el sobre de vuelta hacia Schweiz —. No. Se rechaza la oferta. Uno aprecia su generosidad, pero no experimentará sobre sus seres queridos, Schweiz.

La cara del terrestre enrojeció.

—Esa deducción es injusta, su señoría. El ofrecimiento de renunciar a la parte propia de la droga fue hecho de buena fe, y en no poco perjuicio de los planes de uno. Pero ya que la rechaza, volvamos a la propuesta inicial. Los dos probaremos la droga, en secreto. Descubramos juntos cuáles pueden ser sus poderes y qué puertas puede abrirnos. Uno está seguro de que en esta aventura tendríamos mucho que ganar.

—Uno ve lo que usted podría ganar — admití —. Pero ¿qué sentido tiene para…?

—¿Para usted? — Schweiz rió suavemente; entonces me echó el anzuelo —. Haciendo este experimento, su señoría, usted comprobaría que la droga es inofensiva; descubriría la dosificación adecuada, perdería el temor a la apertura misma de la mente. Y luego, obtenida otra provisión de la droga, estaría convenientemente preparado para usarla con un fin del cual ahora le apartan sus temores. Tomaría la droga junto con la única persona a quien realmente ama. Podría utilizarla para abrir su mente ante su hermana vincular Halum, y para abrir la de ella ante usted.

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