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Soy Kinnall Darival, y voy a contártelo todo sobre mí.

Es una declaración que me resulta extraña. Observo la página y reconozco mi escritura — letras estrechas, rojas, verticales, sobre el áspero papel gris —, y veo mi nombre, y oigo en mi mente los ecos del impulso cerebral que engendró esas palabras. «Soy Kinnall Darival, y voy a contártelo todo sobre mí.» Increíble.

Esto será lo que el terrestre Schweiz llamaría una autobiografía. Es decir, un relato de la persona y acciones de uno, escrito por uno mismo. No es una forma literaria que entendamos en nuestro mundo; debo inventar mi propio método narrativo, ya que no tengo precedentes que me guíen. Pero es lo que debe ser. En este planeta mío ahora estoy solo. En cierto sentido he inventado un nuevo modo de vida, seguramente puedo inventar un nuevo tipo de literatura. Siempre me han dicho que tengo talento para las palabras.

Me hallo en una choza de tablas, en las Tierras Bajas Abrasadas, escribiendo obscenidades mientras aguardo la muerte, y alabándome por mi talento literario.

«Soy Kinnall Darival.»

¡Obsceno! ¡Obsceno! En esta página ya he utilizado el pronombre «yo» casi veinte veces, creo. Soltando también, descuidadamente, palabras tales como «mi», «mí», «me», tantas veces que no quiero ni contarlas. Un torrente de desvergüenza. Yo yo yo yo yo. Aunque expusiera mi virilidad en la Capilla de Piedra de Manneran el Día de la Elección del Nombre, no estaría haciendo algo tan detestable como lo que ahora hago aquí. Casi podría reírme. Kinnall Darival practicando un vicio solitario. En este sitio desgraciado y desierto se frota su apestoso ego y grita al viento cálido pronombres ofensivos, con la esperanza de que serán llevados por las ráfagas y ensuciarán a sus semejantes. Anota frase tras frase en la desnuda sintaxis de la locura. Si pudiera, te sujetaría por la muñeca y te vertería cascadas de basura en la oreja, aunque no quisieras. ¿Y por qué? ¿Está de veras demente el orgulloso Darival? ¿Su vigoroso espíritu se ha derrumbado del todo bajo las dentelladas de serpientes mentales? ¿No queda más que su cáscara, sentada en esta mísera choza, haciéndose cosquillas obsesivamente con palabras vergonzosas, murmurando «yo» y «mí» y «me», amenazando turbiamente con revelar las intimidades de su alma?

No. Es Darival quien está cuerdo, y vosotros los que están enfermos, y aunque sé lo descabellado que esto suena, no lo cambiaré. No soy ningún lunático que murmura obscenidades para sacar un poco de placer a un frío universo. He pasado por un tiempo de cambios y he sido curado de la enfermedad que afecta a quienes habitan mi mundo, y escribiendo lo que me propongo escribir tengo la esperanza de curarte a ti también, aunque sé que estás en camino hacia las Tierras Bajas Abrasadas para matarme por mis esperanzas.

Sea, pues.

Soy Kinnall Darival, y voy a contártelo todo sobre mí.

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