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A primera hora de la tarde ya tenía hecho el equipaje con mis escasas pertenencias. Pedí a Noim que me prestara un terramóvil, y él me lo concedió con un brusco movimiento de los dedos. Ya no era posible seguir allí por más tiempo. No sólo resonaban ecos de Halum por todas partes, sino que además yo tenía que aislarme en algún sitio donde pudiera pensar tranquilo, y examinar todo lo que había hecho y lo que esperaba hacer. Tampoco deseaba estar allí cuando la policía regional investigara la muerte de Halum.

¿Era que Halum no había podido enfrentarse de nuevo conmigo la mañana después de haber entregado su alma? Había entrado con alegría en la comunión de yoes, pero luego, en esa violenta reevaluación culpable que sigue con frecuencia a la primera abertura, es posible que haya sentido otra cosa: el fortalecimiento de viejos hábitos de reticencia; una súbita sensación de horror por todo lo que había revelado. Y la decisión rápida e irreversible, el corto paseo con la cara rígida hasta los corrales de truenos blindados, el irreflexivo paso por la última puerta, el momento de arrepentimiento dentro del arrepentimiento, cuando los animales se abalanzaron sobre ella y advirtió que había llevado demasiado lejos su expiación. ¿Era eso? No se me ocurría ninguna otra explicación para esa caída a plomo de la serenidad a la desesperación, salvo que hubiera sido un reflejo de la sacudida de la droga lo que la arrastró al desastre. Y yo me había quedado sin hermana vincular, y había perdido también a mi hermano vincular, pues Noim me miraba con ojos despiadados. ¿Era eso lo que yo quería cuando soñaba con abrir almas?

—¿Adónde irás? — preguntó Noim —. En Manneran te encarcelarán. Si das un paso en Glin con tu droga serás desollado vivo. Stirron te echará de Salla. ¿A dónde entonces, Kinnall? ¿Threish? ¿Velis? O tal vez Umbis, ¿eh? ¿Dabis? ¡No! Por los dioses, será Sumara Borthan, ¿verdad? Sí. Entre tus salvajes tendrás todo el exhibicionismo que necesitas, ¿no? ¿No?

Sin levantar la voz respondí:

—Olvidas las Tierras Bajas Abrasadas, Noim. Una cabaña en el desierto…, un sitio donde pensar, un sitio de paz… Es tanto lo que uno tiene que tratar de comprender ahora…

—¿Las Tierras Bajas Abrasadas? Sí, eso está bien, Kinnall. Las Tierras Bajas Abrasadas en pleno verano. Una ardiente purga para tu alma. Ve allá, sí. Vete.

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