19

En las lomas de la montaña, sobre el lugar donde ahora iba a estar situado el templo, habían comenzado ya los preparativos para su reconstrucción. Los topógrafos, en un trabajo que duró varias semanas, habían fijado los puntos exactos que garantizaban el emplazamiento correcto. Gastón Bedeau, que dirigía el grupo encargado de la topografía había encontrado la solución, un solo centímetro de desviación era ya demasiado, puesto que se trataba de que el templo, en su nueva localización, repitiera la maravilla solar de Abu Simbel, cuando una vez al año, en el momento del anochecer, el sol brillaba en el portal del templo e inundaba con su luz la figura del gran Ramsés entre los dioses Ptah, Amón y Ra-Harajtes.

Los cimientos de la gigantesca campana de hormigón sobre la que debían sustentarse los bloques de piedra del templo, requerían cantidades enormes de hormigón que grandes barcazas traían desde Asuán. La gran dificultad se encontraba en hacer el hormigón, puesto que a una temperatura exterior de cuarenta a cincuenta grados o bien se evaporaba el agua de amasar el cemento o el hormigón se endurecía sin que diera tiempo a verterlo.

En la planta de tratamiento del agua, entre la central eléctrica y la emisora de radio, ésta tenía que ser enfriada hasta los cero grados; de ese modo se podía preparar el hormigón que se dejaba trabajar con normalidad. Eso requería un extraordinario consumo de energía.

La electricidad era facilitada por una central propia, cuyos motores diesel trabajaban ruidosamente de noche y de día. Pero sólo quedaban reservas de combustible para una semana y aún no había llegado el petrolero procedente de Asuán que se esperaba hacía ya tres días.

Jacobi se puso nervioso y convocó una reunión de urgencia en la oficina de la dirección.

El problema se había divulgado por toda la obra y el ambiente era muy tenso. Jacobi no empleó muchas palaJas, se limitó a decir que en cuatro días los depósitos de la rai estarían vacíos y que los egipcios no parecían dispuestos a facilitarles más combustible.

– Creo que todos ustedes saben lo que eso significa -termino.

– ¡No! -intervino Istvan Rogalla, el arqueólogo alemán-, pero estoy seguro de que usted va a explicárnoslo.

– Eso implica que tendremos que interrumpir nuestro trabajo. Las tareas que, como la preparación del hormigón, exigen un gran consumo de energía deberán ser interrumpidas, el campamento de trabajo y las casas particulares no recibirán suministro eléctrico. Habrá que vivir sin aire acondicionado. Debemos concentrarnos en los trabajos de desmonte del templo, pues si nos retrasamos tendremos pocas esperanzas de acabar nuestra tarea.

Las palabras desconsideradas del director despertaron una gran inquietud. El que habló con mayor vehemencia fue Alinardo, que por lo visto no había entendido bien el discurso de Jacobi; gritó que sin electricidad él no podía trabajar. Lundholm se quejó de que él no podía dormir sin aire acondicionado y, sin dormir, no podía trabajar. Bedeau quiso interrumpir su trabajo de inmediato y con el rostro rojo de cólera afirmó que los egipcios no eran dignos de una obra como ésa. Lundholm, visiblemente agitado, se levantó y gritó:

– ¡No aguanto más!, ¡no aguanto más!

El doctor Moukhtar se puso de pie y comenzó a hablar con grandes aspavientos:

– Amigos, si ésa es la voluntad de Alá, trasladaremos el templo con petróleo o sin petróleo. ¡Alá es grande y Mahoma su profeta! Si fuera la voluntad de Dios que el santuario quedara anegado por las aguas del Nilo, haría tiempo que nos habría dado una señal.

A los europeos les costaba trabajo tomar en serio las palabras del larguirucho Moukhtar. Rogalla se sonrió burlonamente y Kaminski, que parecía estar un poco ausente como si todo eso le importara poco, se limitó a decir en voz alta:

– ¡Amén!

Balouet y Raja, que habían tomado asiento junto a la tana un pOCo alejados de los demás, juntaron sus cabezas para hablar entre ellos.

– No sé -murmuró en voz baja Balouet-, pero tengo la impresión de que los soviéticos están detrás de todo esto.

Raja asintió:

– En ese caso pensamos lo mismo. El asunto parece llevar la firma de Smolitschew. Habría que informar a Jacobi.

– ¿Estás loca? -susurró el francés-. ¿Quieres delatarnos?

– ¿Qué quiere decir delatarnos? Tiene que haber una forma de poner en conocimiento de la dirección que los pronósticos de Antonov son falsos y que las aguas del Nilo no crecen con mayor rapidez de lo previsto, sino todo lo contrario, con mayor lentitud. En tales circunstancias sena inútil una reunión de urgencia como ésta sólo porque se retrasa un suministro de petróleo.

Nervioso, Balouet dio otra calada a su cigarrillo.

– Está bien. Entonces ve a Jacobi y dile: no me llamo Montet, mi verdadero nombre es Raja Kurjanowa y vengo del KGB, todos los datos que os han facilitado los rusos son falsos…

Raja hizo un movimiento involuntario con la mano.

– Bueno. ¿Pero no te parece que nos encontramos en una situación estúpida? Podemos ayudar pero no debemos nacerlo. Si la verdad sale a la luz, las primeras sospechas recaerán sobre ti. ¿Qué otra cosa nos queda por hacer?

Загрузка...