CIUDAD DE SOMBRAS 1954

14

A la manana siguiente, Fermin acudio a trabajar en alas de Cupido, sonriente y silbando boleros. En otras circunstancias le habria preguntado acerca de su merienda con la Bernarda, pero aquel dia no tenia yo los animos para la lirica. Mi padre habia quedado en entregar un pedido a las once de la manana al profesor Javier Velazquez en su despacho de la facultad en plaza Universidad. A Fermin, la sola mencion del academico le inspiraba urticaria, y con esa excusa me ofreci yo a llevarle los libros.

- Ese individuo es un pedante, un crapula y un lameculos fascista -proclamo Fermin, alzando el puno en alto al modo inequivoco de cuando le entraba el prurito justiciero-. Con el cuento de la catedra y el examen final, ese se beneficiaba hasta la Pasionaria si se terciase.

- No se pase, Fermin. Velazquez paga muy bien, siempre por adelantado y nos recomienda a los cuatro vientos -le recordo mi padre.

- Ese es dinero manchado con la sangre de virgenes inocentes -protesto Fermin-. Vive Dios que yo nunca me acoste con una mujer menor de edad, y no por falta de ganas ni oportunidades; que hoy me ven ustedes en horas bajas, pero hubo el dia en que tuve presencia y gallardia como el que mas, y aun asi, por si acaso y me daba en la nariz que eran un poco golfas, exigia la cedula de identidad o en su defecto autorizacion paterna por escrito para no faltarle a la etica.

Mi padre puso los ojos en blanco.

- Con usted es imposible discutir, Fermin.

- Es que si tengo razon, tengo razon.

Tome el paquete que yo mismo habia preparado la noche anterior, un par de Rilkes y un ensayo apocrifo atribuido a Ortega en torno a las tapas y la profundidad del sentir nacional, y deje a Fermin y a mi padre entregados a su debate de usos y costumbres.

Hacia un dia esplendido, con un cielo azul de bandera y una brisa limpia y fresca que olia a otono y a mar. Mi Barcelona favorita siempre fue la de octubre, cuando le sale el alma a pasear y uno se hace mas sabio con solo beber de la fuente de Canaletas, que durante esos dias, de puro milagro, no sabe ni a cloro. Avanzaba a paso ligero, sorteando limpiabotas, chupatintas que volvian del cafetito de media manana, vendedores de loteria y un ballet de barrenderos que parecian estar puliendo la ciudad a pincel, sin prisa y con trazo puntillista. Ya por entonces, Barcelona empezaba a llenarse de coches, y a la altura del semaforo de la calle Balmes observe apostadas en ambas aceras cuadrigas de oficinistas con gabardina gris y mirada hambrienta, comiendose un Studebaker con los ojos como si se tratase de una cupletera en salto de cama. Subi por Balmes hasta Gran Via, viendomelas con semaforos, tranvias, automoviles y hasta motocicletas con sidecar. En un escaparate vi un cartel de la casa Phillips que anunciaba la llegada de un nuevo mesias, la television, que se decia iba a cambiarnos la vida y nos iba a transformar a todos en seres del futuro, como los americanos. Fermin Romero de Torres, que siempre estaba al tanto de todos los inventos, habia profetizado ya lo que iba a suceder.

- La television, amigo Daniel, es el Anticristo y le digo yo que bastaran tres o cuatro generaciones para que la gente ya no sepa ni tirarse pedos por su cuenta y el ser humano vuelva a la caverna, a la barbarie medieval, y a estados de imbecilidad que ya supero la babosa alla por el pleistoceno. Este mundo no se morira de una bomba atomica como dicen los diarios, se morira de risa, de banalidad, haciendo un chiste de todo, y ademas un chiste malo.

El profesor Velazquez tenia el despacho en el segundo piso de la Facultad de Letras, al fondo de una galeria con embaldosado ajedrecistico y luz en polvo que daba al claustro sur. Encontre al profesor a la puerta de un aula, haciendo como que escuchaba a una alumna de figura espectacular que iba enfundada en un traje granate que le cenia el talle a cuchillo y dejaba asomar unas pantorrillas helenicas relucientes en medias de seda fina. El profesor Velazquez tenia fama de donjuan y no faltaba quien dijese que la educacion sentimental de toda senorita de buen nombre no estaba completa sin un proverbial fin de semana en un hotelito en el paseo de Sitges recitando alejandrinos tete-a-tete con el distinguido catedratico. Yo, con instinto comercial, me guarde mucho de interrumpir su conversacion, y decidi matar el tiempo haciendole una radiografia a la pupila aventajada. Quiza fuera la caminata a paso ligero que me habia levantado el animo, quiza fueran mis dieciocho anos y el hecho de que pasaba mas tiempo entre las musas atrapadas en tomos viejos que en compania de muchachas de carne y hueso, que siempre me parecian a anos luz del fantasma de Clara Barcelo, pero en aquel momento, leyendo cada pliegue en la anatomia de aquella estudiante a la que unicamente podia ver de espaldas pero que me imaginaba en tres dimensiones y perspectiva alejandrina, se me pusieron unos dientes largos como palmatorias.

- Vaya, pero si es Daniel -exclamo el profesor Velazquez-. Pues mira, menos mal que vienes tu y no el mamarracho aquel de la ultima vez, ese con nombre de torero, que me parecio que o iba bebido o estaba para encerrarlo y tirar la llave. Imaginate que se le ocurrio preguntarme la etimologia de la palabra capullo, con un tonillo de sorna muy fuera de lugar.

- Es que el medico le tiene bajo una medicacion fortisima. Algo del higado.

- De puro torrado que va todo el dia -mascullo Velazquez-. Yo que vosotros llamaba a la policia. Ese seguro que tiene ficha. Y como le huelen los pies, redios, que hay mucho rojo de mierda suelto por ahi que no se lava desde que cayo la Republica.

Me disponia a inventar alguna excusa decorosa para disculpar a Fermin cuando la estudiante que habia estado conversando con el profesor Velazquez se volvio y a mi me cayo la lengua a los pies.

La vi sonreirme y se me encendieron las orejas.

- Hola, Daniel -dijo Beatriz Aguilar.

La salude con la cabeza, mudo al haberme descubierto a mi mismo babeando sin saberlo por la hermana de mi mejor amigo, la Bea de mis temores.

- Ah, pero ?es que vosotros ya os conoceis? -pregunto Velazquez, intrigado.

- Daniel es un viejo amigo de la familia -explico Bea-. Y el unico que ha tenido el valor de decirme alguna vez que soy una cursi y una creida.

Velazquez me miro, atonito.

- De eso hace diez anos -matice yo-. Y no lo dije en serio.

- Pues yo aun estoy esperando a que me pida disculpas.

Velazquez rio de buena gana y me tomo el paquete de las manos.

- Me parece que yo aqui estoy de sobra -dijo, abriendo el paquete-. Ah, estupendo. Oye, Daniel, dile a tu padre que ando buscando un libro titulado Matamoros: cartas de juventud desde Ceuta, de Francisco Franco Bahamonde, con prologo y anotaciones de Peman.

- Delo por hecho. Le decimos algo en un par de semanas.

- Te tomo la palabra, y me voy ya pitando que me esperan treinta y dos mentes en blanco.

El profesor Velazquez me guino un ojo y desaparecio en el interior del aula, dejandome a solas con Bea. Yo no sabia adonde mirar.

- Oye, Bea, sobre lo del insulto, de verdad que...

- Te estaba tomando el pelo, Daniel. Ya se que aquello era cosa de crios, y Tomas ya te dio suficientes palos.

- Aun me duelen.

Bea me sonreia en lo que parecia son de paz, o al menos de tregua.

- Ademas, tenias razon, soy algo cursi y a veces un poco creida -dijo Bea-. Yo no te caigo muy bien, ?verdad, Daniel?

La pregunta me pillo totalmente de sorpresa, desarmado, y asustado por lo facil que era perderle la antipatia a quien se tiene por enemigo en cuanto deja de comportarse como tal.

- No, eso no es verdad.

- Tomas dice que, en realidad, no es que yo te caiga mal, es que no puedes tragar a mi padre y me lo haces pagar a mi, porque con el no te atreves. Y no te culpo. Con mi padre no se atreve nadie.

Me quede blanco, pero en unos segundos me encontre a mi mismo sonriendo y asintiendo.

- Va a resultar que Tomas me conoce mejor que yo mismo.

- No te extrane. Mi hermano nos tiene a todos cogido el numero, lo que pasa es que nunca dice nada. Pero si algun dia se le ocurre abrir la boca, se van a caer las paredes. El te aprecia mucho, ?sabes?

Me encogi de hombros, bajando la mirada.

- Siempre habla de ti, y de tu padre y la libreria y ese amigo que teneis trabajando con vosotros, que Tomas dice que es un genio por descubrir. A veces parece que piense que vosotros sois mas su verdadera familia que la que tiene en casa.

Le encontre la mirada, dura, abierta, sin miedo. No supe que decirle y me limite a sonreir. Senti que me acorralaba con su sinceridad y eche los ojos al patio.

- No sabia que estudiabas aqui.

- Este es mi primer ano.

- ?Letras?

- Mi padre opina que las ciencias no son para el sexo debil.

- Ya. Mucho numero.

- No me importa, porque a mi lo que me gusta es leer, y ademas aqui se conoce a gente interesante.

- ?Como el profesor Velazquez?

Bea sonrio de lado.

- Estare en el primer ano, pero se lo suficiente como para verlos venir de lejos, Daniel. Especialmente a los de su clase.

Me pregunte en que clase debia clasificarme a mi.

- Ademas, el profesor Velazquez es amigo de mi padre. Estan los dos en el Consejo de la Asociacion para la Proteccion y Fomento de la Zarzuela y la Lirica Espanola.

Adopte expresion de estar muy impresionado.

- ?Y que tal tu novio, el alferez Cascos Buendia?

Se le fue la sonrisa.

- Pablo viene de permiso en tres semanas.

- Estaras contenta.

- Mucho. Es un chico estupendo, aunque ya me imagino lo que debes de pensar de el.

Lo dudo, pense. Bea me observaba, vagamente tensa. Iba a cambiar de tema, pero la lengua se me adelanto.

- Tomas dice que vais a casaros y que os vais a vivir a El Ferrol.

Asintio sin pestanear.

- En cuanto Pablo termine el servicio militar.

- Debes de estar impaciente -dije, sintiendo el sabor a mala leche en mi propia voz, una voz insolente que no sabia de donde venia.

- No me importa, de verdad. La familia de el tiene propiedades alli, un par de astilleros, y Pablo va a estar al frente de uno. Tiene mucho talento para el liderazgo. Ya se le ve.

Bea apreto la sonrisa.

- Ademas, Barcelona ya la tengo vista, despues de tantos anos...

Le vi la mirada cansada, triste.

- Tengo entendido que El Ferrol es una ciudad fascinante. Llena de vida. Y el marisco, dicen que es de fabula, especialmente el centollo.

Bea suspiro, agitando la cabeza. Me parecio que queria llorar de rabia, pero era demasiado orgullosa. Se rio tranquilamente.

- Diez anos y todavia no le has perdido el gusto a insultarme, ?verdad, Daniel? Pues anda, despachate a gusto. La culpa es mia, por creer que a lo mejor podiamos ser amigos, o hacer ver que lo eramos, pero supongo que yo no valgo lo que mi hermano. Perdona que te haya hecho perder el tiempo.

Se dio la vuelta y echo a andar por el corredor que conducia a la biblioteca. La vi alejarse a traves de las baldosas blancas y negras, su sombra cortando las cortinas de luz que caian desde las cristaleras.

- Bea, espera.

Maldije mi estampa y eche a correr tras ella. La detuve a medio corredor, asiendola del brazo. Me lanzo una mirada que quemaba.

- Perdoname. Pero te equivocas: la culpa no es tuya, es mia. Soy yo el que no vale lo que tu hermano o lo que tu. Y si te he insultado es por envidia a ese imbecil que tienes por novio y por rabia de pensar que alguien como tu se iria a El Ferrol o al Congo por seguirle.

- Daniel...

- Te equivocas conmigo, porque si podemos ser amigos si tu me dejas intentarlo ahora que sabes lo poco que valgo. Y te equivocas tambien con Barcelona, porque aun que tu te creas que la tienes vista, yo te garantizo que no es asi, y que si me dejas te lo demostrare.

Vi que se le iluminaba la sonrisa y una lagrima lenta, de silencio, le caia por la mejilla.

- Mas te vale que digas la verdad -dijo-. Porque si no, se lo dire a mi hermano y te sacara la cabeza como si fuese un tapon.

Le tendi la mano.

- Me parece justo. ?Amigos?

Me ofrecio la suya.

- ?A que hora sales de clase el viernes? -pregunte.

Dudo un instante

- A las cinco.

- Te esperare en el claustro a las cinco en punto, y antes de que anochezca te demostrare que hay algo en Barcelona que aun no has visto y que no puedes irte a El Ferrol con ese idiota al que no me puedo creer que quieras, porque si lo haces la ciudad te perseguira y te moriras de pena.

- Pareces muy seguro de ti mismo, Daniel.

Yo, que nunca estaba seguro ni de la hora que era, asenti con la conviccion del ignorante. Me quede viendola alejarse por aquella galeria infinita hasta que su silueta se fundio en la penumbra y me pregunte que es lo que habia hecho.

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