13

Julian escribio una vez que las casualidades son las cicatrices del destino. No hay casualidades, Daniel. Somos titeres de nuestra inconsciencia. Durante anos habia querido creer que Julian seguia siendo el hombre de quien me habia enamorado, o sus cenizas. Habia querido creer que saldriamos adelante con soplos de miseria y de esperanza. Habia querido creer que Lain Coubert habia muerto y habia regresado a las paginas de un libro. Las personas estamos dispuestas a creer cualquier cosa antes que la verdad.

El asesinato de Sanmarti me abrio los ojos. Comprendi que Lain Coubert seguia vivo y coleando. Mas que nunca. Se hospedaba en el cuerpo ajado por las llamas de aquel hombre del que no quedaba ni la voz y se alimentaba de su memoria. Descubri que habia encontrado el modo de entrar y salir del piso de la Ronda de San Antonio a traves de una ventana que daba al tragaluz central sin necesidad de forzar la puerta que yo cerraba cada vez que me iba de alli. Descubri que Lain Coubert, disfrazado de Julian, habia estado recorriendo la ciudad, visitando el caseron de los Aldaya. Descubri que en su locura habia regresado a aquella cripta y habia quebrado las lapidas, que habia extraido los sarcofagos de Penelope y de su hijo. "?Que has hecho, Julian?"

La policia me esperaba en casa para interrogarme sobre la muerte del editor Sanmarti. Me condujeron a jefatura, donde despues de cinco horas de espera en un despacho a oscuras, se presento Fumero vestido de negro y me ofrecio un cigarrillo.

- Usted y yo podriamos ser buenos amigos, senora Moliner. Me dicen mis hombres que su esposo no esta en casa.

- Mi marido me ha dejado. No se donde esta.

Me derribo de la silla de una bofetada brutal. Me arrastre hasta un rincon, presa de panico. No me atrevi a alzar la vista. Fumero se arrodillo a mi lado y me aferro del pelo.

- Enterate bien, furcia de mierda: le voy a encontrar, y cuando lo haga, os matare a los dos. A ti primero, para que el te vea con las tripas colgando. Y luego a el, una vez le haya contado que la otra ramera a la que envio a la tumba era su hermana.

- Antes te matara el a ti, hijo de puta.

Fumero me escupio en la cara y me solto. Crei entonces que me iba a destrozar de una paliza, pero escuche sus pasos alejandose por el pasillo. Temblando, me incorpore y me limpie la sangre de la cara. Podia oler la mano de aquel hombre en la piel, pero esta vez reconoci el hedor del miedo.

Me retuvieron en aquel cuarto, a oscuras y sin agua, durante seis horas. Cuando me soltaron ya era de noche. Llovia a cantaros y las calles ardian de vapor. Al llegar a casa me encontre un mar de escombros. Los hombres de Fumero habian estado alli. Entre muebles caidos, cajones y estanterias derribadas, encontre mi ropa hecha jirones y los libros de Miquel destrozados. Sobre mi cama encontre una pila de heces y sobre la pared, escrito con excrementos, se leia "Puta".

Corri al piso de la Ronda de San Antonio, dando mil rodeos y asegurandome de que ninguno de los esbirros de Fumero me hubiera seguido hasta el portal de la calle Joaquin Costa. Cruce los tejados anegados de lluvia y comprobe que la puerta del piso seguia cerrada. Entre con sigilo, pero el eco de mis pasos delataba la ausencia. Julian no estaba alli. Le espere sentada en el comedor oscuro, escuchando la tormenta, hasta el alba. Cuando la bruma del amanecer lamio los postigos del balcon, subi al terrado y contemple la ciudad aplastada bajo cielos de plomo. Supe que Julian no volveria alli. Ya le habia perdido para siempre.

Volvi a verle dos meses despues. Me habia metido en un cine por la noche, sola, incapaz de volver al piso vacio y frio. A media pelicula, una bobada de amorios entre una princesa rumana deseosa de aventura y un apuesto reportero norteamericano inmune al despeine, un individuo se sento a mi lado. No era la primera vez. Los cines de aquella epoca andaban plagados de fantoches que apestaban a soledad, orines y colonia, blandiendo sus manos sudorosas y temblorosas como lenguas de carne muerta. Me disponia a levantarme y avisar al acomodador cuando reconoci el perfil ajado de Julian. Me aferro la mano con fuerza y permanecimos asi, mirando a la pantalla sin verla.

- ?Mataste tu a Sanmarti? -murmure.

- ?Alguien le encuentra a faltar?

Hablabamos con susurros, bajo la atenta mirada de los hombres solitarios sembrados por el patio de butacas que se recomian de envidia ante el aparente exito de aquel sombrio competidor. Le pregunte donde se habia estado ocultando pero no me respondio.

- Existe otra copia de La Sombra del Viento -murmuro-. Aqui, en Barcelona.

- Te equivocas, Julian. Las destruiste todas.

- Todas menos una. Al parecer, alguien mas astuto que yo la escondio en un lugar donde nunca podria encontrarla. Tu.

Fue asi como oi hablar de ti por primera vez. Un librero fanfarron y bocazas llamado Gustavo Barcelo habia estado presumiendo frente a algunos coleccionistas de haber localizado una copia de La Sombra del Viento. El mundo de los libros de anticuario es una camara de ecos. En apenas un par de meses, Barcelo estaba recibiendo ofertas de coleccionistas de Berlin, Paris y Roma para adquirir el libro. La enigmatica fuga de Julian de Paris tras un sangriento duelo y su rumoreada muerte en la guerra civil espanola habian conferido a sus obras un valor de mercado que nunca hubieran podido sonar. La leyenda negra de un individuo sin rostro que recorria librerias, bibliotecas y colecciones privadas para quemarlas solo contribuia a multiplicar el interes y la cotizacion. "Llevamos el circo en la sangre", decia Barcelo.

Julian, que seguia persiguiendo la sombra de sus propias palabras, no tardo en oir el rumor. Supo asi que Gustavo Barcelo no tenia el libro, pero que al parecer el ejemplar era propiedad de un muchacho que lo habia descubierto por accidente y que, fascinado por la novela y por su enigmatico autor, se negaba a venderlo y lo conservaba como su mas preciada posesion. Aquel muchacho eras tu, Daniel.

- Por el amor de Dios, Julian, no iras a hacerle dano a un crio... -murmure, no muy segura.

Julian me dijo entonces que todos los libros que habia robado y destruido habian sido arrebatados de las manos de quienes no sentian nada por ellos, de gentes que se limitaban a comerciar con ellos o que los mantenian como curiosidades de coleccionistas y diletantes apolillados. Tu, que te negabas a vender el libro a ningun precio y tratabas de rescatar a Carax de los rincones del pasado, le inspirabas una extrana simpatia, y hasta respeto. Sin tu saberlo, Julian te observaba y te estudiaba.

- Quiza, si llega a averiguar quien soy y lo que soy, tambien el decida quemar el libro.

Julian hablaba con esa lucidez firme y tajante de los locos que se han librado de la hipocresia de atenerse a una realidad que no cuadra.

- ?Quien es ese muchacho?

- Se llama Daniel. Es el hijo de un librero al que Miquel solia frecuentar en la calle Santa Ana. Vive con su padre en un piso encima de la tienda. Perdio a su madre de muy pequeno.

- Parece que estes hablando de ti.

- A lo mejor. Ese muchacho me recuerda a mi mismo.

- Dejale en paz, Julian. Es solo un nino. Su unico crimen ha sido admirarte.

- Eso no es un crimen, es una ingenuidad. Pero se le pasara. Quiza entonces me devuelva el libro. Cuando deje de admirarme y empiece a comprenderme.

Un minuto antes del desenlace, Julian se levanto y se alejo al amparo de las sombras. Durante meses nos vimos siempre asi, a oscuras, en cines y callejones a media noche. Julian siempre me encontraba. Yo sentia su presencia silenciosa sin verle, siempre vigilante. A veces te mencionaba y, al oirle hablar de ti, me parecia detectar en su voz una rara ternura que le confundia y que hacia muchos anos creia perdida en el. Supe que habia regresado al caseron de los Aldaya y que ahora vivia alli, a medio camino entre espectro y mendigo, recorriendo la ruina de su vida y velando los restos de Penelope y del hijo de ambos. Aquel era el unico lugar en el mundo que todavia sentia suyo. Hay peores carceles que las palabras.

Yo acudia alli una vez al mes, para asegurarme de que estaba bien, o simplemente vivo. Saltaba la tapia medio derribada en la parte de atras, invisible desde la calle. A veces le encontraba alli, otras veces Julian habia desaparecido. Le dejaba comida, dinero, libros... Le esperaba durante horas, hasta el anochecer. En ocasiones me atrevia a explorar el caseron. Asi averigue que habia destrozado las lapidas de la cripta y habia extraido los sarcofagos. Ya no creia que Julian estuviese loco, ni veia monstruosidad en aquella profanacion, tan solo una tragica coherencia. Las veces que le encontraba alli hablabamos durante horas, sentados junto al fuego. Julian me confeso que habia intentado volver a escribir, pero que no podia. Recordaba vagamente sus libros como si los hubiese leido, como si fuesen obra de otra persona. Las cicatrices de su intento estaban a la vista. Descubri que Julian abandonaba al fuego paginas que habia escrito febrilmente durante el tiempo en que no nos habiamos visto. Una vez, aprovechando su ausencia, rescate un pliego de cuartillas de entre las cenizas. Hablaba de ti. Julian me habia dicho alguna vez que un relato era una carta que el autor se escribe a si mismo para contarse cosas que de otro modo no podria averiguar. Hacia tiempo que Julian se preguntaba si habia perdido la razon. ?Sabe el loco que esta loco? ?O los locos son los demas, que se empenan en convencerle de su sinrazon para salvaguardar su existencia de quimeras? Julian te observaba, te veia crecer y se preguntaba quien eras. Se preguntaba si quiza tu presencia no era sino un milagro, un perdon que debia ganarse ensenandote a no cometer sus mismos errores. En mas de una ocasion me pregunte si Julian no se habia llegado a convencer de que tu, en aquella logica retorcida de su universo, te habias convertido en el hijo que habia perdido, en una nueva pagina en blanco para volver a empezar aquella historia que no podia inventar, pero que podia recordar.

Pasaron aquellos anos en el caseron y cada vez mas Julian vivia pendiente de ti, de tus progresos. Me hablaba de tus amigos, de una mujer llamada Clara de la que te habias enamorado, de tu padre, un hombre a quien admiraba y apreciaba, de tu amigo Fermin y de una muchacha en la que el quiso ver a otra Penelope, tu Bea. Hablaba de ti como de un hijo. Os buscabais el uno al otro, Daniel. El queria creer que tu inocencia le salvaria de si mismo. Habia dejado de perseguir sus libros, de desear quemar y destruir su rastro en la vida. Estaba aprendiendo a volver a memorizar el mundo a traves de tus ojos, de recuperar al muchacho que habia sido en ti. El dia que viniste a casa por primera vez senti que ya te conocia. Fingi recelo para ocultar el temor que me inspirabas. Tenia miedo de ti, de lo que podrias averiguar. Tenia miedo de escuchar a Julian y empezar a creer como el que realmente todos estabamos unidos en una extrana cadena de destinos y azares. Tenia miedo de reconocer al Julian que habia perdido en ti. Sabia que tu y tus amigos estabais investigando en nuestro pasado. Sabia que tarde o temprano descubririas la verdad, pero a su debido tiempo, cuando pudieras llegar a comprender su significado. Sabia que tarde o temprano tu y Julian os encontrariais. Ese fue mi error. Porque alguien mas lo sabia, alguien que presentia que, con el tiempo, tu le conducirias a Julian: Fumero.

Comprendi lo que estaba sucediendo cuando ya no habia vuelta atras, pero nunca perdi la esperanza de que perdieras el rastro, de que te olvidases de nosotros o de que la vida, la tuya y no la nuestra, te llevase lejos, a salvo. El tiempo me ha ensenado a no perder las esperanzas, pero a no confiar demasiado en ellas. Son crueles y vanidosas, sin conciencia. Hace ya mucho tiempo que Fumero me pisa los talones. El sabe que caere, tarde o temprano. No tiene prisa, por eso parece incomprensible. Vive para vengarse. De todos y de si mismo. Sin la venganza, sin la rabia, se evaporaria. Fumero sabe que tu y tus amigos le llevareis hasta Julian. Sabe que despues de casi quince anos, ya no me quedan fuerzas ni recursos. Me ha visto morir durante anos y solo espera el momento de asestarme el ultimo golpe. Nunca he dudado que morire en sus manos. Ahora se que el momento se acerca. Entregare estas paginas a mi padre con el encargo de que te las haga llegar si me sucede algo. Ruego a ese Dios con quien nunca me cruce que no llegues a leerlas, pero presiento que mi destino, pese a mi voluntad y pese a mis vanas esperanzas, es entregarte esta historia. El tuyo, pese a tu juventud y tu inocencia, es liberarla.

Cuando leas estas palabras, esta carcel de recuerdos, significara que ya no podre despedirme de ti como hubiera querido, que no podre pedirte que nos perdones, sobre todo a Julian, y que cuides de el cuando yo no este ahi para hacerlo. Se que no puedo pedirte nada, salvo que te salves. Quiza tantas paginas me han llegado a convencer de que pase lo que pase, siempre tendre en ti a un amigo, que tu eres mi unica y verdadera esperanza. De todas las cosas que escribio Julian, la que siempre he sentido mas cercana es que mientras se nos recuerda, seguimos vivos. Como tantas veces me ocurrio con Julian, anos antes de encontrarme con el, siento que te conozco y que si puedo confiar en alguien, es en ti. Recuerdame, Daniel, aunque sea en un rincon y a escondidas. No me dejes ir.


Nuria Monfort
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