De regreso a la libreria cruce frente al cine Capitol, donde dos pintores entarimados en un andamio contemplaban desolados como el cartel que no habia terminado de secar se les deshacia bajo el aguacero. La efigie estoica del centinela de turno apostado frente a la libreria se discernia a lo lejos. Al aproximarme a la relojeria de don Federico Flavia adverti que el relojero habia salido al umbral a contemplar el chaparron. Todavia se leian en su rostro las cicatrices de su estancia en jefatura. Vestia un impecable traje de lana gris y sostenia un cigarrillo que no se habia molestado en encender. Le salude con la mano y me sonrio.
- ?Que tienes tu en contra del paraguas, Daniel?
- ?Que hay mas bonito que la lluvia, don Federico?
- La neumonia. Anda, pasa, que ya tengo arreglado lo tuyo.
Le mire sin comprender. Don Federico me observaba fijamente, la sonrisa intacta. Me limite a asentir y le segui hasta el interior de su bazar de maravillas. Tan pronto es tuvimos dentro me tendio una pequena bolsa de papel de estraza.
- Sal ya, que ese fantoche que vigila la libreria no nos quitaba el ojo de encima.
Atisbe en el interior de la bolsa. Contenia un librillo encuadernado en piel. Un misal. El misal que Fermin llevaba en las manos la ultima vez que le habia visto. Don Federico, empujandome de vuelta a la calle, me sello los labios con un grave asentimiento. Una vez en la calle recobro el semblante risueno y alzo la voz.
- Y acuerdate de no forzar la manija al darle cuerda o volvera a saltar, ?de acuerdo?
- Descuide, don Federico, y gracias.
Me aleje con un nudo en el estomago que se estrechaba a cada paso que me aproximaba al agente de paisano que vigilaba la libreria. Al cruzar frente a el le salude con la misma mano que sostenia la bolsa que me habia dado don Federico. El agente la miraba con vago interes. Me cole en la libreria. Mi padre seguia en pie tras el mostrador, como si no se hubiese movido desde mi partida. Me miro apesadumbrado.
- Oye, Daniel, sobre lo de antes...
- No te preocupes. Tenias razon.
- Estas tiritando...
Asenti vagamente y le vi partir en busca del termo. Aproveche la circunstancia para meterme en el pequeno lavabo de la trastienda para examinar el misal. La nota de Fermin se deslizo en el aire, revoloteando como una mariposa. La cace al vuelo. El mensaje estaba escrito en una hoja casi transparente de papel de fumar en caligrafia diminuta que tuve que sostener al trasluz para poder descifrar.
Amigo Daniel:
No crea usted una palabra de lo que dicen los diarios sobre el asesinato de Nuria Monfort. Como siempre, es puro embuste. Yo estoy sano, salvo y oculto en lugar seguro. No intente encontrarme o enviarme mensajes. Destruya esta nota en cuanto la haya leido. No hace falta que se la trague, basta con que la queme o la haga anicos. Yo me pondre en contacto con usted merced a mi ingenio y a los buenos oficios de terceros en concordia. Le ruego que transmita la esencia de este mensaje, en clave y con toda discrecion, a mi amada. Usted no haga nada. Su amigo, el tercer hombre,
Empezaba a releer la nota cuando alguien golpeo la puerta del retrete con los nudillos.
- ?Se puede -pregunto una voz desconocida.
El corazon me dio un vuelco. Sin saber que otra cosa hacer, hice un ovillo con la hoja de papel de fumar y me la trague. Tire de la cadena y aproveche el estruendo de tuberias y cisternas para engullir la pelotilla de papel. Sabia a cera y a caramelo Sugus. Al abrir la puerta me encontre con la sonrisa reptil del agente de policia que segundos antes habia estado apostado frente a la libreria.
- Usted disculpe. No se si sera el oir llover todo el dia, pero es que me orinaba, por no decir otra cosa...
- Faltaria mas -dije, cediendole el paso-. Todo suyo.
- Agradecido.
El agente, que a la luz de la bombilla me parecio una pequena comadreja, me miro de arriba abajo. Su mirada de alcantarilla se poso en el misal en mis manos.
- Yo es que sin leer algo, no hay manera -argumente. -A mi me pasa lo mismo Y luego dicen que el espanol no lee. ?Me lo presta?
- Ahi encima de la cisterna tiene el ultimo Premio de la Critica -ataje-Infalible.
Me aleje sin perder la compostura v me uni a mi padre que me estaba preparando una taza de cafe con leche.
- ?Y ese? -pregunte.
- Me ha jurado que se cagaba. ?Que iba a hacer?
- Dejarlo en la calle y asi entraba en calor
Mi padre fruncio el ceno.
- Si no te importa, subo ya a casa.
- Claro que no. Y ponte ropa seca, que vas a pillar una pulmonia
El piso estaba frio v silencioso. Me dirigi a mi cuarto v atisbe por la ventana. El segundo centinela seguia alli abajo, a la puerta de la iglesia de Santa Ana. Me quite la ropa empapada y me enfunde un pijama grueso y una bata que habia sido de mi abuelo. Me tendi en la cama sin molestarme en encender la luz y me abandone a la penumbra y al sonido de la lluvia en los cristales. Cerre los ojos e intente conciliar la imagen, el tacto y el olor de Bea. La noche anterior no habia pegado ojo y pronto me vencio la fatiga. En mis suenos, la silueta encapuchada de una parca de vapor cabalgaba sobre Barcelona, un atisbo espectral que se cernia sobre torres y tejados, sosteniendo en sus hilos negros cientos de pequenos ataudes blancos que dejaban a su paso un rastro de flores negras en cuyos petalos, escrito en sangre, se leia el nombre de Nuria Monfort.
Desperte al filo de un alba gris, de cristales empanados. Me vesti para el frio y me calce unas botas de media cana. Sali al pasillo con sigilo y cruce el piso casi a tientas. Me deslice por la puerta y sali a la calle. Los quioscos de las Ramblas ya mostraban sus luces a lo lejos. Me acerque hasta el que navegaba frente a la bocana de la calle Tallers y compre la primera edicion del dia, que aun olia a tinta tibia. Corri las paginas a toda prisa hasta encontrar la seccion de necrologicas. El nombre de Nuria Monfort yacia caido bajo una cruz de imprenta y senti que me temblaba la mirada. Me aleje con el periodico doblado bajo el brazo, en busca de la oscuridad. El entierro era aquella tarde, a las cuatro, en el cementerio de Montjuic. Volvi a casa dando un rodeo. Mi padre seguia durmiendo y regrese a mi cuarto. Me sente al escritorio y saque mi pluma Meinsterstuck de su estuche. Tome un folio en blanco y desee que la plumilla me guiase. En mis manos la pluma no tenia nada que decir. Conjure en vano las palabras que queria ofrecer a Nuria Monfort pero fui incapaz de escribir o de sentir nada excepto aquel terror inexplicable de su ausencia, de saberla perdida, arrancada de cuajo. Supe que algun dia volveria a mi, meses o anos mas tarde, que siempre llevaria su recuerdo en el roce de un extrano, de imagenes que no me pertenecian, sin saber si era digno de todo ello. Te vas en sombras, pense. Como viviste.