Un manto de nubes chispeando electricidad cabalgaba desde el mar. Hubiera echado a correr para guarecerme del aguacero que se avecinaba, pero las palabras de aquel individuo empezaban a hacer su efecto. Me temblaban las manos y las ideas. Alce la vista y vi el temporal derramarse como manchas de sangre negra entre las nubes, cegando la luna y tendiendo un manto de tinieblas sobre los tejados y fachadas de la ciudad. Intente apretar el paso, pero la inquietud me carcomia por dentro y caminaba perseguido por el aguacero con pies y piernas de plomo. Me cobije bajo la marquesina de un quiosco de prensa, intentando ordenar mis pensamientos y decidir como proceder. Un trueno descargo cerca, rugiendo como un dragon enfilando la bocana del puerto, y senti el suelo temblar bajo mis pies. El pulso fragil del alumbrado electrico que dibujaba fachadas y ventanas se desvanecio unos segundos mas tarde. En las aceras encharcadas, las farolas parpadeaban, extinguiendose como velas al viento. No se veia un alma en las calles y la negrura del apagon se esparcio con un aliento fetido que ascendia de los desagues que vertian al alcantarillado. La noche se hizo opaca e impenetrable, la lluvia una mortaja de vapor. "Por una mujer asi, cualquiera pierde el sentido comun..." Eche a correr Ramblas arriba con un solo pensamiento en la cabeza: Clara.
La Bernarda habia dicho que Barcelo estaba fuera de la ciudad por asuntos de negocios. Aquel era su dia libre, y tenia por costumbre ir a pasar esa noche en casa de su tia Reme y sus primas en San Adrian del Besos. Eso dejaba a Clara sola en el piso cavernoso de la plaza Real y a aquel individuo sin rostro y sus amenazas sueltos en la tormenta con sabe Dios que ideas. Mientras me apresuraba bajo el aguacero hacia la plaza Real, no podia quitarme del pensamiento la idea de que habia puesto en peligro a Clara al regalarle el libro de Carax. Llegue a la entrada de la plaza empapado hasta los huesos. Corri a cobijarme bajo los arcos de la calle Fernando. Me parecio ver contornos de sombra reptando a mis espaldas. Mendigos. El portal estaba cerrado. Busque en mi manojo de llaves el juego que Barcelo me habia dado. Llevaba conmigo las llaves de la tienda, del piso de Santa Ana y de la vivienda de los Barcelo. Uno de los vagabundos se me acerco, murmurando si podia dejarle pasar la noche en el vestibulo. Cerre la puerta antes de que pudiese acabar su frase.
La escalera era un pozo de sombra. El aliento de los relampagos se filtraba entre las comisuras del porton y salpicaba los contornos de los peldanos. Avance a tientas y encontre el primer peldano de un tropezon. Sujete la barandilla y ascendi lentamente la escalera. Al poco, los peldanos se deshicieron en una planicie y comprendi que habia llegado al rellano del principal. Palpe los muros de marmol frio, hostil, y encontre los relieves de la puerta de roble y los picaportes de aluminio. Busque el orificio de la cerradura e introduje la llave a tientas. Al abrirse la puerta del piso, una franja de claridad azul me cego momentaneamente y un soplo de aire calido me acaricio la piel. El cuarto de la Bernarda estaba situado en la parte posterior del piso, junto a la cocina. Me dirigi alli primero, aunque tenia la seguridad de que la criada estaba ausente. Golpee con los nudillos en su puerta y, al no obtener respuesta, me permiti abrir la alcoba. Era una habitacion sencilla, con una cama grande, un armario oscuro con espejos ahumados y una comoda sobre la que la Bernarda habia colocado suficientes santos, virgenes y estampas para abrir un santuario. Cerre la puerta y, al volverme, casi se me para el corazon al vislumbrar una docena de ojos azules y escarlata avanzando desde el fondo del pasillo. Los gatos de Barcelo ya me conocian de sobra y toleraban mi presencia. Me rodearon, maullando suavemente, y al comprobar que mis ropas empapadas de lluvia no desprendian el calor deseado, me abandonaron con indiferencia.
La habitacion de Clara estaba situada en el otro extremo del piso, junto a la biblioteca y la sala de musica. Los pasos invisibles de los gatos me seguian a traves del corredor, expectantes. En la penumbra intermitente de la tormenta, el piso de Barcelo se me antojaba cavernoso y siniestro, distinto del que habia aprendido a considerar mi segunda casa. Alcance la parte delantera del piso que daba a la plaza. El invernadero de Barcelo se abrio ante mi, denso e impenetrable. Me adentre en la espesura de hojas y ramas. Por un instante me asalto la idea de que, si el extrano sin rostro se habia infiltrado en el piso, probablemente ese era el lugar que habria escogido para ocultarse. Para esperarme. Casi me parecio percibir aquel olor a papel quemado que desprendia en el aire, pero comprendi que lo que mi olfato habia detectado era sencillamente tabaco. Me asalto un amago de panico. En aquella casa nadie fumaba, y la pipa de Barcelo, siempre extinta, era puro atrezzo .
Llegue a la sala de musica y el reluz de un relampago encendio las volutas de humo que flotaban en el aire como guirnaldas de vapor. El teclado del piano formaba una sonrisa interminable junto a la galeria. Cruce la sala de musica y llegue hasta la puerta de la biblioteca. Estaba cerrada. La abri y la claridad de la glorieta que rodeaba la biblioteca personal del librero me ofrecio una calida bienvenida. Las paredes recubiertas de estanterias repletas formaban un ovalo en cuyo centro descansaba una mesa de lectura y dos butacas de mariscal de campo. Sabia que Clara guardaba el libro de Carax en una vitrina junto al arco de la glorieta. Me dirigi hasta alli con sigilo. Mi plan, o la ausencia de uno, habia sido hacerme con el libro, sacarlo de alli, entregarselo a aquel lunatico y perderlo de vista para siempre. Nadie repararia en la ausencia del libro, excepto yo.
El libro de Julian Carax me esperaba como siempre, asomando el lomo al fondo de un estante. Lo tome en mis manos y lo aprete contra el pecho, como si abrazase a un viejo amigo al que estuviese a punto de traicionar. Judas, pense. Me dispuse a salir de alli sin dejar saber a Clara de mi presencia. Me llevaria el libro y desapareceria de la vida de Clara Barcelo para siempre. Sali de la biblioteca con paso leve. La puerta de la habitacion de Clara se adivinaba al fondo del corredor. La imagine tendida en su lecho, dormida. Imagine mis dedos acariciando su garganta, explorando un cuerpo que habia memorizado de pura ignorancia. Me volvi, dispuesto a abandonar seis anos de quimeras, pero algo detuvo mis pasos antes de alcanzar la sala de musica. Una voz silbando a mi espalda, tras la puerta. Una voz profunda, que susurraba y reia. En la habitacion de Clara. Avance hacia la puerta lentamente. Pose los dedos sobre el pomo de la puerta. Los dedos me temblaban. Habia llegado tarde. Trague saliva y abri la puerta.