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- Daniel -murmuro, la sonrisa al contraluz.

El humo azul del cigarrillo le velaba el rostro. Los labios le brillaban de carmin oscuro, humedos y sangrando huellas sobre el filtro que sostenia entre el indice y el anular. Hay personas que se recuerdan y otras que se suenan. Para mi, Nuria Monfort tenia la consistencia y la credibilidad de un espejismo: no se cuestiona su veracidad, sencillamente se le sigue hasta que se desvanece o te destruye. La segui hasta el angosto salon de penumbras donde tenia su escritorio, sus libros y aquella coleccion de lapices alineados como un accidente de simetria.

- Pensaba que no volveria a verte.

- Siento decepcionarla.

Se sento en la silla de su escritorio, cruzando las piernas e inclinandose hacia atras. Arranque los ojos de su garganta y me concentre en una mancha de humedad en la pared. Me aproxime hasta la ventana y eche un vistazo rapido a la plaza. Ni rastro de Fermin. Podia oir a Nuria Monfort respirar a mi espalda, sentir su mirada. Hable sin apartar los ojos de la ventana.

- Hace unos dias, un buen amigo mio averiguo que el administrador de fincas responsable del antiguo piso de la familia Fortuny-Carax habia estado enviando la correspondencia a un apartado de correos a nombre de un bufete de abogados que, al parecer, no existe. Ese mismo amigo averiguo que la persona que habia estado recogiendo los envios a ese apartado de correos durante anos habia utilizado su nombre, senora Monfort...

- Callate.

Me volvi v la encontre retirandose en las sombras.

- Me juzgas sin conocerme -dijo.

- Ayudeme a conocerla, entonces.

- ?A quien has contado esto? ?Quien mas sabe lo que me has dicho?

- Mas gente de lo que parece. La policia lleva siguiendome hace tiempo.

- ?Fumero?

Asenti. Me parecio que le temblaban las manos.

- No sabes lo que has hecho, Daniel.

- Digamelo usted -replique con una dureza que no sentia.

- Piensas que porque te tropezaste con un libro tienes derecho a entrar en la vida de personas a quienes no conoces, en cosas que no puedes comprender y que no te pertenecen.

- Me pertenecen ahora, lo quiera o no.

- No sabes lo que dices.

- Estuve en la casa de los Aldaya. Se que Jorge Aldaya se oculta ahi. Se que fue el quien asesino a Carax.

Me miro largamente, midiendo las palabras.

- ?Sabe eso Fumero?

- No se.

- Mas vale que sepas. ?Te siguio Fumero hasta esa casa?

La rabia que ardia en sus ojos me quemaba. Habia entrado con el papel de acusador y juez, pero a cada minuto que pasaba me sentia el culpable.

- No lo creo. ?Usted lo sabia? Usted sabia que fue Aldaya quien mato a Julian y que se oculta en esa casa... ?por que no me lo dijo?

Sonrio amargamente.

- No entiendes nada, ?verdad?

- Entiendo que mintio usted para defender al hombre que asesino a quien usted llama su amigo, que ha estado encubriendo ese crimen durante anos, un hombre cuyo unico proposito es borrar cualquier huella de la existencia de Julian Carax, que quema sus libros. Entiendo que me mintio sobre su marido, que no esta en la carcel y evidentemente aqui tampoco. Eso es lo que entiendo.

Nuria Monfort nego lentamente.

- Vete, Daniel. Vete de esta casa y no vuelvas. Ya has hecho suficiente.

Me aleje hacia la puerta, dejandola en el comedor. Me detuve a medio camino y regrese. Nuria Monfort estaba sentada en el suelo, contra la pared. Todo el artificio de su presencia se habia deshecho.

Cruce la plaza de San Felipe Neri barriendo el suelo con la mirada. Arrastraba el dolor que habia recogido de labios de aquella mujer, un dolor del que me sentia ahora complice e instrumento pero sin acertar a comprender ni el como ni el porque. "No sabes lo que has hecho, Daniel." Solo deseaba alejarme de alli. Al cruzar frente a la iglesia apenas repare en la presencia de aquel sacerdote enjuto y narigudo que me bendecia con parsimonia al pie del portal, sosteniendo un misal y un rosario.

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