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- Jamas me habia sentido atrapada, seducida y envuelta por una historia como la que narraba aquel libro -explico Clara-. Hasta entonces para mi las lecturas eran una obligacion, una especie de multa a pagar a maestros y tutores sin saber muy bien para que. No conocia el placer de leer, de explorar puertas que se te abren en el alma, de abandonarse a la imaginacion, a la belleza y al misterio de la ficcion y del lenguaje. Todo eso para mi nacio con aquella novela. ?Has besado alguna vez a una chica, Daniel?

Se me atraganto el cerebelo y la saliva se me transformo en serrin.

- Bueno, eres muy joven todavia. Pero es esa misma sensacion, esa chispa de la primera vez que no se olvida. Este es un mundo de sombras, Daniel, y la magia es un bien escaso. Aquel libro me enseno que leer podia hacerme vivir mas y mas intensamente, que podia devolverme la vista que habia perdido. Solo por eso, aquel libro que a nadie importaba cambio mi vida.

Llegado a este punto, yo habia quedado reducido a pasmarote, a merced de aquella criatura cuyas palabras y cuyos encantos no tenia yo modo, ni ganas, de resistir. Desee que nunca dejase de hablar, que su voz me envolviese para siempre y que su tio no regresara jamas a quebrar aquel instante que me pertenecia solo a mi.

- Durante anos busque otros libros de Julian Carax -continuo Clara-. Preguntaba en bibliotecas, en librerias, en escuelas... siempre en vano. Nadie habia oido hablar de el o de sus libros. No podia entenderlo. Mas adelante llego a oidos de Monsieur Roquefort una extrana historia acerca de un individuo que se dedicaba a recorrer librerias y bibliotecas en busca de obras de Julian Carax y que, si las encontraba, las compraba, robaba o conseguia por cualquier medio; acto seguido les prendia fuego. Nadie sabia quien era, ni por que lo hacia. Un misterio mas que sumar al propio enigma de Carax. Con el tiempo, mi madre decidio que queria regresar a Espana. Estaba enferma y su hogar y su mundo siempre habian sido Barcelona. Secretamente, yo albergaba la esperanza de poder averiguar algo sobre Carax aqui, puesto que al fin y al cabo Barcelona habia sido la ciudad donde habia nacido y donde habia desaparecido para siempre al principio de la guerra. Lo unico que encontre fueron vias muertas, y eso contando con la ayuda de mi tio. A mi madre, en su propia busqueda, le ocurrio otro tanto. La Barcelona que encontro a su regreso ya no era la que habia dejado atras. Se encontro con una ciudad de tinieblas, en la que mi padre ya no vivia, pero que seguia embrujada por su recuerdo y su memoria en cada rincon. Como si no le bastase con aquella desolacion, se empeno en contratar a un individuo para que averiguase que habia sido exactamente de mi padre. Tras meses de investigaciones, todo lo que el investigador consiguio recuperar fue un reloj de pulsera roto y el nombre del hombre que habia matado a mi padre en los fosos del castillo de Montjuic. Se llamaba Fumero, Javier Fumero. Nos dijeron que este individuo, y no era el unico, habia empezado como pistolero a sueldo de la FAI y habia flirteado con anarquistas, comunistas y fascistas, enganandolos a todos, vendiendo sus servicios al mejor postor y que, tras la caida de Barcelona, se habia pasado al bando vencedor e ingresado en el cuerpo de policia. Hoy es un inspector famoso y condecorado. A mi padre no le recuerda nadie. Como puedes imaginarte, mi madre se apago en apenas unos meses. Los medicos dijeron que era el corazon, y yo creo que por una vez acertaron. A la muerte de mi madre me fui a vivir con mi tio Gustavo, que era el unico pariente que le quedaba a mi madre en Barcelona. Yo le adoraba, porque siempre me traia libros de regalo cuando venia a visitarnos. El ha sido mi unica familia, y mi mejor amigo, todos estos anos. Aunque le veas asi, un poco arrogante, en realidad tiene el alma de pan bendito. Todas las noches sin falta, aunque se caiga de sueno, me lee un rato.

- Si quiere usted, yo podria leer para usted -apunte solicito, arrepintiendome al instante de mi osadia, convencido de que para Clara mi compania solo podia suponer un engorro, cuando no un chiste.

- Gracias, Daniel -repuso ella-. Me encantaria.

- Cuando usted quiera.

Asintio lentamente, buscandome con su sonrisa.

- Lamentablemente, no conservo aquel ejemplar de La casa roja -dijo-. Monsieur Roquefort se nego a desprenderse de el. Podria intentar contarte el argumento, pero seria como describir una catedral diciendo que es un monton de piedras que acaban en punta.

- Estoy seguro de que usted lo contaria mucho mejor que eso -murmure.

Las mujeres tienen un instinto infalible para saber cuando un hombre se ha enamorado de ellas perdidamente, especialmente si el varon en cuestion es tonto de capirote y menor de edad. Yo cumplia todos los requisitos para que Clara Barcelo me enviase a paseo, pero preferi creer que su condicion de invidente me garantizaba cierto margen de seguridad y que mi crimen, mi total y patetica devocion por una mujer que me doblaba en edad, inteligencia y estatura, permaneceria en la sombra. Me preguntaba que podia ella ver en mi como para ofrecerme su amistad, sino acaso un palido reflejo de ella misma, un eco de soledad y perdida. En mis suenos de colegial siempre seriamos dos fugitivos cabalgando a lomos de un libro, dispuestos a escaparse a traves de mundos de ficcion y suenos de segunda mano.


Cuando Barcelo regreso arrastrando una sonrisa felina habian pasado dos horas que a mi me habian sabido a dos minutos El librero me tendio el libro y me guino el ojo.

- Miralo bien, albondiguilla, que luego no quiero que me vengas con que te he pegado el cambiazo, ?eh?

- Me fio de usted -apunte.

- Valiente bobada. Al ultimo interfecto que me vino con eso (turista yanqui el, convencido de que la fabada la habia inventado Hemingway en los San Fermines) le ven di un Fuenteovejuna firmado por Lope de Vega a boligrafo, fijate tu, asi que andate con ojo, que en este negocio de los libros no te puedes fiar ni del indice.

Anochecia cuando salimos de nuevo a la calle Canuda. Una brisa fresca peinaba la ciudad, y Barcelo se quito el gaban para ponerselo sobre los hombros a Clara. No viendo oportunidad mas idonea en ciernes, deje caer como quien no quiere la cosa que si les parecia bien, podia pasarme al dia siguiente por su domicilio a leer en voz alta algunos capitulos de La Sombra del Viento para Clara. Barcelo me miro de reojo y solto una carcajada seca a mi costa.

- Chaval, que te embalas -mascullo, aunque su tono delataba su beneplacito.

- Bueno, si no les va bien, quiza otro dia o...

- Clara tiene la palabra -dijo el librero-. En el piso ya tenemos siete gatos y dos cacatuas. No vendra de una alimana mas o menos.

- Te espero entonces manana a eso de las siete -concluyo Clara-. ?Sabes la direccion?

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