Aquella tarde, mientras entraba de nuevo en calor, Bea me refirio la historia de como "El angel de bruma" habia llegado a las manos de la familia Aldaya. El relato era un melodrama escabroso que bien podria haberse escapado de la pluma de Julian Carax. La casa habia sido construida en 1899 por la firma de arquitectos de Nauli, Martorell i Bergada bajo los auspicios de un prospero y extravagante financiero catalan llamado Salvador Jausa, que solo habria de vivir en ella un ano. El potentado, huerfano desde los seis anos y de origenes humildes, habia amasado la mayor parte de su fortuna en Cuba y Puerto Rico. Se decia que la suya era una de las muchas manos negras tras la trama de la caida de Cuba y la guerra con Estados Unidos en que se habian perdido las ultimas colonias. Del Nuevo Mundo se trajo algo mas que una fortuna: le acompanaban una esposa norteamericana, damisela palida y fragil de la buena sociedad de Filadelfia que no hablaba palabra de castellano, y una criada mulata que habia estado a su servicio desde los primeros anos en Cuba y que viajaba con un macaco enjaulado vestido de arlequin y siete baules de equipaje. Por el momento se instalaron en varias habitaciones del hotel Colon en la plaza de Cataluna, a la espera de adquirir la vivienda adecuada a los gustos y apetencias de Jausa.
A nadie le cabia la menor duda de que la criada -belleza de ebano dotada de mirada y talle que segun las cronicas de sociedad inducia taquicardias- era en realidad su amante y guia en placeres ilicitos e innombrables. Su calidad de bruja y hechicera se asumia por anadidura. Su nombre era Marisela, o asi la llamaba Jausa, y su presencia y aires enigmaticos no tardaron en convertirse en el escandalo predilecto de las reuniones que las damas de buena cuna propiciaban para degustar melindros y matar el tiempo y los sofocos otonales. En estas tertulias circulaban rumores sin confirmar que sugerian que la hembra africana, por inspiracion directa de los infiernos, fornicaba aupada al varon, es decir, cabalgandolo cual yegua en celo, lo cual violaba por lo menos cinco o seis pecados mortales de necesidad. No falto pues quien escribiera al obispado, solicitando una bendicion especial y proteccion para el alma impoluta y nivea de las familias de buen nombre de Barcelona ante semejante influencia. Para mas inri, Jausa tenia la desfachatez de salir a pasear con su esposa y con Marisela en su carruaje los domingos a media manana, ofreciendo asi el espectaculo babilonico de la depravacion a ojos de cualquier mozalbete incorrupto que pudiere deambular por el paseo de Gracia en su camino a misa de once. Hasta los diarios se hacian eco de la mirada altiva y orgullosa de la negraza, que contemplaba al publico barcelones "como una reina de las selvas miraria a una cofradia de pigmeos".
Por aquella epoca, la fiebre modernista ya consumia Barcelona, pero Jausa indico claramente a los arquitectos que habia contratado para que le construyesen su nueva morada que queria algo diferente. En su diccionario, "diferente" era el mejor de los epitetos. Jausa habia pasado anos paseandose frente a la hilera de mansiones neogoticas que los grandes magnates de la era industrial americana se habian hecho construir en el tramo de la Quinta Avenida varado entre las calles 58 y 72, frente a la cara este del Central Park. Prendido con sus ensuenos americanos, el financiero se nego a escuchar cualquier argumento en favor de construir segun la moda y uso del momento, del mismo modo en que se habia negado a adquirir un palco en el Liceo, como era de rigor, calificandolo de babel de sordos y colmena de indeseables. Deseaba su casa alejada de la ciudad, en el por entonces todavia relativamente desolado paraje de la avenida del Tibidabo. Queria contemplar Barcelona desde la distancia, decia. Por unica compania solo deseaba un jardin de estatuas de angeles que segun sus instrucciones (destiladas por Marisela) debian estar ubicadas en los vertices del trazado de una estrella de siete puntas, ni una mas ni una menos. Resuelto a llevar sus planes a cabo, y con las arcas rebosantes para hacerlo a su capricho, Salvador Jausa envio a sus arquitectos tres meses a Nueva York para que estudiasen las delirantes estructuras erigidas para albergar al comodoro Vandervilt, a la familia de John Jacob Astor, Andrew Carnagie y al resto de las cincuenta familias de oro. Dio instrucciones para que asimilasen el estilo y las tecnicas del taller de arquitectura de Stanford, White amp; McKim y les advirtio que no se molestasen en llamar a su puerta con un proyecto al gusto de los que el denominaba "charcuteros y fabricantes de botones".
Un ano mas tarde, los tres arquitectos se personaron en sus suntuosas habitaciones del hotel Colon para presentarle el proyecto. Jausa, en compania de la mulata Marisela, les escucho en silencio y al termino de la presentacion pregunto cual seria el costo de llevar a cabo la obra en seis meses. Frederic Martorell, socio lider del taller de arquitectos, carraspeo y, por decoro, anoto la cifra en un papel y se la tendio al potentado. Este, sin pestanear, extendio en el acto un cheque por el montante total y despidio a la comitiva con un saludo ausente. Siete meses mas tarde, en julio de 1900, Jausa, su esposa, y la criada Marisela se instalaban en la casa. En agosto de aquel ano, las dos mujeres estarian muertas y la policia encontraria a Salvador Jausa agonizante, desnudo y esposado a la butaca de su estudio. El informe del sargento que instruyo el caso mencionaba que las paredes de toda la casa estaban ensangrentadas, que las estatuas de los angeles que rodeaban el jardin habian sido mutiladas -sus rostros pintados al uso de mascaras tribales-, y que se habian encontrado rastros de cirios negros en los pedestales. La investigacion duro ocho meses. Para entonces, Jausa habia enmudecido.
Las pesquisas de la policia concluyeron lo siguiente: todo parecia indicar que Jausa y su esposa habian sido envenenados con un extracto vegetal que les habia sido administrado por Marisela, en cuyos aposentos se encontraron varios frascos de la sustancia. Por alguna razon, Jausa habia sobrevivido al veneno, aunque las secuelas que este dejo fueron terribles, haciendole perder el habla y el oido, paralizando parte de su cuerpo con tremendos dolores y condenandole a vivir el resto de sus dias en una perpetua agonia. La senora de Jausa fue hallada en su habitacion, tendida sobre el lecho sin mas prenda que sus joyas y un brazalete de brillantes. Las suposiciones de la policia apuntaban que, cometido el crimen, Marisela se habia abierto las venas con un cuchillo y habia recorrido la casa esparciendo su sangre por los muros de corredores y habitaciones hasta caer muerta en su habitacion del atico. El movil, segun la policia, habian sido los celos. Al parecer la esposa del potentado estaba embarazada en el momento de morir. Marisela, se decia, habia dibujado una calavera sobre el vientre desnudo de la senora con cera roja caliente. El caso, como los labios de Salvador Jausa, quedo sellado para siempre unos meses mas tarde. La buena sociedad de Barcelona comentaba que jamas habia sucedido algo asi en la historia de la ciudad, y que la purria de indianos y gentuza que venia de America estaba arruinando la solida fibra moral del pais. A puerta cerrada, muchos se alegraron de que las excentricidades de Salvador Jausa hubiesen llegado a su fin. Como siempre, se equivocaban: apenas habian empezado.
La policia y los abogados de Jausa se encargaron de cerrar el caso, pero el indiano Jausa estaba dispuesto a continuar. Fue por entonces cuando conocio a don Ricardo Aldaya, por aquella epoca ya un prospero industrial con fama de donjuan y temperamento leonino, que se ofrecio a comprarle la propiedad con la intencion de demolerla y venderla de nuevo a precio de oro, porque el valor del terreno en la zona estaba subiendo como la espuma. Jausa no accedio a vender, pero invito a Ricardo Aldaya a visitar la casa con la intencion de mostrarle lo que denomino un experimento cientifico y espiritual. Nadie habia vuelto a entrar en la propiedad desde el termino de la investigacion. Lo que Aldaya presencio alli dentro le dejo helado. Jausa habia perdido totalmente la razon. La sombra oscura de la sangre de Marisela seguia cubriendo las paredes. Jausa habia convocado a un inventor y pionero en la curiosidad tecnologica del momento, el cinematografo. Su nombre era Fructuos Gelabert y habia accedido a las demandas de Jausa a cambio de fondos para construir unos estudios cinematograficos en el Valles, seguro de que durante el siglo XX las imagenes animadas iban a sustituir a la religion organizada. Al parecer, Jausa estaba convencido de que el espiritu de la negra Marisela permanecia en la casa. El afirmaba sentir su presencia, sus voces y su olor, e incluso su tacto en la oscuridad. El servicio, al oir estas historias, habia huido al galope rumbo a empleos de menos tension nerviosa en la localidad vecina de Sarria, donde no faltaban palacios y familias incapaces de llenar un balde de agua o remendarse los calcetines.
Jausa se quedo asi solo, con su obsesion y sus espectros invisibles. Pronto decidio que la clave estaba en superar esta condicion de invisibilidad. El indiano ya habia te nido ocasion de ver algunos resultados de la invencion del cinematografo en Nueva York, y compartia la opinion de la difunta Marisela de que la camara succionaba almas, la del sujeto filmado y la del espectador. Siguiendo esta linea de razonamiento, habia encargado a Fructuos Gelabert que rodase metros y metros de pelicula en los corredores de "El angel de bruma" en busca de signos y visiones del otro mundo. Los intentos, hasta la fecha pese al nombre de pila del tecnico al mando de la operacion, habian resultado infructuosos.
Todo cambio cuando Gelabert anuncio que habia recibido un nuevo tipo de material sensible de la factoria de Thomas Edison en Menlo Park, Nueva Jersey, que permitia filmar escenas en condiciones precarias de luz inauditas hasta el momento. Mediante un tecnicismo que nunca quedo claro, uno de los ayudantes de laboratorio de Gelabert habia derramado un vino espumoso del genero xarelo, proveniente del Penedes, en la cubeta de revelado y, fruto de la reaccion quimica, extranas formas empezaron a aparecer en la pelicula expuesta. Esa era la pelicula que Jausa queria mostrar a don Ricardo Aldaya la noche en que le invito a su caseron espectral en el numero 32 de la avenida del Tibidabo.
Aldaya, al oir esto, supuso que Gelabert temia ver desaparecer los fondos economicos que le proporcionaba Jausa y habia recurrido a tan bizantino ardid para mantener el interes de su patron. Jausa, sin embargo, no tenia duda alguna acerca de la fiabilidad de los resultados. Es mas, donde otros veian formas y sombras, el veia animas. Juraba distinguir la silueta de Marisela materializarse en un sudario, sombra que se mutaba en un lobo y caminaba erecto. Ricardo Aldaya no vio en la proyeccion mas que rnanchurrones, sosteniendo ademas que tanto la pelicula proyectada como el tecnico que operaba el proyector apestaban a vino y otras bebidas espirituosas. Aun asi, como buen hombre de negocios, el industrial intuyo que todo aquello podia acabar resultandole ventajoso. Un millonario loco, solo y obsesionado con la captura de ectoplasmas constituia una victima idonea. Asi pues, le dio la razon y le animo a continuar su empresa. Durante semanas, Gelabert y sus hombres rodaron kilometros de pelicula que habria de ser revelada en diferentes tanques con soluciones quimicas de liquidos de revelado diluidos con Aromas de Montserrat, vino tinto bendecido en la parroquia del Ninot y toda suerte de cavas de la huerta tarraconense. Entre proyeccion y proyeccion, Jausa transferia poderes, firmaba autorizaciones y conferia el control de sus reservas financieras a Ricardo Aldaya.
Jausa desaparecio una noche de noviembre de aquel ano durante una tormenta. Nadie supo que se habia hecho de el. Al parecer estaba exponiendo uno de los rollos de pelicula especial de Gelabert cuando le sobrevino un accidente. Don Ricardo Aldaya encargo a Gelabert recuperar dicho rollo y, tras visionarlo en privado, le prendio fuego personalmente y sugirio al tecnico que se olvidase del asunto con la ayuda de un cheque de generosidad indiscutible. Para entonces, Aldaya ya era titular de la mayoria de propiedades del desaparecido Jausa. Hubo quien dijo que la difunta Marisela habia regresado para llevarselo a los infiernos. Otros apuntaron que un mendigo muy parecido al difunto millonario fue visto durante unos meses en los alrededores de la ciudadela hasta que un carruaje negro, de cortinajes velados, lo arrollo sin detenerse en plena luz del dia. Para entonces ya era tarde: la leyenda negra del caseron, y la invasion del son montuno en los salones de baile de la ciudad, eran inamovible.
Unos meses mas tarde, don Ricardo Aldaya mudo a su familia a la casa de la avenida del Tibidabo, donde a las dos semanas naceria la hija pequena del matrimonio, Penelope. Para celebrarlo, Aldaya rebautizo la casa como "Villa Penelope". El nuevo nombre, sin embargo, nunca engancho. La casa tenia su propio caracter y se mostraba inmune a la influencia de sus nuevos duenos. Los recientes inquilinos se quejaban de ruidos y golpes en las paredes por la noche, subitos olores a putrefaccion y corrientes de aire helado que parecian vagar por la casa como centinelas errantes. El caseron era un compendio de misterios. Tenia un doble sotano, con una suerte de cripta por estrenar en el nivel inferior y una capilla en el superior dominada por un gran Cristo en una cruz policromada al que los criados encontraban un inquietante parecido con Rasputin, personaje muy popular en la epoca. Los libros de la biblioteca aparecian constantemente reordenados, o vueltos del reves. Habia una habitacion en el tercer piso, un dormitorio que no se usaba debido a inexplicables manchas de humedad que brotaban de las paredes y parecian formar rostros borrosos, donde las flores frescas se marchitaban en apenas minutos y siempre se escuchaban moscas revolotear, aunque era imposible verlas.
Las cocineras aseguraban que ciertos articulos, como el azucar, desaparecian como por ensalmo de la despensa y que la leche se tenia de rojo con la primera luna de cada mes. Ocasionalmente se encontraban pajaros muertos a la puerta de algunas habitaciones, o pequenos roedores. Otras veces se echaban en falta objetos, especialmente joyas y botones de la ropa guardada en los armarios y cajones. De Pascuas a Ramos, los objetos sustraidos aparecian como por ensalmo meses despues en algun rincon remoto de la casa, o enterrados en el jardin.
Normalmente no se encontraban jamas. A don Ricardo todos estos aconteceres se le antojaban supercherias y bobadas propias de la gente pudiente. A su parecer, una semana en ayunas hubiera curado a la familia de espantos. Lo que ya no veia con tanta filosofia eran los robos de las alhajas de su senora esposa. Mas de cinco criadas fueron despedidas al desaparecer diferentes piezas del joyero de la senora, aunque todas juraron en lagrima viva que eran inocentes. Los mas perspicaces se inclinaban a pensar que, sin tanto misterio, ello era debido a la infausta costumbre de don Ricardo de colarse en las alcobas de las criadas jovenes a medianoche con fines ludicos y extramaritales. Su reputacion al respecto era casi tan celebrada como su fortuna, y no faltaba quien dijese que al paso que iban sus proezas, los bastardos que iba dejando por el camino organizarian su propio sindicato. Lo cierto es que no solo las joyas desaparecian. Con el tiempo, a la familia se le extravio el gusto de vivir.
La familia Aldaya nunca fue feliz en aquella casa obtenida mediante las turbias artes de negociante de don Ricardo. La senora Aldaya rogaba sin cesar a su marido que vendiese la propiedad y que se mudasen a una residencia en la ciudad, o incluso que regresaran al palacio que Puig i Cadafalch habia construido para el abuelo Simon, patriarca del clan. Ricardo Aldaya se negaba en redondo. Al pasar la mayor parte del tiempo de viaje o en las factorias de la familia, no encontraba ningun problema con la casa. En una ocasion, el pequeno Jorge desaparecio durante ocho horas en el interior de la casa. Su madre y el servicio lo estuvieron buscando desesperadamente, sin exito. Cuando el muchacho reaparecio, palido y aturdido, dijo que habia estado todo el rato en la biblioteca en compania de la misteriosa mujer de color, que le habia estado mostrando fotografias antiguas y que le habia dicho que todas las hembras de la familia habrian de morir en aquella casa para expiar los pecados de sus varones. La misteriosa dama llego incluso a desvelarle al pequeno Jorge la fecha en que su madre iba a morir: el 12 de abril de 1921. Huelga decir que la supuesta dama negra nunca fue encontrada, aunque anos mas tarde la senora Aldaya fue hallada sin vida en el lecho de su dormitorio al alba del 12 de abril de 1921. Todas sus joyas habian desaparecido. Al drenar el pozo del patio, uno de los mozos las encontro entre el lodo del fondo, junto a una muneca que habia pertenecido a su hija Penelope.
Una semana mas tarde, don Ricardo Aldaya decidio desprenderse de la casa. Para entonces su imperio financiero ya estaba herido de muerte, y no faltaba quien insinuase que todo era debido a aquella casa maldita que traia la desgracia a quien la ocupase. Otros, mas cautos, se limitaban a aducir que Aldaya nunca habia entendido las transformaciones del mercado y que todo lo que habia hecho a lo largo de su vida era arruinar el negocio que habia erigido el patriarca Simon. Ricardo Aldaya anuncio que dejaba Barcelona y se trasladaba con su familia a la Argentina, donde sus industrias textiles flotaban en la gloria. Muchos dijeron que huia del fracaso y la verguenza.
En 1922, "El angel de bruma" fue puesta a la venta a precio de risa. Hubo mucho interes inicial por adquirirla, tanto por el morbo como por el prestigio creciente de la barriada, pero ninguno de los potenciales compradores hizo una oferta tras visitar la casa. En 1923, el palacete fue cerrado. El titulo de propiedad fue transferido a una sociedad de bienes raices a la que Aldaya debia dinero para que tramitase su venta, derribo o lo que se terciase. La casa estuvo en venta durante anos, sin que la empresa consiguiese encontrar un comprador. Dicha sociedad, Botell i Llofre, S. L., quebro en 1939 al ingresar sus dos socios titulares en prision bajo cargos que nunca quedaron claros, y, al tragico fallecimiento de ambos en un accidente en el penal de San Vicens en 1940, fue absorbida por un consorcio financiero de Madrid, entre cuyos socios titulares se contaban tres generales, un banquero suizo y el miembro ejecutor y directivo de la firma, el senor Aguilar, padre de mi amigo Tomas y de Bea. Pese a todos los esfuerzos promocionales, ninguno de los vendedores al mando del senor Aguilar consiguio colocar la casa, ni ofreciendola a un precio muy por debajo de su valor de mercado. Nadie volvio a entrar en la propiedad en mas de diez anos.
- Hasta hoy -dijo Bea, para sumirse de nuevo en uno de sus silencios.
Con el tiempo me acostumbraria a ellos, a verla encerrarse lejos, con la mirada extraviada y la voz en retirada.
- Queria ensenarte este lugar, ?sabes? Queria darte una sorpresa. Al escuchar a Casasus, me dije que tenia que traerte aqui, porque esto era parte de tu historia, de Carax y de Penelope. Tome prestada la llave del despacho de mi padre. Nadie sabe que estamos aqui. Es nuestro secreto. Queria compartirlo contigo. Y me preguntaba si vendrias. Ya sabias que lo haria.
Sonrio, asintiendo.
- Yo creo que nada sucede por casualidad, ?sabes? Que, en el fondo, las cosas tienen su plan secreto, aunque nosotros no lo entendamos. Como el que encontrases esa novela de Julian Carax en el Cementerio de los Libros Olvidados, o el que estemos tu y yo ahora aqui, en esta casa que pertenecio a los Aldaya. Todo forma parte de algo que no podemos entender, pero que nos posee.
Mientras ella hablaba, mi mano torpemente se habia desplazado hasta el tobillo de Bea y ascendido hasta su rodilla. Ella la observo como si se tratase de un insecto que hubiese trepado hasta alli. Me pregunte que es lo que hubiera hecho Fermin en aquel momento. ?Donde estaba su ciencia cuando mas la necesitaba?
- Tomas dice que nunca has tenido novia -dijo Bea, como si aquello lo explicase todo.
Retire la mano y baje la mirada, derrotado. Me parecio que Bea estaba sonriendo, pero preferi no asegurarme.
- Para ser tan callado, tu hermano esta resultando ser un bocazas. ?Que mas dice de mi el No-Do?
- Dice que estuviste enamorado de una mujer mayor que tu durante anos y que la experiencia te dejo el corazon roto.
- Lo unico roto que saque de todo aquello fue un labio y la verguenza.
- Tomas dice que no has vuelto a salir con ninguna chica porque las comparas a todas con esa mujer.
El bueno de Tomas y sus golpes escondidos.
- El nombre es Clara -ofreci.
- Ya lo se. Clara Barcelo.
- ?La conoces?
- Todo el mundo conoce a alguna Clara Barcelo. El nombre es lo de menos.
Nos quedamos callados un rato, mirando el fuego chispear.
- Ayer noche, al dejarte, escribi una carta a Pablo -dijo Bea.
Trague saliva.
- ?A tu novio el alferez? ?Para que?
Bea extrajo un sobre del bolsillo de su blusa y me lo mostro. Estaba cerrado y sellado.
- En la carta le digo que quiero que nos casemos cuanto antes, en un mes a ser posible, y que quiero irme de Barcelona para siempre.
Enfrente su mirada impenetrable, casi temblando.
- ?Por que me cuentas eso?
- Porque quiero que me digas si tengo que enviarla o no. Por eso te he hecho venir hoy aqui, Daniel.
Estudie el sobre que giraba en sus manos como una apuesta de dados.
- Mirame -dijo.
Alce la vista y le sostuve la mirada. No supe responder. Bea bajo los ojos y se alejo hacia el extremo de la galeria. Una puerta conducia a la balaustrada de marmol abierta al patio interior de la casa. Observe su silueta fundirse en la lluvia. Fui tras ella y la detuve, arrebatandole el sobre de las manos. La lluvia le azotaba el rostro, barriendo las lagrimas y la rabia. La conduje de nuevo hacia el interior del caseron y la arrastre hasta la calidez de la hoguera. Rehuia mi mirada. Tome el sobre y lo entregue a las llamas. Contemplamos la carta quebrandose entre las brasas y las paginas evaporandose en volutas de humo azul, una a una. Bea se arrodillo junto a mi, con lagrimas en los ojos. La abrace y senti su aliento en la garganta.
- No me dejes caer, Daniel -murmuro.
El hombre mas sabio que jamas conoci, Fermin Romero de Torres, me habia explicado en una ocasion que no existia en la vida experiencia comparable a la de la primera vez en que uno desnuda a una mujer. Sabio como era, no me habia mentido, pero tampoco me habia contado toda la verdad. Nada me habia dicho de aquel extrano tembleque de manos que convertia cada boton, cada cremallera, en tarea de titanes. Nada me habia dicho de aquel embrujo de piel palida y temblorosa, de aquel primer roce de labios ni de aquel espejismo que parecia arder en cada poro de la piel. Nada me conto de todo aquello porque sabia que el milagro solo sucedia una vez y que, al hacerlo, hablaba un lenguaje de secretos que, apenas se desvelaban, huian para siempre. Mil veces he querido recuperar aquella primera tarde en el caseron de la avenida del Tibidabo con Bea en que el rumor de la lluvia se llevo el mundo. Mil veces he querido regresar y perderme en un recuerdo del que apenas puedo rescatar una imagen robada al calor de las llamas. Bea, desnuda y reluciente de lluvia, tendida junto al fuego, abierta en una mirada que me ha perseguido desde entonces. Me incline sobre ella y recorri la piel de su vientre con la yema de los dedos. Bea dejo caer los parpados, los ojos y me sonrio, segura y fuerte.
- Hazme lo que quieras -susurro.
Tenia diecisiete anos y la vida en los labios.