Un vahido de aire frio silbo por el orificio de la cerradura, lamiendome los dedos mientras insertaba la llave. El senor Fortuny habia hecho instalar un cerrojo en la puerta de la habitacion desocupada de su hijo que hacia tres del que tenia en la puerta del piso. Dona Aurora me miraba con aprension, como si estuviesemos a punto de abrir la caja de Pandora.
- ?Da esta habitacion a la fachada de la calle? -pregunte.
La portera nego.
- Tiene una ventana pequena, un respiradero que da al tragaluz.
Empuje la puerta hacia el interior. Un pozo de oscuridad se abrio ante nosotros, impenetrable. La tenue claridad a nuestras espaldas nos precedio como un aliento que apenas conseguia aranar las sombras. La ventana que se asomaba al patio estaba cubierta con las paginas amarillentas de un periodico. Arranque las hojas de diario y una aguja de luz vaporosa taladro la tiniebla.
- Jesus, Maria y Jose -murmuro la portera junto a mi.
La habitacion estaba infestada de crucifijos. Pendian de la techumbre, ondeando del extremo de cordeles, y cubrian las paredes fijados con clavos. Se contaban por decenas. Podian intuirse en los rincones, grabados a cuchillo en los muebles de madera, aranados en las baldosas, pintados en rojo sobre los espejos. Las pisadas que llegaban hasta el umbral de la puerta trazaban un rastro en el polvo en torno a una cama desnuda hasta el somier, apenas ya un esqueleto de alambre y madera carcomida. En un extremo de la alcoba, bajo la ventana del tragaluz, habia un escritorio de consola cerrado y coronado por un trio de crucifijos de metal. Lo abri cuidadosamente. No habia polvo en las junturas del fuelle de madera, con lo que supuse que el escritorio habia sido abierto no hacia mucho. El escritorio tenia seis cajones. Los cierres habian sido forzados. Los inspeccione uno a uno. Vacios.
Me arrodille frente al escritorio. Palpe con los dedos los aranazos en la madera. Imagine las manos de Julian Carax trazando aquellos garabatos, jeroglificos cuyo sentido se habia llevado el tiempo. En el fondo del escritorio se adivinaba una pila de cuadernos y una vasija con lapices y plumas. Tome uno de los cuadernos y lo ojee. Dibujos y palabras sueltas. Ejercicios de calculo. Frases sueltas, citas de libros. Versos inacabados. Todos los cuadernos parecian iguales. Algunos dibujos se repetian pagina tras pagina, con diferentes matices. Me llamo la atencion la figura de un hombre que parecia hecho de llamas. Otra describia lo que hubiera podido ser un angel o un reptil enroscado en una cruz. Se adivinaban esbozos de un caseron de aspecto extravagante, tramado de torreones y arcos catedralicios. El trazo mostraba seguridad y cierto instinto. El joven Carax mostraba las trazas de un dibujante de cierto talento, pero todas las imagenes se quedaban en esbozos.
Estaba por devolver el ultimo cuaderno a su lugar sin inspeccionarlo cuando algo se deslizo de entre sus paginas y cayo a mis pies. Era una fotografia en la que reconoci a la misma muchacha que aparecia en la imagen quemada tomada al pie de aquel edificio. La chica posaba en un suntuoso jardin y, entre las copas de los arboles, se adivinaba la forma. de la casa que acababa de ver esbozada en los dibujos de adolescente de Carax. La reconoci al instante. La torre de "El Frare Blanc", en la avenida del Tibidabo. Al dorso de la fotografia venia una inscripcion que decia simplemente: