Nos encontramos a las siete y media de la manana del domingo en el cafe Canaletas, donde Fermin me invito a cafe con leche y unos brioches cuya textura, incluso untados de mantequilla, albergaba cierta similitud con la de la piedra pomez. Nos atendio un camarero que lucia un emblema de la Falange en la solapa y un bigote cortado a lapiz. No paraba de canturrear y, al preguntarle por la causa de su excelente humor, nos explico que habia sido padre el dia anterior. Cuando le felicitamos insistio en regalarnos una Faria a cada uno para que nos la fumasemos durante el dia a la salud de su primogenito. Dijimos que asi lo hariamos. Fermin lo miraba de reojo, con el ceno fruncido, y sospeche que tramaba algo.
Durante el desayuno, Fermin dio por inaugurada la jornada detectivesca con un esbozo general del enigma.
- Todo empieza con la amistad sincera entre dos muchachos, Julian Carax y Jorge Aldaya, companeros de clase desde la infancia, como don Tomas y usted. Durante anos todo va bien. Amigos inseparables con toda una vida por delante. Sin embargo, en algun momento se produce un conflicto que rompe esa amistad. Por parafrasear a los dramaturgos de salon, el conflicto tiene nombre de mujer y se llama Penelope. Muy homerico. ?Me sigue?
Lo unico que me vino a la mente fueron las ultimas palabras de Tomas Aguilar la noche anterior, en la libreria: "No le hagas dano a mi hermana." Senti nauseas.
- En 1919, Julian Carax parte rumbo a Paris cual vulgar Odiseo -continuo Fermin-. La carta firmada por Penelope, que el nunca llega a recibir, establece que para entonces la joven esta recluida en su propia casa, prisionera de su familia por motivos poco claros, y que la amistad entre Aldaya y Carax ha fenecido. Es mas, por lo que nos cuenta Penelope, su hermano Jorge ha jurado que si vuelve a ver a su viejo amigo Julian, lo matara. Palabras mayores para el fin de una amistad. No hace falta ser Pasteur para inferir que el conflicto es consecuencia directa de la relacion entre Penelope y Carax.
Un sudor frio me cubria la frente. Senti que el cafe con leche y los cuatro bocados que habia engullido me ascendian por la garganta.
- Con todo, hemos de suponer que Carax nunca llega a saber lo acontecido a Penelope, porque la carta no llega a sus manos. Su vida se pierde en las nieblas de Paris, donde desarrollara una existencia fantasmal entre su empleo de pianista en un establecimiento de variedades y una desastrosa carrera como novelista de ningun exito. Estos anos en Paris son un misterio. Todo lo que queda de ellos es una obra literaria olvidada y virtualmente desaparecida. Sabemos que en algun momento decide contraer matrimonio con una enigmatica y acaudalada dama que le dobla en edad. La naturaleza de tal matrimonio, si hemos de atenernos a los testimonios, parece mas bien un acto de caridad o amistad por parte de una dama enferma que un lance romantico. A todas luces, la mecenas, temiendo por el futuro economico de su protegido, opta por dejarle su fortuna y despedirse de este mundo con un revolcon a mayor gloria del protectorado de las artes. Los parisinos son asi.
- Quiza fuera un amor genuino -apunte, con un hilo de voz.
- ?Oiga, Daniel, esta usted bien? Se ha puesto blanquisimo y esta sudando a mares.
- Estoy perfectamente -menti.
- A lo que iba. El amor es como el embutido: hay lomo embuchado y hay mortadela. Todo tiene su lugar y funcion. Carax habia declarado que no se sentia digno de amor alguno y, de hecho, no sabemos de ningun romance registrado durante sus anos en Paris. Claro que trabajando en una casa de citas, quiza los ardores primarios del instinto quedaban cubiertos via la confraternizacion entre empleados de la empresa, como si se tratase de un bono o, nunca mejor dicho, el lote de Navidad. Pero este es pura especulacion: Volvamos al momento en que se anuncia el matrimonio entre Carax y su protectora. Es entonces cuando vuelve a aparecer Jorge Aldaya en el mapa de este turbio asunto. Sabemos que contacta con el editor de Carax en Barcelona a fin de averiguar el paradero del novelista. Poco tiempo despues, la manana del dia de su boda, Julian Carax se bate en un duelo con un desconocido en el cementerio de Pere Lachaise y desaparece. La boda jamas tiene lugar. A partir de ahi, todo se confunde.
Fermin dejo caer una pausa dramatica, dirigiendome su mirada de alta intriga.
- Supuestamente, Carax cruza la frontera y, demostrando una vez mas su proverbial sentido de la oportunidad, regresa a Barcelona en 1936, justo en pleno estallido de la guerra civil. Sus actividades y paradero en Barcelona durante esas semanas son confusos. Suponemos que permanece durante un mes en la ciudad y que durante ese tiempo no contacta con ninguno de sus conocidos. Ni con su padre ni con su amiga Nuria Monfort. Es encontrado muerto poco mas tarde en las calles, asesinado de un tiro. No tarda en hacer su aparicion un funesto personaje que se hace llamar Lain Coubert, nombre que toma prestado de un personaje de la ultima novela del propio Carax, que para mas inri no es sino el principe de los infiernos. El supuesto diablillo se declara dispuesto a borrar del mapa lo poco que queda de Carax y destruir sus libros para siempre. Para acabar de redondear el melodrama, aparece como un hombre sin rostro, desfigurado por el fuego. Un villano escapado de una opereta gotica en quien, para confundir mas las cosas, Nuria Monfort cree reconocer la voz de Jorge Aldaya.
- Le recuerdo que Nuria Monfort me mintio -dije.
- Cierto, pero si bien Nuria Monfort le mintio es posible que lo hiciera mas por omision y quiza por desvincularse de los hechos. Hay pocas razones para decir la verdad, pero para mentir el numero es infinito. ?Oiga, seguro que se encuentra bien? Tiene un color de cara como de tetilla gallega.
Negue y sali a escape rumbo al servicio.
Devolvi el desayuno, la cena y buena parte de la ira que llevaba encima. Me lave la cara con el agua helada de la pica y contemple mi reflejo en el espejo nublado sobre el que alguien habia garabateado con un lapiz de cera la leyenda "Giron cabrito". Al volver a la mesa comprobe que Fermin estaba en la barra, pagando la cuenta y discutiendo de futbol con el camarero que nos habia atendido.
- ?Mejor? -pregunto.
Asenti.
- Eso es una bajada de presion -dijo Fermin-. Tenga un Sugus, que lo cura todo.
Al salir del cafe, Fermin insistio en que tomasemos un taxi hasta el colegio de San Gabriel y dejasemos el metro para otro dia, argumentando que hacia una manana de mural conmemorativo y que los tuneles eran para las ratas.
- Un taxi hasta Sarria costara una fortuna -objete.
- Invita el montepio de cretinos -atajo Fermin-, que aqui el patriota me ha dado mal el cambio y hemos hecho negocio. Y usted no esta como para viajar bajo tierra.
Pertrechados asi de fondos ilicitos, nos apostamos en una esquina al pie de la Rambla de Cataluna y esperamos la llegada de un taxi. Tuvimos que dejar pasar unos cuantos, porque Fermin declaro que para una vez que subia en automovil queria por lo menos un Studebaker. Nos llevo un cuarto de hora dar con un vehiculo de su agrado, que Fermin procedio a parar con grandes aspavientos.
Fermin insistio en viajar en el asiento de delante, lo que le dio ocasion de enzarzarse en una discusion con el conductor en torno al oro de Moscu y a Josef Stalin, que era su idolo y guia espiritual en la distancia.
- Ha habido tres grandes figuras en este siglo: Dolores Ibarruri, Manolete y Jose Stalin -proclamo el taxista, dispuesto a obsequiarnos con una detallada hagiografia del ilustre camarada.
Yo viajaba comodamente en el asiento de atras, ajeno a la perorata, con la ventana abierta y disfrutando del aire fresco. Fermin, encantado de pasearse en Studebaker, le daba cuerda al conductor, puntuando de vez en cuando la entranable semblanza del lider sovietico que glosaba el taxista con cuestiones de dudoso interes historiografico.
- Pues tengo entendido que padece muchisimo de la prostata desde que se trago un hueso de nispero y que ahora solo consigue orinar si le tararean La Internacional -dejo caer Fermin.
- Propaganda fascista -aclaro el taxista, mas devoto que nunca-. El camarada mea como un toro. Ya quisiera para si el Volga tamano caudal.
El debate de alta politica nos acompano a traves de toda la travesia por la Via Augusta rumbo a la parte alta de la ciudad. Clareaba el dia y una brisa fresca vestia el cielo de azul ardiente. Al llegar a la calle Ganduxer, el conductor torcio a la derecha e iniciamos el lento ascenso hacia el paseo de la Bonanova.
El colegio de San Gabriel se alzaba en el centro de una arboleda a lo alto de una calle angosta y serpenteante que ascendia desde la Bonanova. La fachada, salpicada de ventanales en forma de punal, recortaba los perfiles de un palacio gotico de ladrillo rojo, suspendido en arcos y torreones que asomaban sobre las copas de un platanar en aristas catedralicias. Despedimos al taxi y nos adentramos en un frondoso jardin sembrado de fuentes de las que emergian querubines enmohecidos y trenzado con senderos de piedra que reptaban entre los arboles. De camino a la entrada principal, Fermin me puso en antecedentes sobre la institucion con una de sus habituales lecciones magistrales de historia social.
- Aunque ahora le parezca a usted el mausoleo de Rasputin, el colegio de San Gabriel fue en su dia una de las mas prestigiosas y exclusivas instituciones de Barcelona. En tiempos de la Republica vino a menos porque los nuevos ricos de entonces, los nuevos industriales y banqueros a cuyos vastagos les habian negado plaza durante anos porque sus apellidos olian a nuevo, decidieron crear sus propias escuelas donde se les tratase con reverencia y donde ellos pudiesen negar plaza a los hijos de otros. El dinero es como cualquier otro virus: una vez pudre el alma del que lo alberga, parte en busca de sangre fresca. En este mundo, un apellido dura menos que una peladilla. En sus buenos tiempos, digamos que entre 1880 y 1930 mas o menos, el colegio de San Gabriel acogia a la crema de los ninatos de rancia alcurnia y bolsa sonante. Los Aldaya y compania acudian a este siniestro lugar en regimen de internado a confraternizar con sus semejantes, a oir misa y a aprender historia para asi poder repetirla ad nauseam.
- Pero Julian Carax no era precisamente uno de ellos -observe.
- Bueno, a veces estas egregias instituciones ofrecen una o dos becas para los hijos del jardinero o de un limpiabotas y asi mostrar su grandeza de espiritu y generosidad cristiana -ofrecio Fermin-. El modo mas eficaz de hacer inofensivos a los pobres es ensenarles a querer imitar a los ricos. Ese es el veneno con que el capitalismo ciega a...
- Ahora no se enrolle con la doctrina social, Fermin que si le oye uno de estos curas, nos van a echar a patadas -corte, advirtiendo que un par de sacerdotes nos observaban con una mezcla de curiosidad y reserva desde lo alto de la escalinata que ascendia al porton del colegio y preguntandome si habrian oido algo de nuestra conversacion.
Uno de ellos se adelanto exhibiendo una sonrisa cortes y las manos cruzadas sobre el pecho con gesto obispal. Debia de rondar la cincuentena y su delgadez y una cabellera rala le conferian un aire de ave rapaz. Calzaba una mirada penetrante y desprendia un aroma a colonia fresca y a naftalina.
- Buenos dias. Soy el padre Fernando Ramos -anuncio-. ?En que puedo servirles?
Fermin ofrecio su mano, que el sacerdote estudio brevemente antes de estrechar, siempre escudado tras su sonrisa glacial.
- Fermin Romero de Torres, asesor bibliografico de Sempere e hijos, gustosisimo de saludar a su devotisima excelencia. Aqui a mi vera obra mi colaborador a la par que amigo, Daniel, joven de porvenir y reconocida calidad cristiana.
El padre Fernando nos observo sin pestanear. Quise que me tragase la tierra.
- El gusto es mio, senor Romero de Torres -replico cordialmente-. ?Puedo preguntarles que trae a tan formidable duo a esta nuestra humilde institucion?
Decidi intervenir antes de que Fermin le soltase al sacerdote otra barbaridad y tuvieramos que salir por piernas.
- Padre Fernando, estamos tratando de localizar a dos antiguos alumnos del colegio de San Gabriel: Jorge Aldaya y Julian Carax.
El padre Fernando apreto los labios y enarco una ceja.
- Julian murio hace mas de quince anos y Aldaya marcho a la Argentina -dijo secamente.
- ?Les conocia usted? -pregunto Fermin.
La mirada afilada del sacerdote se detuvo en cada uno de nosotros antes de responder.
- Fuimos companeros de clase. ?Puedo preguntar cual es su interes en el asunto?
Andaba yo pensando como contestar aquella pregunta cuando se me adelanto Fermin.
- Acontece que ha llegado a nuestro poder una serie de articulos que pertenecen o pertenecieron, pues la jurisprudencia a este particular es confusa, a los dos mentados.
- ?Y cual es la naturaleza de dichos articulos, si no es mucho preguntar?
- Ruego a vuesa merced acepte nuestro silencio, pues vive Dios que abundan en la materia motivos de conciencia y secretismo que nada tienen que ver con la supina confianza que su excelentisima y la orden a la que con tanta gallardia y piedad representa nos merecen -largo Fermin a toda velocidad.
El padre Fernando le observaba al borde del pasmo. Opte por retomar de nuevo la conversacion antes de que Fermin recobrase el aliento.
- Los articulos a los que hace referencia el senor Romero de Torres son de indole familiar, recuerdos y objetos de valor puramente sentimental. Lo que quisieramos pedirle, padre, si ello no es gran molestia, es que nos hable de lo que recuerda de Julian y de Aldaya en sus tiempos de estudiantes.
El padre Fernando nos observaba todavia con recelo. Se me hizo obvio que no le bastaban las explicaciones que le habiamos dado para justificar nuestro interes y granjearnos su colaboracion. Lance una mirada de socorro a Fermin, rogando que diese con alguna argucia con que ganarnos al cura.
- ?Sabe que se parece usted un poco a Julian, de joven? -pregunto de repente el padre Fernando.
A Fermin se le encendio la mirada. Ahi viene, pense. Nos lo jugamos todo a esta carta.
- Es usted un lince, reverencia -proclamo Fermin fingiendo asombro-. Su perspicacia nos ha desenmascarado sin misericordia. Llegara usted lo menos a cardenal o a papa.
- ?De que esta usted hablando?
- ?No es obvio y patente, ilustrisima?
- La verdad, no.
- ?Contamos con su secreto de confesion?
- Esto es un jardin, no un confesonario.
- Nos basta con su discrecion eclesiastica.
- La tienen.
Fermin suspiro profundamente y me miro con aire melancolico.
- Daniel, no podemos seguir mintiendo a este santo soldado de Cristo.
- Claro que no... -corrobore, totalmente perdido.
Fermin se aproximo al sacerdote y le murmuro en tono confidencial:
- Pater, tenemos motivos de solidez petrea para sospechar que aqui nuestro amigo Daniel no es sino un hijo secreto del difunto Julian Carax. De ahi nuestro interes en reconstruir su pasado y recobrar la memoria de un procer ausente que la parca quiso arrancar del lado de un pobre chiquillo.
El padre Fernando me clavo la mirada, atonito.
- ?Es eso cierto?
Asenti. Fermin me palmeo la espalda, compungido.
- Mirelo, pobrecillo, buscando a un progenitor perdido en las nieblas de la memoria. ?Que hay mas triste que eso? Cuenteme vuesa santisima merced.
- ?Tienen ustedes pruebas que sostengan sus afirmaciones?
Fermin me aferro de la barbilla y ofrecio mi rostro como moneda de pago.
- ?Que mas prueba ansia el mosen que este careto, testigo mudo y fehaciente del hecho paternal en cuestion?
El sacerdote parecio dudar.
- ?Me ayudara usted, padre? -implore, ladino-. Por favor...
El padre Fernando suspiro, incomodo.
- No veo el mal en ello, supongo -dijo finalmente-. ?Que quieren saber?
- Todo -dijo Fermin.