Aquella noche, mientras Julian se perdia en la noche, un furgon sin identificacion acudio a la llamada del hombre que habia matado a Miquel. Nunca supe su nombre, ni creo que el supiese a quien habia asesinado. Como todas las guerras, personales o a gran escala, aquel era un juego de marionetas. Dos hombres cargaron los cuerpos de los agentes muertos y se encargaron de sugerirle al encargado del bar que se olvidase de lo que habia sucedido o tendria serios problemas. Nunca subestimes el talento para olvidar que despiertan las guerras, Daniel. El cadaver de Miquel fue abandonado en un callejon del Raval doce horas mas tarde para que su muerte no pudiese ser relacionada con la de los dos agentes. Cuando el cuerpo llego finalmente a la morgue, llevaba dos dias muerto. Miquel habia dejado toda su documentacion en casa antes de salir. Cuanto los funcionarios del deposito encontraron fue un pasaporte a nombre de Julian Carax, desfigurado, y un ejemplar de La Sombra del Viento. La policia concluyo que el difunto era Carax. El pasaporte todavia mencionaba como domicilio el piso de los Fortuny en la ronda de San Antonio.
Para entonces, la noticia ya habia llegado a oidos de Fumero, que se acerco al deposito para despedirse de Julian. Se encontro alli con el sombrerero, a quien la policia habia ido a buscar para proceder a la identificacion del cuerpo. El senor Fortuny, que llevaba dos dias sin ver a Julian, temia lo peor. Al reconocer el cuerpo que apenas una semana antes habia llamado a su puerta preguntando por Julian (y a quien habia tomado por un esbirro de Fumero), prorrumpio en alaridos y se marcho. La policia asumio que aquella reaccion era una admision de reconocimiento. Fumero, que habia presenciado la escena, se acerco al cuerpo y lo examino en silencio. Hacia diecisiete anos que no veia a Julian Carax. Cuando reconocio a Miquel Moliner, se limito a sonreir y firmo el informe forense confirmando que aquel cuerpo pertenecia a Julian Carax, y ordenando su traslado inmediato a una fosa comun en Montjuic.
Durante mucho tiempo me pregunte por que Fumero habria de hacer algo asi. Pero aquello no era mas que la logica de Fumero. Al morir con la identidad de Julian, Miquel le habia proporcionado involuntariamente la coartada perfecta. Desde aquel instante, Julian Carax no existia. No habria vinculo legal alguno que permitiese relacionar a Fumero con el hombre al que, tarde o temprano, esperaba encontrar y asesinar. Eran dias de guerra y muy pocos pedirian explicaciones por la muerte de alguien que ni siquiera tenia nombre. Julian habia perdido la identidad. Era una sombra. Pase dos dias esperando a Miquel o a Julian en casa, creyendo que me volvia loca. Al tercer dia, lunes, volvi a trabajar a la editorial. El senor Cabestany habia ingresado en el hospital hacia unas semanas, y ya no volveria a su despacho. Su hijo mayor, Alvaro, se habia hecho cargo del negocio. No le dije nada a nadie. No tenia a quien.
Aquella misma manana recibi en la editorial la llamada de un funcionario de la morgue, Manuel Gutierrez Fonseca. El senor Gutierrez Fonseca me explico que el cuerpo de un tal Julian Carax habia llegado al deposito y que, al cotejar el pasaporte del difunto y el nombre del autor del libro que llevaba cuando ingreso en la morgue, y sospechando si no una clara irregularidad si un cierto relajamiento en el reglamento por parte de la policia, habia sentido el deber moral de llamar a la editorial para dar parte de lo sucedido. Al escucharle, crei morir. Lo primero que pense fue que se trataba de una trampa de Fumero. El senor Gutierrez Fonseca se expresaba con la pulcritud del funcionario concienzudo, aunque algo mas goteaba en su voz, algo que ni el mismo hubiera podido explicar. Yo habia cogido la llamada en el despacho del senor Cabestany. Gracias a Dios, Alvaro habia salido a almorzar y estaba sola, de lo contrario me hubiera sido dificil explicar las lagrimas y el temblor en las manos mientras sostenia el telefono. Gutierrez Fonseca me dijo que habia creido oportuno informar de lo sucedido.
Le agradeci la llamada con esa formalidad falsa de las conversaciones en clave. Tan pronto colgue, cerre la puerta del despacho y me mordi los punos por no gritar. Me lave la cara y me marche a casa inmediatamente, dejando recado para Alvaro de que estaba enferma y que regresaria al dia siguiente antes de la hora para ponerme al dia con la correspondencia. Tuve que hacer un esfuerzo por no correr en la calle, por caminar con esa parsimonia anonima y gris de quien no tiene secretos. Al introducir la llave en la puerta del piso comprendi que el cerrojo habia sido forzado. Me quede paralizada. El pomo empezaba a girar desde el interior. Me pregunte si iba morir asi, en una escalera oscura y sin saber que habia sido de Miquel. La puerta se abrio y enfrente la mirada oscura de Julian Carax. Que Dios me perdone, pero en aquel instante senti que me volvia la vida y di gracias al cielo por devolverme a Julian en vez de a Miquel.
Nos fundimos en un abrazo interminable, pero cuando busque sus labios, Julian se retiro y bajo la mirada. Cerre la puerta y, tomando a Julian de la mano, le guie hasta el dormitorio. Nos tendimos en el lecho, abrazados en silencio. Atardecia y las sombras del piso ardian de purpura. Se escucharon disparos aislados a lo lejos, como todas las noches desde que habia empezado la guerra. Julian lloraba sobre mi pecho y senti que me invadia un cansancio que escapaba a las palabras. Mas tarde, caida la noche, nuestros labios se encontraron y al amparo de aquella oscuridad urgente nos desprendimos de aquellas ropas que olian a miedo y a muerte. Quise recordar a Miquel, pero el fuego de aquellas manos en mi vientre me robo la verguenza y el dolor. Quise perderme en ellas y no regresar, aun sabiendo que al amanecer, exhaustos y quiza enfermos de desprecio, no podriamos mirarnos a los ojos sin preguntarnos en quien nos habiamos convertido.