Capítulo 82

– Hora, 18.30 de la tarde, lunes, 7 de agosto -leyó Roy Grace en sus notas enérgicamente, sintiéndose muy optimista, para variar-. Es nuestra segunda reunión conjunta de la operación Camaleón y la operación Mistral.

«MISTRAL» era el nombre que había elegido el ordenador de la policía, al azar, para la investigación de Sophie Harrington. La sala de reuniones en Sussex House registraba un lleno total, con agentes de policía y personal de apoyo agrupados alrededor de la mesa en hileras apretadas de sillas. Había una sensación de expectación casi eléctrica en la sala. Y, por una vez, el aire acondicionado funcionaba bien.

Grace repasó deprisa los resúmenes, luego concluyó diciendo:

– Me satisface informaros que se han producido una serie de avances significativos en el transcurso del día de hoy. -Miró al altísimo y joven padre, el agente Nick Nicholl-. ¿Quieres comenzar?

Nicholl, que se había quitado la chaqueta y tenía el botón superior de la camisa desabrochado y la corbata floja, leyó con formalidad las notas de su bloc.

– He entrevistado a la señorita Holly Richardson en su lugar de trabajo, la agencia de relaciones públicas Regent, en el 71 de Trafalgar Road, Brighton, a las once de esta mañana. Ha declarado que ella y la señorita Harrington estudiaron juntas en la escuela de secretariado y que desde entonces eran grandes amigas. La señorita Richardson me ha informado que Sophie le confió que tenía una relación secreta con Brian Bishop desde hacía aproximadamente seis meses. Sophie le contó que últimamente, en algunas ocasiones, Bishop se había comportado de una forma violenta con ella, lo que la asustaba. Y le hacía peticiones sexuales cada vez más sádicas y pervertidas. -Se secó la frente y prosiguió, tras pasar la página de su libreta-. Un técnico de nuestra unidad de telecomunicaciones, John Smith, que ha estado examinando los registros de los móviles de la señorita Harrington y de Brian Bishop, me ha informado de que ambos intercambiaron un gran número de llamadas diarias con el otro durante este período de seis meses. La más reciente fue una llamada de la señorita Harrington al señor Bishop a las 16.51 de la tarde del viernes, unas horas antes de la hora estimada de su muerte.

Grace le dio las gracias y se volvió hacia la figura corpulenta de Guy Batchelor.

El sargento habló a los equipos reunidos sobre la aportación de capital que Bishop había ofrecido a los inversores de su empresa, International Rostering Solutions PLC. Concluyó diciendo:

– Aunque parece que el negocio está expandiéndose y tiene buena reputación, Bishop está hasta el cuello de deudas.

La importancia de aquello no escapó a ninguno de los presentes en la sala. Entonces soltó la bomba. Comunicó a los dos equipos los antecedentes policiales de Bishop.

Grace observó sus caras. La sensación de progreso que había en la sala era palpable.

A continuación, había programado un visionado resumido del interrogatorio de Norman Potting y Alfonso Zafferone a Barty Chancellor. Cuando acabó, Potting informó al equipo de que había investigado la marca y el modelo concretos de las máscaras antigás halladas junto a las dos víctimas. Habían identificado al fabricante y estaban esperando información sobre el número producido y una lista completa de las existencias en el Reino Unido.

El siguiente en intervenir fue el inspector jefe Duigan, que relató lo que la vecina de enfrente del piso de Sophie Harrington afirmaba haber visto. Había realizado una identificación positiva de Bishop por la fotografía publicada en el Argus y se prestaría encantada al procedimiento formal de la rueda de reconocimiento.

Reservando teatralmente lo mejor para el final, Roy Grace se volvió hacia Bella Moy.

La sargento sacó una fotografía de la matrícula del Bentley de Brian Bishop, explicando que había sido tomada por una cámara del RAM, en el carril sur de la M23, cerca del aeropuerto de Gatwick a las 23.47 de la noche del jueves. Señaló que a pesar de que la coartada de Bishop decía que estaba en Londres, su coche fue visto dirigiéndose a Brighton, unos treinta minutos después, justo durante el margen de tiempo de la hora estimada para el asesinato de su mujer.

Pero en su fuero interno, a Grace le preocupaba este dato, ya que la fotografía había sido tomada de noche. La matrícula era claramente visible, pero era imposible determinar la marca del coche. Era una prueba secundaria útil, pero no definitiva. Un abogado defensor medianamente competente la desmontaría en segundos. Pero valía la pena tenerlo en cuenta. Un hecho más para que el jurado debatiera.

Bella añadió que el contenido del ordenador que Bishop tenía en casa estaba siendo analizado por Ray Packham, de la Unidad de Delitos Tecnológicos, y que esperaba su informe. Y luego soltó el golpe mortal.

– Hemos recibido los informes del laboratorio sobre los análisis de ADN del semen hallado en la vagina de la señora Bishop -dijo, leyendo sus notas con voz práctica-. Había dos eyaculaciones de espermatozoides distintas en las muestras tomadas por el patólogo del Ministerio del Interior en la autopsia -anunció-. Según su opinión, basándose en la movilidad de los espermatozoides presentes en la vagina de la señora Bishop, las dos eyaculaciones se produjeron la noche del jueves, 3 de agosto, con pocas horas de diferencia. Una todavía está sin identificar, pero creemos que las pruebas de ADN demostrarán que es del amante de la señora Bishop, que ha admitido que mantuvieron relaciones sexuales el jueves por la noche. La otra se corresponde al cien por cien con el ADN extraído a Brian Bishop.

Hizo una pausa.

– Esto significa, por supuesto, que al contrario de lo que dice su coartada, que estaba en Londres, Bishop fue a Brighton y mantuvo relaciones sexuales con su mujer, en algún momento próximo a la hora de su muerte.

Grace esperó pacientemente, dejando que la información calara. Notaba la tensión en la sala.

– Habéis hecho todos un buen trabajo. Detendremos a Brian Bishop esta noche, como sospechoso del asesinato de su mujer. Pero aún no estoy seguro de que matara a Sophie Harrington. Así que no quiero leer mañana en el Argus que hemos resuelto estos homicidios. ¿Está claro?

El silencio con que fueron acogidas sus palabras le confirmó que no había quedado ninguna duda al respecto.

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