Capítulo 32

Limes 14 de diciembre, por la tarde

Al atardecer hace un frío helador y el cielo está despejado y azul. La gente camina taciturna por la calle. Kennet observa a los niños cansados camino de casa de vuelta del colegio. Se detiene frente al Seven-Eleven de la esquina, donde ve que tienen una promoción de café con bollo de azafrán de San La Lucía. Entra y se pone a la cola cuando oye que suena un teléfono. En la pantalla ve que es Simone, pulsa el botón verde y contesta.

– ¿Has salido, Sixan?

– He tenido que ir a la galería. Luego me surgió un asunto que… -dice ella, y luego se interrumpe-. He escuchado tu mensaje, papá.

– ¿Has dormido? Pareces…

– Sí, sí, he dormido un poco.

– Bien -dice Kennet.

Cruza la mirada con los ojos cansados de la dependienta y señala el cartel de la promoción.

– ¿Han rastreado la llamada que hizo Benjamín? -pregunta Simone.

– Aún no tengo respuesta. Me dijeron que como muy pronto sabrían algo esta tarde. Pensaba llamarlos ahora.

La dependienta mira a Kennet para que elija el bollo que quiera y él se apresura a señalar el más grande. La chica lo mete en una bolsa, coge su billete arrugado de veinte y hace gestos con la mano en dirección a la máquina de café y los vasos. Él asiente, pasa por delante del expositor donde dan vueltas las salchichas y coge un vaso del montón mientras continúa la conversación con Simone.

– ¿Hablaste ayer con Nicke? -pregunta ella.

– Es un buen chico.

Kennet pulsa la tecla del café solo.

– ¿Averiguaste algo acerca de Wailord?

– Bastante.

– Cuéntame.

– Espera un segundo -dice él.

Saca el vaso de café humeante de la máquina, lo cubre con una tapa de plástico y se encamina hacia una de las pequeñas mesas redondas.

– ¿Sigues ahí? -pregunta mientras se sienta en un taburete con una pata coja.

– Sí.

– Creo que se trata de unos chicos que le sacan dinero a Nicke y dicen que son personajes de Pokémon.

Kennet ve a un hombre con el pelo revuelto que empuja un moderno cochecito de bebé. Una niña bastante mayor con un buzo de color rosa y un chupete va tumbada en él y sonríe cansada.

– ¿Tiene algo que ver con Benjamín?

– ¿Los chicos Pokémon? No lo sé. Quizá él tratara de frenarlos -sugiere Kennet.

– Tenemos que hablar con Aida -dice Simone, resuelta.

– Había pensado hacerlo más tarde.

– ¿Qué hacemos ahora?

– De hecho, tengo una dirección -dice Kennet.

– ¿De qué?

– Del mar.

– ¿Del mar? -pregunta Simone.

– Es todo lo que sé.

Kennet saca los labios hacia afuera y da un sorbo a su café. Parte un pedazo del bollo de Santa Lucía y se lo mete rápidamente en la boca.

– ¿Dónde está el mar?

– Cerca de Frihamnen -dice Kennet masticando-, en Loudden.

– ¿Puedo acompañarte?

– ¿Estás lista?

– Lo estaré dentro de diez minutos.

– Iré a coger el coche, está junto al hospital.

– Llámame cuando llegues y bajo.

– Vale, hasta ahora -dice él.

Coge el vaso y el resto del bollo y sale del establecimiento. El aire es seco y hace mucho frío. Ve a unos escolares que caminan cogidos de la mano. Un ciclista atraviesa el cruce entre los coches. Kennet se detiene junto al paso de peatones y pulsa el botón del semáforo. Tiene la sensación de que ha pasado por alto algo importante, de que ha visto algo decisivo pero no ha sabido interpretarlo. El tráfico pasa zumbando por su lado a toda velocidad. A lo lejos se oye una sirena de un vehículo de emergencias. Toma un sorbo de café por la abertura en la tapa de plástico y mira a la mujer que espera al otro lado de la calzada con un perro tembloroso a su lado. Un camión de gran tonelaje pasa en ese instante haciendo temblar el suelo. De pronto Kennet oye una risita y le da tiempo a pensar que suena artificial antes de que le propinen un fuerte empujón por la espalda. Da varios pasos en la calzada tratando de no perder el equilibrio, se vuelve y ve a una niña de unos diez años que lo mira con los ojos muy abiertos. Kennet deduce que ha sido ella quien lo ha empujado, ya que allí no hay nadie más. En ese mismo momento oye el estridente frenazo de un coche y nota una fuerza descomunal que se abalanza sobre él. Un mazo gigante lo golpea en las piernas. Su cuello cruje y al instante siente su propio cuerpo blando y distante y se encuentra en caída libre rodeado de una repentina oscuridad.

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