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Poirot encontró en la misma puerta del bar a mister Gardener. Llevaba dos combinados y se dirigía evidentemente al sitio en que mistress Gardener estaba entretenida con su rompecabezas.

Mister Gardener sonrió a Poirot de la manera más afectuosa.

—¿Quiere usted acompañarnos, mister Poirot?

Poirot hizo un gesto negativo y preguntó:

—¿Qué le pareció la investigación, mister Gardener?

Mister Gardener bajó la voz para contestar:

—Me pareció un poco indecisa. Creo que la policía se guarda algo en la manga.

—Es posible —dijo Hércules Poirot. Mister Gardener bajó la voz todavía más.

—Tengo ganas de llevarme de aquí a mistress Gardener. Es una mujer muy sensible y este asunto le ataca a los nervios. La encuentro muy afectada.

—¿Quiere usted permitirme, mister Gardener, que le haga una pregunta?

—No faltaba más, mister Poirot. Encantado de ayudarle en lo que pueda.

—Usted es un hombre de mundo... un hombre de mucha perspicacia. Dígame con franqueza, ¿qué opinión tenía usted de la difunta mistress Marshall?

Mister Gardener enarcó las cejas, sorprendido. Luego miró cautelosamente en torno y bajó la voz:

—Mire, mister Poirot, he oído unas cuantas cosas que circulan por ahí, especialmente entre las mujeres. —Poirot hizo un gesto de asentimiento—. Pero si quiere usted conocer mi humilde opinión, le diré que aquella mujer me parecía temible.

—Su opinión me parece muy interesante —dijo Poirot, pensativo.

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