Todo sobre Eve

Lo siento tanto -Dije cuando entramos en el salón. -. Sé que debería poder manejarla, sí, realmente debería hacerlo. No hago más que decirme que voy progresando, que le estoy enseñando a controlarse, pero de pronto ocurre algo como lo de hoy y se hace obvio que no le he enseñado nada en absoluto.

Me dejé caer en el sofá. Cortez eligió un sillón y antes de sentarse lo movió para ponerse frente a mí.

– A ella no le gustan los humanos -proseguí-. Detesta el Aquelarre. Y probablemente me detesta a mí. A veces me pregunto por qué sigue aquí.

– Porque su madre se lo pidió. Antes de que Eve muriera, le dijo a Savannah que si algo llegaba a pasarle, debía recurrir al Aquelarre y encontrar refugio allí.

– ¿Quién te lo dijo?

– Savannah. Estuvimos hablando. Tiene algunas preocupaciones y pensó que yo podría mediar en su nombre.

– ¿Qué te ha contado? No, déjame adivinar: que como tutora suya soy una maravilla, que la comprendo y que siempre digo y hago lo que es mejor.

Una leve sonrisa.

– Savannah reconoció que vosotras dos no siempre os lleváis bien. Como es natural, dice que tú no la entiendes, que no delegas en ella suficiente responsabilidad, que eres sobreprotectora. En una palabra, todo lo que un adolescente le dice siempre a un adulto. ¿Sabes qué otra cosa añadió? Que tienes potencial.

– Que yo tengo… -No pude reprimir una leve sonrisa-. Yo tengo potencial.

– No te lo tomes a mal. Ella dice que también yo tengo potencial. Ninguno de los dos está todavía a su altura, pero al menos parece haber esperanzas para nosotros.

Miré hacia las cortinas.

– Sin embargo, con potencial o sin él, no me parece que yo sea lo que Eve tenía en mente cuando le dijo a Savannah que buscara refugio en el Aquelarre. El problema es… -Callé-. Dios, estoy parloteando y diciendo disparates. ¿Qué hora es?

– No muy tarde. ¿Qué estabas diciendo?

Vacilé. Quería seguir hablando. Quizá el agotamiento había minado mis defensas. O tal vez Cortez tenía el aspecto de una persona con la que se podía hablar.

– A veces, bueno, me pregunto si las Hermanas Mayores no tendrán razón. Si no estaré poniendo en peligro al Aquelarre al tener aquí a Savannah.

– ¿Quieres decir que desearías que otra persona cuidara de ella?

– Dios, no. Lo que quiero decir es que tal vez las dos estamos poniendo en peligro al Aquelarre al quedarnos aquí. Que yo debería irme y llevármela conmigo. Sólo que no puedo. Esta… Ésta es mi vida… Piensa que soy la líder del Aquelarre. Quisiera… Quisiera que… -Oí la emoción que había en mi voz, algo muy parecido a la desesperación. Tenía las mejillas encendidas-. Son muchas las cosas que quiero hacer. No puedo irme. -Aparté la vista, incómoda por mi arrebato. Quería detenerme, pero, después de haber empezado, no podía hacerlo hasta decir todo lo que quería decir-. Con respecto a Savannah -seguí-, quiero demostrarle cómo asumir sus poderes y emplearlos para el bien. Sólo en algunas ocasiones, como esta noche, me parece que eso sea imposible. Al parecer, no logro que comprenda la diferencia entre el bien y el mal. No consigo que le importe.

Él miró hacia la habitación de Savannah.

– ¿Deberíamos usar un hechizo de privacidad?

Asentí. Un hechizo de privacidad es magia de brujas. Permite que dos personas conversen sin que nadie las oiga. Los dos interlocutores son capaces de lanzarlo, cosa que ambos hicimos. Cortez no lo logró la primera vez, pero hizo un nuevo intento y tuvo éxito.

– ¿Qué es lo que sabes acerca de Eve? -preguntó Cortez.

– Que fue expulsada del Aquelarre por usar magia negra. Pero aparte de eso… No sé. No debió de ser algo demasiado malo o el consejo habría quedado involucrado. -Sacudí la cabeza-. De acuerdo, eso es escurrir el bulto. Sabíamos que estaba metida en asuntos turbios; no lo suficientemente turbios como para atraer nuestra atención, pero sí que practicaba magia negra. Es sólo que, bueno, no podemos ponernos a perseguir a todos, debemos elegir…

– Debéis elegir qué casos exigen vuestra atención. No hace falta que me expliques eso, Paige. Por difícil que resulte, a veces no tenemos más remedio que renunciar a andar a la caza de las peores ofensas y elegir en cambio las batallas que podemos ganar. Sí, Eve practicaba magia negra, y de la peor clase. Sin embargo, su objetivo no era emplearla, sino enseñársela a brujas y hechiceros, a quien estuviera dispuesto a pagar sus honorarios.

– ¿Enseñar? ¿Por qué?

Se encogió de hombros.

– Era un negocio muy lucrativo. Dicha información es muy difícil de obtener por fuentes estándar.

– De modo que no usaba magia negra en su propio beneficio, sino que se la enseñaba a docenas de otras personas. Eso no es mucho mejor; incluso creo que es peor.

– Totalmente de acuerdo, pero en los círculos sobrenaturales, la elección de Eve les proporcionaba cierto barniz de respetabilidad. Ella tenía muy buena reputación como maestra.

En el exterior sonó el ruido de la puerta de un vehículo que se cerraba. Pegué un salto y oí que un motor se ponía en marcha.

– Otro invitado que se va -comenté-. ¿Crees que el hechizo de Savannah los asustó? ¿O sólo es porque ya pasó su hora de acostarse?

Cortez abrió la boca, pero enseguida la cerró.

Yo esbocé una sonrisa.

– Ibas a mentirme, ¿no es así? Ibas a decirme lo que yo quería oír, que ellos se han asustado tanto que jamás se les ocurrirá volver a pisar mi propiedad.

– Pero no lo he hecho.

– Y te lo agradezco -dije, y mi sonrisa se volvió genuina-. Aprecio el sentimiento, pero aprecio más la sinceridad.

Nos miramos por un momento. Después yo me agaché y levanté un almohadón que se había caído un rato antes. Lo sacudí para que no quedara tan aplastado y lo puse en su lugar.

– Volvamos entonces a Eve -pedí-. Ella era una maestra. ¿Mantuvo alguna conexión con la Camarilla? ¿En algún momento la contrataron?

– No. Todas las Camarillas la habían vetado, a sus miembros les estaba prohibido recibir sus enseñanzas.

– ¿Porque era una bruja?

– No, porque impartía hechizos peligrosos sin enseñar los métodos de control necesarios para usarlos. No estoy defendiendo a las Camarillas. Ellos fijan límites para el tipo de magia que permiten, aunque son límites de viabilidad, no morales. A medida que la maldad de la magia aumenta, también lo hace el peligro. La magia de Eve era de la peor clase. Y conste que eso lo digo no basándome en rumores, sino por experiencia.

– ¿Conociste a Eve?

– Decir que la conocí sería una exageración. Me topé con ella. Hace varios años estuve investigando a un hechicero que había lanzado hechizos demasiado avanzados para sus capacidades y era responsable de varias muertes bastante truculentas. Después de manejar la situación busqué la fuente de sus hechizos, y eso me condujo a Eve Levine. Logré confiscar varios de sus Manuales, pero antes sufrí en carne propia algunas pruebas de su poder.

– ¿Ella te venció?

Cortez se frotó la boca con una mano.

– Bueno, se podría decir que sí. -Cuando bajó la mano, en su boca se dibujó una levísima sonrisa-. Para ser honesto, debo reconocer que fue un poco más humillante que eso…

– Puedes contármelo. Mis labios están sellados.

– Eve empleó magia de hechicero contra mí, y me considero muy afortunado de haber logrado escapar de ella. Su competencia superaba la de la mayoría de los hechiceros. Ésa es la razón por la que Isaac Katzen decidió tratar de reclutarla.

– Te refieres a quien la secuestró el año pasado.

– Exactamente. Una decisión muy imprudente, por cierto. Una vez más nos adentramos en el reino de los rumores, pero dado mi conocimiento de primera mano del poder de Eve, me inclino a creer esa historia. Se dice que Eve sobrevivió sólo un día en cautiverio antes de que sus captores la mataran. Katzen había dado por sentado que sus propios poderes serían más grandes que los de la bruja más poderosa y, por consiguiente, hizo que los humanos creyeran que sería fácil manejar a Eve. Ellos no estaban preparados para su nivel de experiencia y, al enfrentarse con la posibilidad de perderlas a ella y a Savannah, eligió matarla a ella y conservar a su hija, a quien creía más fácil de manejar. Pero ése fue su error más grande: llevarse a Savannah., No se debe arrinconar a una leona con su cachorro.

– ¿Acaso crees que… quiero decir, cuando conociste a Eve, qué impresión te llevaste de ella como madre? ¿Era buena con Savannah?

– Jamás vi a Savannah. Por lo que he oído, eso era lo normal. A nadie que no perteneciera al círculo íntimo de amigos de Eve le estaba permitido relacionarse con la pequeña. Desde luego, yo no estoy cualificado para hacer ese juicio, pero por lo que he visto a Savannah, diría que Eve era una madre decente, tal vez incluso más que decente. En algunos sentidos podría haber sido mejor que Eve fuera negligente. Savannah tiene un vínculo muy fuerte con su madre, eso debes recordarlo siempre. Cuando hablas en contra de la magia negra, hablas contra Eve.

– Sé bien que necesito entender mejor a Eve -reconocí y callé un momento-. Pero no puedo, no es así como me criaron. Sé que…

Miré a Cortez. Me miraba fijamente y esperaba mis palabras con una mezcla de sereno interés y comprensión que me hicieron querer continuar.

– Yo debería haber hablado con Savannah acerca del hechizo de confusión -dije-. Debería haberle dicho lo que ocurrió la última vez. Deberíamos haber analizado juntas cuándo usarlo y cuándo no usarlo. Sé todo esto, lo entiendo… Pero no puedo hacerlo. La magia negra…

Bajé la vista y me toqué la venda que tenía en la mano. Cortez seguía mirándome, y en su cara vi la misma expresión de paciente espera.

– Mi madre me crió… Me enseñó desde niña que la magia negra era algo malo. Siempre. Sin excepciones. Y ahora veo excepciones, pero… -Me apreté las manos contra los ojos-. Dios, estoy tan cansada. No puedo creer que esté hablando de esta manera.

– No lo estás…

Lo interrumpí desactivando el hechizo de privacidad y después me puse de pie.

– Supongo que pasarás la noche aquí.

– Sí, pensé que sería lo mejor. Pero…

– Ven, te mostraré dónde guardo las cosas para los invitados -dije y fui hacia el pasillo trasero-. Tengo cepillos de dientes adicionales… y debería haber también un desodorante unisex.

– No es necesario, Paige. He traído las bolsas que llevo en la moto y en ellas hay de todo lo que pueda necesitar para pasar la noche fuera.

– ¿Están en el coche?

– Sí. Puedo ir a buscarlas más tarde. Sé que esto es difícil para ti, Paige. Si deseas hablar…

– Ya te he cansado suficiente, ¿no te parece? -Forcé una sonrisa mientras me dirigía al pasillo y cogía mis llaves. -Aquí tienes las llaves de mi coche. Mientras vas a buscar tus bolsas yo prepararé la cama en el sofá. Encontrarás toallas limpias en el armario del baño, junto con champú, jabón y cualquier otra cosa que necesites.

Fui al salón. Cuando él regresó con las bolsas yo ya estaba en mi habitación.


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