Amor fraternal

No describiré con pelos y señales lo que sucedió durante los siguientes minutos. No puedo. Me rompió el corazón la primera vez, e incluso cuando lo pienso ahora es suficiente para que los ojos se me llenen de lágrimas. El terror y la furia de Savannah fueron indescriptibles. Lo único que yo podía hacer era permanecer allí, inmóvil, y observarla, atrapada por un hechizo de traba.

Veinte minutos más tarde yo estaba en el dormitorio, arropando a Savannah en su cama. Nos rodeaban Nast, Sandford y Leah.

Al oír los gritos, Leah y Friesen habían acudido corriendo. En el caos que siguió, nadie había escapado de la furia ciega de Savannah. A Leah le sangraba la nariz y hasta yo tenía arañazos en la parte superior del brazo. Finalmente, Shaw consiguió sedarla, y ella se desplomó allí mismo. Entonces Antón la levantó y la llevó de vuelta a la casa. Cuando terminé de acostarla, Nast les hizo señas a todos para que abandonaran la habitación. Cuando yo traté de quedarme, él le indicó a Leah que me sacara. La aparté y seguí a Nast y a Sandford al pasillo.

– No puedo creer que hicieran eso -dijo Nast.

– Ellas dijeron que tú les habías dado carta blanca -dijo Sandford.

– No para esto.

– Es un hechizo común, Kris. No demasiado por el riesgo que supone secuestrar y matar humanos, pero sí es bastante corriente.

– Llevarla sin preparación previa, sin una palabra de explicación…

– Yo te previne, Kris -dijo Sandford en voz muy baja para que Leah no pudiera oírlo-. Ellas esperaban que la hija de Greta la sucediera.

– ¿Te parece que hicieron esto intencionadamente?

Di un paso adelante.

– ¡Por supuesto que fue intencionado! No puedo creer que hayas puesto a Savannah en manos de dos mujeres que tienen todos los motivos para querer que desaparezca. Me sorprende que no hayan matado a Savannah en lugar de matar al muchacho. -Miré a Sandford y después a Nast-. Oh, ya comprendo. Tú sabías que ellas cumplirían las reglas porque son brujas… Así que serían demasiado estúpidas o demasiado cobardes como para confabular contra ti.

– ¿Terminamos ya con ella? -preguntó Sandford moviendo la barbilla hacia mí.

Nast me miró, pero su mirada estaba absorta, casi perdida.

– Sácala de aquí. Más tarde decidiré qué hacer con ella. En este momento no tengo tiempo para eso.

En cuanto Sandford formuló su pregunta, yo había empezado a susurrar un hechizo de niebla. Sacudí la mano y una nube de humo brotó de las yemas de mis dedos y ascendió como una pantalla de humo. Corrí hacia el dormitorio, cerré la puerta con un golpe y lancé un hechizo de cerrojo. Tironeé una vez la ventana, descubrí que estaba bien cerrada con pintura, así que tomé una silla y la arrojé contra el cristal.

– ¡Savannah! -grité y la sacudí.

Ella solo exhaló un leve gruñido. La cogí de la cintura y la saqué de la cama. Después miré por la ventana. Estábamos en el primer piso. Tal vez yo pudiera saltar, pero difícilmente podría arrojar a Savannah al vacío.

Leah golpeó a la puerta. Sandford gritó dando órdenes, llamando a los otros. Pensé rápido. ¿Conocía algún hechizo para bajar a Savannah? No. O encontraba una manera de bajarla o tendría que cargar con ella. Lo primero entrañaría demasiado tiempo. Traté de levantarla, pero apenas conseguí alzarla algunos centímetros del suelo.

La puerta se abrió. Friesen entró como una exhalación y me quitó a Savannah de los brazos. Leah le seguía los talones.

– ¿Venís? -dijo-. No pasa nada, como yo dije. Ella no se iba a ninguna parte.

– Lleváosla a una habitación segura -dijo Nast.

Leah se inclinó hacia mí y me dijo burlonamente en un suspiro:

– Un consejo. La próxima vez, corre hacia la puerta principal.

Friesen y Sandford se echaron a reír.


* * *

Me pusieron en un cuarto en el sótano, y me ataron y amordazaron, impiendo que pudiera lanzar un solo hechizo. Shaw me inyectó un sedante en el brazo. Antes de que ellos abandonaran la habitación, ya estaba inconsciente.

No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando desperté me encontré mirando los ojos de Cortez. Luché por sentarme erguida y por sonreír detrás de la mordaza. Entonces esos ojos parpadearon y vi en ellos algo tan helado que me eché hacia atrás.

En alguna parte de la habitación, Gabriel Sandford lanzó una carcajada.

– Si hasta tiene miedo de su propia sombra. Típico de una bruja.

El hombre inclinado hacia mí volvió a parpadear. Tenía los ojos de Cortez, pero era más viejo. Más viejo y más desalmado. Cuando retrocedió, comprobé que el parecido terminaba en los ojos. Ese hombre tenía poco más de cuarenta años, era más bajo que Cortez y su mirada severa podría haber sido atractiva si sonriera, pero las líneas de su frente me sugirieron que eso era algo que él jamás hacía.

– ¿Estás seguro? -preguntó-. ¿Acerca de la relación?

– ¿Seguro? -Respondió Sandford-. ¿Qué quieres? ¿Una grabación en vídeo de tu hermano acostándose con ella?

El hombre le devolvió una mirada gélida y Sandford se enderezó y carraspeó.

– No puedo estar seguro, porque no es probable que ella quiera admitirlo -dijo Sandford en un tono formal-. Sin embargo, todo nos hace llegar a esa conclusión. Tu hermano la busca frenéticamente.

– ¿Frenéticamente?

– Sí…

El otro hombre enarcó las cejas.

– No creo haber visto jamás a Lucas buscando frenéticamente nada. En ese caso, tiene que ser cierto. Mátala.

– Y después, ¿qué? ¿Pongo su cabeza en la cama de tu hermano?

El labio del hombre se curvó casi imperceptiblemente. Se limitó a sacudir la cabeza, como si la ocurrencia de Sandford ni siquiera mereciera una respuesta.

Sandford se tensó y bajó la vista.

– ¿Preferirías entonces que le mandara una grabación? ¿De la muerte de ella?

– Eso debería bastar.

– ¿Qué grado de sufrimiento?

– Normal. Lo suficiente para que le haga daño verlo, pero no para convencerlo de que fue algo manifiestamente personal.

– Conseguiré el mejor.

– No, conseguirás el más prescindible. Contratarás a alguien independiente. Eso resultará más económico y hará que a Lucas le cueste más rastrear los hechos y llegar hasta ti. No involucrarás a ninguna otra persona de la organización Nast en este asunto, y eliminarás a quien lo haga una vez que haya terminado su tarea. Cuando yo me haya ido, trasladarás a Paige a otro lugar. Desde allí, harás que el individuo en cuestión la secuestre y la mate. Entonces incluirás esta nota con la grabación.

Le entregó un sobre a Sandford. Cuando Sandford bajó la vista y lo miró, el hombre prosiguió.

– La nota aclara que su muerte es culpa de Lucas, que si ella no se hubiera involucrado con él y con su «cruzada», todavía estaría viva.

Sandford sonrió.

– Un poco de culpa siempre es bueno para la conciencia.

– Ahora asegúrate de que esto no pueda vincularse contigo o con la Camarilla Nast. En cuanto a mí, yo jamás he estado aquí.

– Eso no hace falta ni decirlo. Así pues, ¿tenemos un trato?

El hombre asintió.

– Sólo para dejarlo todo bien claro… -continuó Sandford-. Si yo hago esto, ¿se me garantiza una posición en la Camarilla Cortez y un veinte por ciento de aumento en mi sueldo?

– Eso fue lo que dije, ¿no?

– Sólo quería estar seguro. Me juego mucho con todo esto. Habría sido más fácil si hubiera podido persuadir a Kristof de que se librara de ella, pero él sigue dándole largas al asunto, preocupado por esa brújula hija suya. Cuando descubra que esta otra ha desaparecido estando bajo mi vigilancia, lo más probable es que me quede sin trabajo. Así que, como es natural, quiero estar bien seguro…

La mirada del hombre se endureció.

– ¿Acaso no te he dado mi palabra?

– Sí… Perdóname.

– Te agradezco que me hayas proporcionado esta oportunidad única, Gabriel. Serás muy bien recompensado por ello. -El hombre se giró hacia mí y sus labios dibujaron una sonrisa gélida-. Debo decir que casi es una lástima que ella deba morir. A mi padre le preocupa que Lucas no le haya dado aún nietos. Es difícil perpetuar una dinastía cuando el heredero actual no muestra ninguna inclinación a tener futuros herederos. Se alegraría si supiera que Lucas finalmente ha encontrado a alguien. Después la conocería… Y lo más probable es que se muriera de la impresión. -Sacudió la cabeza-. ¿Una bruja? Increíble, incluso para alguien como Lucas.

– No sólo es una bruja -dijo Sandford-. Es la líder del Aquelarre de Norteamérica.

– Oh, en ese caso sería una alianza dinástica que convertiría a la Camarilla Cortez en el hazmerreír del mundo sobrenatural. Le estoy haciendo a mi padre un favor tan grande que es una pena que no pueda contárselo.

El hombre se dio la vuelta para irse. Al caminar hacia la puerta, una bola de fuego voló desde el cielo raso y le golpeó en la cabeza. Él se giró y miró a Sandford.

– No me mires a mí -dijo Sandford y dio un paso atrás-. Ése no era uno de nuestros hechizos.

El hombre me miró entonces a mí. Yo lo fulminé con la mirada y vertí en esa mirada todo el odio y la furia que sentía. Él abrió la boca para decir algo, después la cerró y se contentó con devolverme la mirada antes de dirigirse a la puerta.

– La quiero muerta antes del amanecer. Envíale la cinta grabada a Lucas por mensajero a la habitación del motel. Quiero que la reciba cuanto antes.


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