Eso no fue lo que yo quise decir-Aclaró Savannah cuando regresamos a nuestro dormitorio, que ahora había sido equipado con una luz de trabajo-. Lo de la criada. Fue un decir, nada más.
Yo casi no la oía. No podía recordar haber caminado de vuelta al cuarto, no podía recordar quién nos había llevado o qué nos habían dicho. Lo único que podía oír era la voz de Savannah aceptando la proposición de Nast.
– Estás furiosa conmigo, ¿no?
– No, no estoy furiosa. Sólo… confundida. Demasiadas cosas que asimilar. Lamento no habértelo dicho antes, lo de que Nast alegaba ser tu padre.
– Todo se nos fue de las manos muy rápido. Tú querías tener pruebas antes. Eso lo entiendo.
Lo cierto era que yo se lo había ocultado por miedo a que algo como esto sucediera, que Nast apareciera y le ofreciera el mundo a Savannah. Al no habérselo dicho yo había perdido mi oportunidad de advertirla. Cualquier cosa que dijera ahora parecerían mentiras groseras y contrariadas urdidas para ponerla de mi lado. Incluso mientras Savannah saltaba de aquí para allá en la habitación, charlando, yo sentí que la estaba perdiendo. Tal como Nast dijo, yo había tenido casi un año para convencerla de que me eligiera a mí. ¿Por qué no había hecho un trabajo mejor? Ella había llamado estúpidas e inútiles a las del Aquelarre. Ésa era la alternativa que yo le había mostrado: un mundo donde las brujas eran estúpidas e inútiles.
Sabía que debía quedarme callada, dejar que ella viera las cosas por sí misma, pero tuve que echar mano de todo mi control para no sacudirla y gritarle «¡Qué estás haciendo!». En cambio, me metí en la cama antes de decirle:
– Me alegra que quieras tenerme cerca, Savannah, pero sabes bien que yo no puedo hacer esto. Soy una líder del Aquelarre. No puedo mudarme como si tal cosa…
– ¡Pero ellas te echaron!
– Sí, están cabreadas, pero…
– Dijiste que te quedarías conmigo. Me lo prometiste.
– Ya lo sé y lo haré, pero…
– Bueno, ésta es mi decisión. Quiero estar aquí, y si tú quieres ayudarme, entonces tendrás que quedarte también.
Se dejó caer en la cama de al lado, me dio la espalda y se cruzó de brazos. Estuvimos sentadas así durante algunos minutos. En varias oportunidades medio se volvió, como si esperara que yo le discutiera algo. Como no lo hice, giró la cabeza para mirarme.
– No te enfades, Paige -pidió-. ¿Oíste lo que él dijo? Los mejores tutores, los mejores textos de estudio, los mejores materiales. Yo recibiré todo eso y lo compartiré contigo. ¿No es eso lo que querías?
No le contesté.
– Lo que te preocupa es que se trata de una Camarilla, ¿no es así? Sé lo que Lucas dijo, pero, bueno, tal vez él… mi… Nast tiene razón. No quiero decir con eso que Lucas haya mentido; claro que no. Pero él podría estar confundido. A lo mejor vio cosas realmente malas, cosas que normalmente no suceden.
De nuevo no dije nada.
– Muy bien, haz lo que quieras. Regresa a ese estúpido East Falls, a tu casa incendiada. Yo no iré. Ellas no nos quieren allí. Cada vez que camines por la calle, la gente te señalará y dirá cosas sobre ti. Pues ahora no podrán decir cosas sobre mí. Yo estaré en California. Apuesto a que Adam vendrá a visitarme. Él no será así.
– Me quedaré contigo, Savannah. Sabes que lo haré.
Ella dudó un momento, después sonrió y se inclinó sobre la cama para abrazarme.
– Todo saldrá bien, Paige. Ya lo verás. Esto será lo mejor que nos ha sucedido jamás.
Todavía adormecidas por las drogas, dormitamos durante aproximadamente una hora. Después, un golpe en la puerta nos despertó a ambas. Una mujer espiaba por la puerta entreabierta.
– ¿Podemos entrar? -preguntó.
Sin esperar una respuesta, abrió la puerta del todo y entró. Tenía poco más de cuarenta años, era más agradable que bonita, tenía una mandíbula angulosa y llevaba muy corto su pelo entrecano. Detrás de ella había otra mujer, unos veinte años mayor, con el mismo tipo de mandíbula y un pelo plateado también muy corto.
– Soy Greta Enwright -se presentó la mujer más joven-. La otra es Olivia, mi madre.
– Llamadme Livy, por favor -dijo la mujer mayor-. Mucho gusto en conoceros. A las dos. -Entró detrás de su hija y depositó una bandeja de plata sobre la mesilla-. Creo que a tu madre le gustaba el té, Paige. Así que yo me animé a suponer que tú tienes los mismos gustos.
Parpadeé.
– ¿Usted conoció a mi madre?
– Hace muchos años. Más años de los que quisiera contar. -Soltó una risa burbujeante, de muchachita-. Crecí en el Aquelarre. Mi madre se fue cuando yo era adolescente.
– Usted es… ¿es una bruja?
– Oh, lo siento. No te has presentado bien, Greta. Siempre me ha parecido extraño que seamos capaces de reconocer a los hechiceros pero no a nuestras propias hermanas. Greta es la bruja del señor Nast. -Otra risa-. Eso suena horrible, ¿no? Y demasiado familiar. Las Camarillas, como tal vez sepas, sólo emplean a una bruja. Es una posición muy prestigiosa y exclusiva, que tuve la fortuna de poder pasarle a Greta cuando me jubilé. Y ahora -miró a Savannah con una enorme sonrisa-, acabamos de conocer a nuestra sucesora oficial. No puedo decirte lo complacidas que estamos.
Savannah vaciló y miró a la madre y después a la hija.
– ¿Tú no estás loca, no? Quiero decir, yo te reemplazaré, ¿no es así?
Greta se echó a reír, con una risa ronca que era el opuesto total de la de su madre.
– Pasarán algunos años antes de que estés lista para eso, Savannah. Cuando lo estés, yo podré jubilarme. Una jubilación anticipada, seguramente, pero el señor Nast me ha prometido una pensión completa. Por eso mismo te tengo que estar agradecida.
Olivia asintió.
– Y el señor Nast me ha sacado de mi retiro para ayudarte a que te adaptes, por lo que me compensará más que adecuadamente, así que también yo te debería estar agradecida.
– ¿Ustedes nos enseñarán?
– ¿Nos enseñarán?-repitió Greta.
– A ella -dije-. ¿De modo que ustedes serán sus tutoras?
– Solamente en lo relativo a la magia de hechiceros -respondió Olivia-. Para lo demás, tendrá tutores como es debido. Hechiceros, quiero decir. Ellos poseen la magia auténtica.
– Quizá no por mucho tiempo -dijo Savannah y saltó de la cama-. Paige tiene esos Manuales. Traté de detenerla, pero sin demasiado entusiasmo. Por mucho que yo quisiera mantener en secreto esos Manuales, sentía curiosidad por escuchar la opinión de esas mujeres. Nunca había conocido a una bruja de una Camarilla. Seamos sinceros… siempre di por sentado que… supuse que serían muy diferentes, más amedrentadoras, más peligrosas, más, bueno, malas.
Savannah les habló de los Manuales y de nuestra teoría.
– Desde luego, Paige todavía tiene que probarla. Podríamos estar equivocadas.
Me abstuve de decirles a las otras brujas que yo había probado la teoría con éxito. Por ahora, prefería guardarme eso para mí.
– Suena prometedor -dijo Greta-. Pero yo que vosotras no tendría demasiadas esperanzas. La magia de los hechiceros es la magia del poder. Con todo respeto para las mujeres y la igualdad de derechos, la magia de las brujas no está a su altura.
– Yo no perdería mi tiempo en eso -sentenció Olivia-. Los tutores que tenéis asignados os enseñarán todo lo que necesitáis saber. En cuanto a esos Manuales, dudo que hayan sobrevivido al incendio.
– No. Paige volvió a entrar para rescatarlos -dijo Savannah y me miró-. ¿Dónde están?
– Cor… Lucas los tiene. Se los di a él.
– ¿Lucas Cortez? -Preguntó Olivia-. Vaya, es verdad. Oí decir que el joven Lucas estaba involucrado. Tiene bastante fama, pero nunca tuvimos ocasión de conocerlo, ¿no es así, Greta? Ésa sí que debe de haber sido toda una experiencia. Tenéis que contarnos cómo es él. Pero primero os serviré el té.
Cuando el té estuvo servido, nos sentamos en el borde de las camas. Olivia preguntó acerca de Cortez. Dejé que Savannah le respondiera y discretamente la corté en seco después de algunas frases.
– Oh, es un tipo raro -dijo Olivia riendo entre dientes-. Siento tanta lástima por su padre. El señor Cortez está llevando la situación maravillosamente bien, aunque debo decir que le permite demasiadas cosas al muchacho. Pero, bueno, todos los padres lo hacen, ¿no? El líder de una Camarilla no es diferente de cualquier padre. Ya lo verás, Savannah. El señor Nast adora a sus muchachos, y estoy segura de que a ti te tratará igual.
– En cuanto a Lucas Cortez -intervino Greta-, los jóvenes siempre andan en busca de dragones que matar. Y hermosas damiselas a las que salvar. -Dedicó una sonrisa en mi dirección-. Sólo es una etapa. Muy pronto comprenderá que las Camarillas no son los monstruos que él cree.
– ¿Qué son? -Preguntó Savannah-. Quiero decir, ¿cómo son en realidad?
– Son excelentes empresas -explicó Greta-. Todo lo que un empleado puede pedir. Ofrecen grandes beneficios, opciones ventajosas de compra de acciones, un sólido plan de jubilación y una remuneración excelente.
Olivia se echó a reír.
– Nada de eso te interesa en absoluto, ¿no es así, Savannah? Y con buenos motivos. Tú no tendrás que preocuparte nunca de esas cosas. Tu mayor preocupación ahora será si prefieres pasar tus vacaciones de verano en Francia o en Italia.
– Y qué clase de automóvil deportivo quieres para cuando cumplas dieciséis años -añadió Greta.
– Quiero un Porsche -afirmó Savannah y me sonrió-. Un Porsche descapotable como el de Clay. Sólo que rojo. Lo quiero rojo.
– Lo tendrás -aseguró Greta-. Ésta será una vida completamente nueva para ti, Savannah. Una vida que cualquier chica y cualquier bruja envidiarían.