106

Al llegar a la estación de Lisieux, Nathalie alquiló un coche. Llevaba mucho tiempo sin conducir. Tenía miedo de no acordarse ya de cómo se hacía. El tiempo además no acompañaba, pues estaba empezando a llover. Pero sentía un cansancio tan intenso que, en ese momento, nada podía asustarla. Conducía cada vez más rápido, por carreteritas secundarias, sintiéndose un poco triste. La lluvia le dificultaba la visión; había momentos en que apenas alcanzaba a ver nada.


Entonces ocurrió algo. Apenas duró un segundo, fue como un relámpago, algo repentino, durante el trayecto. Revivió en su cabeza la escena del beso con Markus. En el momento en que se le apareció la imagen no estaba pensando en él. En absoluto. La visión se le impuso con fuerza. Entonces evocó uno a uno todos los momentos que había pasado con él. Mientras seguía conduciendo, empezó a arrepentirse de haberse marchado sin decirle nada. No sabía por qué no se le había ocurrido hacerlo. Su huida había sido tan intempestiva… Era la primera vez que se marchaba del trabajo de esa manera. Sabía que no volvería nunca, que una parte de su vida terminaba ahí. Que ahora sólo quería conducir y nada más. Sin embargo, decidió parar en una gasolinera. Salió del coche y miró a su alrededor. No reconocía nada. Debía de haberse equivocado de camino. Estaba anocheciendo, todo estaba desierto. Y la lluvia remataba ese tríptico clásico de la imaginería de la desesperación. Le mandó un mensaje a Markus. Sólo para decirle dónde estaba. Dos minutos después, recibió su respuesta: «Salgo para Lisieux en el próximo tren. Si estás allí, muy bien.» Y luego otro mensaje apenas unos segundos después: «Y además rima.»

Загрузка...