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El día transcurrió de forma sencilla. Hubo incluso una reunión del grupo, del todo normal, y nadie podía imaginar que Nathalie iba a ir esa noche al teatro con Markus. Era una sensación bastante agradable. A los empleados les encanta tener secretos, mantener relaciones subterráneas, vivir una existencia que nadie sospecha. Eso le da vidilla a la pareja que forman con la empresa. Nathalie tenía la capacidad de crear compartimentos estancos dentro de su cabeza. De alguna manera, su drama personal la había insensibilizado. Es decir que dirigía la reunión de manera robòtica, olvidando casi que la jornada iba a terminar con una cita. A Markus le habría gustado encontrar en la mirada de Nathalie una atención especial, una señal de complicidad, pero eso no era propio de ella.


Lo mismo le ocurría a Chloé, a quien le habría gustado que los demás percibieran a veces el vínculo privilegiado que la unía a su jefa. Era la única que pasaba momentos con ella que podrían haber entrado en la categoría de «tuteo». Desde que Nathalie había huido del bar, Chloé no había vuelto a intentar organizar una nueva salida. Sabía que esos momentos también podían tener un lado peligroso: ser testigo de la fragilidad de su jefa podía volverse contra ella. Por eso se cuidaba mucho de no excederse y de respetar a raja tabla la jerarquía. Al final del día fue a verla a su despacho:

– ¿Está usted bien? No hemos hablado desde la última vez.

– Sí, es culpa mía, Chloé. Pero lo pasé bien, de verdad.

– ¿En serio? ¿Se marchó usted corriendo pero lo pasó bien?

– Sí, sí, se lo aseguro.

– Ah, pues qué bien, entonces… ¿quiere que volvamos a salir esta noche?

– Huy, no, lo siento, no puedo. Me voy al teatro -dijo Nathalie, como si anunciara el nacimiento de un niño verde.


Chloé no quiso que se notara su sorpresa, pero motivos no le faltaban para estar asombrada. Era mejor no subrayar que una declaración así era todo un acontecimiento. Era preferible hacer como si nada. De vuelta en su despacho, se entretuvo un momento guardando los últimos documentos de su expediente y consultando su correo, y luego se puso el abrigo para marcharse. Cuando se dirigía al ascensor, le llamó la atención una visión de lo más extraña: Markus y Nathalie se marchaban juntos. Se acercó a ellos sin que la vieran. Le pareció oír la palabra «teatro». Sintió enseguida algo que no acertaba a definir. Algo parecido al reparo, al asco incluso.

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