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Markus pasó por su casa para cambiarse, y ahora estaba parado delante de su armario sin decidirse. ¿Cómo debía vestirse para ir a cenar con Nathalie? Quería ir hecho un pincel. Pero un pincel nada más era poco para ella. Le habría gustado ir hecho diez pinceles al menos, o cuarenta, o incluso mil. Se aturdía a números para olvidar las cuestiones importantes. ¿Debía llevar corbata? No tenía a nadie que le pudiera ayudar. Estaba solo en el mundo, y el mundo era Nathalie. Aunque habitualmente se sentía bastante seguro sobre sus preferencias en lo que a vestimenta se refiere, ahora perdía pie en todo, y tampoco sabía elegir los zapatos. Había perdido la costumbre de vestirse para salir por la noche. Además, la situación no dejaba de ser delicada: Nathalie era también su jefa, lo cual añadía presión al asunto. Por fin logró relajarse diciéndose que la apariencia no tenía por qué ser lo más importante. Que ante todo debía mostrarse relajado y tener conversación sobre temas variados. Sobre todo no había que hablar de trabajo. Quedaba terminantemente prohibido mencionar el expediente 114. No debía dejar que ese tema se impusiera sobre su velada. Pero ¿de qué iban a hablar entonces? No se cambia así como así de entorno. Se iban a sentir como dos carniceros en un congreso de vegetarianos. No, era absurdo. Quizá lo mejor fuera anular la cita. Todavía estaba a tiempo. Podía decir que le había surgido un problema de fuerza mayor. Sí, lo siento, Nathalie. Me habría gustado tanto, bien lo sabe usted, pero bueno, es que hoy mamá ha muerto. No, no, eso no, demasiado violento. Y demasiado Camus, y Camus, para anular una cena, como que no. Mucho mejor Sartre. Esta noche no puedo, tiene que entenderlo, el infierno son los demás. Un tonito existencialista en la voz y colaría. Mientras divagaba de esa manera, se dijo que seguramente ella también debía de haber buscado excusas para anular la cena en el último momento. Pero, por ahora, todavía nada. Habían quedado una hora después, y no había llegado ningún mensaje de Nathalie. Seguramente estaría pensando a ver qué excusa ponerle. O si no, quizá tuviera un problema de batería en su teléfono y por eso no podía avisarle de que le había surgido un imprevisto. Markus siguió dando vueltas nervioso por su habitación un rato más y, al no tener noticias de Nathalie, salió de casa con la sensación de que debía llevar a cabo una misión espacial.

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