XXVII

Parker no necesitó oír el disparo para saber que habían herido a Grofield. Le bastó ver a éste sacudirse bruscamente. Afuera había gente aguardándoles, probablemente oculta entre los matorrales, gente que, de alguna manera, Buenadella había puesto sobreaviso desde el mismo momento en que habían entrado en el local.

Pero habían empezado a disparar un segundo antes de lo debido. Parker saltó hacia la derecha, salió del campo de la puerta y al mismo tiempo sacaba su propia pistola. Terminar con Buenadella antes de nada, luego huir por la casa. No le interesaba saber cuántos había en el patio.

Sin embargo, dio media vuelta y vio a Buenadella; la palidez aterrorizada de su rostro le demostró que no había sido idea suya. La gente de afuera actuaba por órdenes de algún otro: Farrell, quizá, o Calesian. Buenadella no era tan buen actor para haber hecho toda la negociación con Grofield y tomar ahora ese aspecto de horror petrificado.

Sonó otro disparo, inmediatamente después del primero, y la bala se incrustó en la pared de la habitación. Grofield no se movía. Estaba herido, probablemente muerto. No tardarían ni un minuto en entrar. Parker se volvió algo más, le mostró a Buenadella el revólver en su mano y le hizo un gesto indicándole la puerta interior.

Todo había sucedido tan rápido que no había habido tiempo para hablar, pero Buenadella tartamudeaba algo mientras Parker abría la puerta y corría. No entendió ni una sola palabra, pero no se detuvo a preguntar. Cerró de un portazo y salió al pasillo, pasó una puerta a la derecha que debía conducir a la parte frontal de la casa y atravesó una sala vacía con una mesa de ping-pong en un rincón, un bar en otro y una televisión entre ambos. Llevaba la pistola en la mano derecha, pero la mantenía cerca del bolsillo por si se encontraba con algún miembro de la familia Buenadella.

Pasó caminando por un comedor lleno de gente, pero apenas si oyó el ruido de los cubiertos y las voces que conversaban. Los disparos en el patio no habían hecho mucho ruido y, aparentemente, en este lado de la casa no se habían oído.

Parker salió por la primera puerta que encontró; se hallaba en otra sala y la atravesó deprisa. Nadie lo seguía, lo que significaba que Buenadella no aprobaba los disparos en su casa; de todos modos, Parker se movía rápido y deseaba estar lejos para cuando decidiera qué hacer.

Pasó por una sala vacía y llegó finalmente a la puerta de la entrada. La abrió ligeramente y echó una mirada a la calle, de la que estaba separado por el jardín de césped minuciosamente recortado y por algunos macizos de flores. Un Lincoln azul oscuro pasaba silenciosamente. Una furgoneta de reparación de televisiones estaba estacionada enfrente.

Nadie a la vista. Los arbustos eran demasiado pequeños como para ocultar a nadie y no había ningún otro sitio donde esconderse, salvo la furgoneta, que era con seguridad un camuflaje usado por la policía estatal o federal.

Y la furgoneta le daría a Parker su pasaporte. Podría haber hombres armados en las ventanas del primer piso que vieran a Parker, pero no harían fuego, con esa furgoneta estacionada allí. A cualquier policía oculto allí dentro le encantaría ver un tiroteo en el jardín de Buenadella; les daría todas las excusas que necesitaban para entrar en la casa y registrarla de arriba abajo.

De modo que no habría tiroteo en esta parte de la casa, aunque tratarían de seguirlo y esperarían a atraparlo en algún lugar más seguro. Ya les haría frente cuando eso sucediese.

Abrió la puerta, salió al sol y al aire caliente, caminó rápido pero indiferente hacia la calle. Giró a la derecha, caminó el resto de la manzana sin cambiar de paso.

Ahora, de regreso a ver a Lozini. Era hora de movilizarlo, de usarlo para que le diera la vuelta a la ciudad.

Lástima de Grofield.

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