AGRADECIMIENTOS

La doctora Sarah Neely me proporcionó valiosos consejos médicos. Jill Koniecsko hizo posible que pudiera navegar por Lexis-Nexis. Judi Phillips sabía con exactitud cómo un magnate ladrón habría construido un estanque ornamental en 1903. Jesús Mata ayudó a V.I. con su restaurante mexicano del barrio. Sandy Weiss fue una fiera en los temas tecnológicos, y la Fact Factory de Jolynn Parker ofreció como siempre resultados asombrosos. Eva Kuhn me aconsejó sobre los gustos musicales de Catherine Bayard. C-Dog senior contribuyó con su habitual ingenio en los títulos de los capítulos; éstos son, como siempre, un cariñoso recuerdo de Don Sandstrom, que los atesoraba.

Michael Flug, archivero de la Colección Vivían Harsh, fue de enorme ayuda al orientarme en la búsqueda de los documentos relativos al Proyecto Federal de Teatro Negro. Margaret Kinsman me habló de esta gran colección en el jardín de mi casa.

El doctor Robert Kirschner, gran patólogo forense, murió en el verano de 2002. Su presencia en prisiones y fosas comunes desde Nigeria hasta Bosnia, desde El Salvador hasta el South Side de Chicago, llevó un poco de justicia a las víctimas de la tortura y el genocidio, y todos lamentamos su pérdida. A pesar de la naturaleza e importancia de su trabajo, el doctor Kirschner también disfrutaba con las aventuras de V.I. En los últimos dieciséis años sacó tiempo para aconsejarme sobre las formas y los medios de asesinar a sus adversarios. Durante su enfermedad terminal, charlamos sobre los desgraciados finales a los que tienen que enfrentarse los personajes de Lista negra. Le echo de menos como consejero, como amigo y como el gran altruista que era.


Ésta es una obra de ficción. Si bien menciono como parte del trasfondo de la novela hechos históricos que sucedieron realmente, como el Proyecto Federal de Teatro, el Comité de Actividades Antiamericanas y algunas figuras del ámbito artístico en la década de 1930, como Shirley Graham, todos los personajes que tienen un papel en la historia, así como hechos tales como la destrucción de la Cuarta Enmienda, no son más que el invento de un cerebro enloquecido a fuerza de insomnio crónico. Cualquier semejanza con personas, instituciones, gobierno o legislación reales es pura coincidencia.


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